La actual familia Grimaldi , a la que pertenece por matrimonio la atribulada Charlène de Mónaco y por línea directa Carolina de Mónaco y sus hermanos Alberto y Estefanía, desciende de Grimaldo, un noble genovés de la época de las primeras Cruzadas que se convirtió en Cónsul de Génova en 1162. Los Grimaldi se convirtieron en príncipes cuando ocuparon la fortaleza de Mónaco en el siglo XIII, tras años de luchas entre el papado y el imperio, los dos enclaves de poder que deseaban hacerse con este sitio estratégico del mapa de Europa, considerado parte de Génova. Por eso al principado monegasco le llaman «La Roca» de Mónaco, porque es apenas un peñón situado en la Costa Azul.
El principado de Mónaco se remonta a 1297 cuando Francisco I, llamado «El Malicioso» conquistó el lugar en nombre del Papa. Rainiero I, primo de «El malicioso», está considerado el primer príncipe de Mónaco. Pocas dinastías pueden exhibir un linaje tan antiguo -está emparentada con Casas como Baden, Lorena, Wurtemberg, Hannover, Polignac, Casa Ducal de Hamilton, Urach, Mérode-Westerloo, Baviera, Liechtenstein o Casa de Hesse-, a pesar de que se ha calificado al Principado como «reino de cartón piedra». Pero las desavenencias y los hijos ilegítimos llenan su historia.
Tras años de batallas por el dominio del principado, Honorato III (1720-1795) fue el primer Grimaldi que se divorció. Se casó con María Catalina de Brignole en 1757 y tras 13 años de matrimonio y dos hijos en común firmaron su separación. Su hijo Honorato IV (1758-1819) siguió sus mismos pasos. Se casó con Louise d´Aumont de Mazarom y tras 27 años juntos y dos hijos se divorciaron. Honorato V tampoco tuvo una vida sentimental ejemplar. No se casó y fue el primer Grimaldi que tuvo un hijo ilegítimo con su ama de llaves que recibió el título de marqués de Baux, que hoy ostenta el pequeño Jaime Grimadi.
otro dato curioso es que el Grimaldi dedicado a la actuación no fue Grace Kelly, sino la esposa de un príncipe reinante en el siglo XIX. A Honorato V le sucedió su hermano Florestán I, que se enamoró de la actriz Maria Carolina Gubert de Lametz y era tal su pasión por la interpretación que acabó contagiándosela a Florestán que alternó sus funciones como soberano con el teatro. Tuvieron dos hijos.
Al igual que María Carolina, la influencia de las princesas de Mónaco toma una importancia excepcional en la vida del principado. Carlos III (1818-1889), hijo de Florestán, fue uno de los príncipes más relevantes de Mónaco: propició nuevas actividades diplomáticas y fundó el famoso Casino. Y todo ello gracias a la impresionante dote que aportó al matrimonio su esposa, la condesa Antoinette de Mérode, una mujer de carácter emprendedor que se dio cuenta de la importancia de atraer a los turistas a Montecarlo. Ella misma se compró el castillo francés de Marchais, que todavía permenece en la familia, y en el que acabaría su vida la temible suegra de Grace Kelly la princesa Carlota Grimaldi.
Carlos y Antoinette tuvieron un hijo: Alberto I (1848-1922), que I se casó en dos ocasiones. La primera con Lady María Victoria Douglas Hamilton, un matrimonio condenado al fracaso ya que se trataba de un «arreglo» de sus padres con Napoleón III y la Reina Victoria de Inglaterra. Pero durante los cinco años que duró su matrimonio los príncipes no tuvieron apenas contacto y ella regresó a casa de sus padres, en Baden-Baden, donde tuvo a su hijo Luis II (1870-1949). Tiempo después se enamoró perdidamente de un conde húngaro, Tassilo Festetics de Tolna, con el que se casaría posteriormente.
A pesar de la humillación que sintió el príncipe Alberto, ocho años después del divorcio se casó en segundas nupcias con Alicia Heine, duquesa viuda de Richelieu y la primera princesa consorte de origen norteamericano y plebeyo, con la que no tuvo descendencia. Alice es una figura esencial en la dinastía Grimaldi, porque fue ella la que convirtió el principado en un importante centro financiero y cultural. Procedía de la poderosa familia de banqueros Heine-Freres.
Pero los padres de Alberto no aceptaron el matrimonio –no era europea y no era noble– y hubo que esperar a que falleciera el príncipe Carlos III para la boda. La princesa aportó al matrimonio una dote de seis millones de dólares y fue recibida con gran júbilo en el principado. Alice se convirtió en una especie de «ministra» que sustituia a su esposo en las labores de representación del Principado. Pero las ausencias del príncipe acabaron también con su segundo matrimonio. Alice se enamoró del compositor inglés Isidore de Lara. Alberto y Alice se separaron, aunque no se divorciaron, en 1902. Alice se instaló en Londres y se convirtió en una importante anfitriona de la vida social.
Al fallecer Alberto I le sucedió en el trono su hijo Luis II que protagonizó, hacia el final de su vida, un sonado escándalo al enamorarse locamente de la actriz francesa Ghislaine Dommanget, treinta años menor que él. Se casó con ella el 24 de julio de 1946, tres años antes de su muerte, y Ghislaine se convirtió, así, en la segunda consorte sin título nobiliario, actriz y, además, sin fortuna, de la familia Grimaldi.
Antes de su matrimonio, Luis II había llevado una vida licenciosa que le provocó una terrible sífilis, que le impidió tener descendencia. Pero, justo antes de este episodio, había tenido una hija ilegítima con Marie Juliette Louvet (1867-1930), una joven de origen campesino. Esta hija fue Carlota Grimaldi, nacida el 30 de septiembre de 1898. Años más tarde, Carlota se convirtió en la futura soberana de los monegascos. El 18 de marzo de 1920 se casó con el conde francés Pierre de Polignac (1896-1964) con el que tuvo dos hijos: Raniero III, padre de Carolina, Alberto y Estefanía, y la princesa Antoinette.
Pero las desavenencias matrimoniales parecían arraigadas en la familia monegasca. Meses después de su boda, Carlota y Pierre comenzaron a llevar vidas separadas hasta que el 18 de febrero de 1930 momento en el que el divorcio se hizo oficial. El príncipe fue desterrado de Mónaco durante varios años. Rainiero rememoraba en una entrevista la tristeza que había vivido en su infancia, siempre en manos de niñeras y viendo a sus padres apenas una hora todas las tardes. Su hermana, la princesa Antoniette, baronesa de Massy, heredó la tradición de las uniones inestables: se casó tres veces, con un campeón de tenis, un parlamentario y, finalmente, un bailarín estrella. Todos plebeyos.