Independiente, alérgica al halago y con una imagen diferente: ¿y si en relidad Charlène de Mónaco fuera la princesa más moderna de Europa?

Charlène de Mónaco: la princesa triste, la que quiso huir de su boda, la princesa siempre al borde del divorcio… Esas son las etiquetas con las que ha tenido que lidiar Charlène de Mónaco desde que a los 22 años se enamoró de un hombre que resultó ser el único hijo de Rainiero y de Grace Kelly. ¿Pero y si en realidad Charlène fuera la princesa más moderna de las monarquías europeas y no lo hemos sabido apreciar?

Si quieres ver los 10 looks de Charlènen que quitan años, pincha en la imagen/gtres

Si quieres ver los 10 looks de Charlènen que quitan años, pincha en la imagen / gtres

Silvia Vivas
Silvia Vivas

Las bodas entre royals y plebeyos no siempre acaban bien, pero el enlace de Charlène Wittstock con el hermano pequeño de Carolina de Mónaco se ha convertido en la representación gráfica y a lo largo de una década de cómo un enlace puede convertirse en una pesadilla para sus protagonistas. Desde que Charlène pronunció el «sí quiero» vestida de Armani Privé, sobre ella han ido cayendo una tras otra las etiquetas más desfavorables de la prensa rosa.

Ya es mundialmente conocida como la princesa triste o la novia que intentó huir de su propia boda. Y a raíz de la crisis sudafricana de este año que ha culminado con su ingreso en un centro privado nuevas etiquetas, por supuesto nada favorables, se están gestando alrededor de su figura: Charlene la princesa casi divorciada , Charlène la princesa enferma, Charlène la madre ausente. ¿Pero y si, en realidad, la mujer de Alberto de Mónaco ha sido hasta ahora la princesa más moderna que se pasea por los palacios de Europa?

Para comenzar, cuando Charlène llegó al principado dispuesta a ser el pilar de Alberto de Mónaco se encontró en el centro de la familia más mediática de Europa. En justicia, lo de Megan Markle y Enrique de Sussex contra todo tipo de tabloides británicos no es nada comparado con lo que aguantan los Grimaldi día tras día desde que vienen al mundo. Mientras los Windsor no hablan de los rumores que circulan sobre ellos por pura política snob en muchos casos, los Grimaldi no lo hacen por puro aburrimiento: consumirían su fortuna y todo su tiempo si quisieran desmentir todo lo que se dice de ellos a diario.

Charlene bailando y pasándolo bien en el Rose Ball de antes de casarse. / gtres

Además, Charlène tuvo que lidiar con caer en el principado más rico del mundo (con más millonarios por metro cuadrado) siendo ella una chica sudafricana poco acostumbrada al bling bling y a las luchas de poder. Y para más inri, con una familia complicada y dada al «escándalo», no olvidemos el papel desestabilizador de la pareja que jugaron los hijos secretos que fueron confirmándose en la vida de Alberto de Mónaco.

Llegar de Sudáfrica y casarte el mismo año en el que tu pareja se convierte en una familia reconstruida con dos hijos recién reconocidos con habitación propia en un palacio y la imposición del glamour, la atención y el drama Grimaldi no debió ser fácil. Aguantar a los monegascos, tampoco. Afirman los habitantes del principado que la princesa nunca sonríe. En realidad hay bastantes fotos de ella pasándoselo pipa en todo tipo de saraos durante su noviazgo con Alberto (que duró cuatro años) y los primeros años de su matrimonio. Pero con el tiempo y las operaciones de estética para estar perfecta foto tras foto fue perdiendo la frescura, la sonrisa y la paciencia.

La cosa se torció definitivamente cuando comenzó la campaña de dudas y rumores sobre si sería capaz de darle un heredero al príncipe. Entonces el gesto de Charlène cambió, ¿pero no es eso una señal de independencia? Estamos tan acostumbrados a que las princesas posen perfectas que ver a una aburrida, seria y simplemente pensando en sus cosas nos parece un acto de traición, ¿pero por qué tenía que sonreír Charlène a los mismos que afirmaban que era infértil, que su vida sentimental era un fracaso, que se burlaban de su acento al hablar o que afirmaban que su vida matrimonial era una mentira?

Todos recordamos a Felipe Juan Froilán de Todos los Santos muerto del aburrimiento en la boda de los príncipes de Asturias chinchando a su primos, el complejo sistema de comunicación de la reina Isabel II a sus asistentes sobre cuándo terminar una visita real según dónde coloque su bolso y se comenta que el rey Juan Carlos aligeró una visita a un convento en la que la reina Sofía estaba tan entretenida mandando a su consejero a decirla si es que se iba a meter a monja. Pero parece que el hecho de que algunos de los compromisos monegascos maten a Charlène del aburrimiento y lo demuestre poniendo cara de póker es, hasta el momento, lo más revolucionario que ha vivido Mónaco en las últimas décadas.

Vídeo. Charlène de Mónaco los looks más espectaculares de la princesa rebelde

Como lo fue en su día llorar el día de su boda, raparse la cabeza sin venir a cuento (¿alguien se imagina a la reina Máxima de Holanda o a Mary de Dinamarca haciendo algo parecido?), darle un zasca mediático a los aduladores de la corte (que los debe de tener a cientos) afirmando que en diez años solo ha hecho dos amigos o empeñarse a criar ella misma a sus hijos lejos de las cámaras y abandonando la tradición de nannies e indiferencia de Grace Kelly.

Hoy por hoy Charlène de Mónaco es una princesa que tiene un palacio a su disposición pero vive en su propio apartamento (como Mary de Dinamarca que hace lo mismo pero con mucho menos revuelo), lleva ella misma sus redes sociales desde las que envía mensajes mister wonderful al universo, debería ejercer a pies juntillas su papel como «princesa florero» colgada del brazo de su esposo pero ya dice que no a más actos que a los que dice que sí, prefiere irse a salvar rinocerontes vestida de camuflaje que ponerse taconazos, no habla francés pero sí isizulu y tiene debilidad por postear fotos en su Instagram con un rey zulú antes que con un conde o un duque europeo.

Y para confirmar su independencia desde la revista Tatler afirman sin pudor que Charlène ha reinventado el dresscode de la princesa moderna. Tras un noviazgo un tanto ñoño en cuanto estilo (y algún que otro retoque estético) en cuanto Charlène pudo dejó su impronta. Para ir dando pistas, en el Rose Ball monegasco de 2013, al lado de una Carlota Casiraghi envuelta en tules y volantes color rosa bebé, la esposa de Alberto II de Mónaco posó enfundada en una biker de cuero color crema que tapaba la capa de cuentas de su impecable Ralph Lauren color champán.

Y desde luego no ha sido Máxima de Holanda ni Kate Middleton (que se dejan bastante más presupuesto en ropa) las que se han presentado en una cena con un mono de lentejuelas plateado y palabra de honor (como hizo ella en 2017) o a una gala de premios vestidas con un esmoquín (cosa que sí hizo Charlène en 2018). Y para el recuerdo queda su momento Mad Max navideño de 2020 repartiendo regalos a los niños con la cabeza medio rapada, una bomber puesta y una mascarilla bordada de lentejuelas. En cuanto a estilo, desde luego, ha demostrado ser la royal más moderna de Europa. ¿Aceptaremos que también es independiente en todo lo demás?