Falleció dos meses antes de cumplir 100 años , el 9 de abril de 2021. Han pasado dos años y es muy posible que el príncipe Felipe, duque de Edimburgo, esposo de la reina Isabel II, no reconociera hoy a la familia real. Conflictos, incógnitas, modernización de la monarquía… La llegada de su hijo Carlos al trono ha supuesto una silenciosa revolución en palacio y ha dejado atrás tradiciones que parecían inamovibles.
El primer gran cambio de estos dos años ha sido el fallecimiento de su esposa, la reina Isabel II . Murió rodeada de sus hijos y algunos nietos, en el castillo de Windsor, el 22 de septiembre de 2022, un año y medio después que el Duque. Tenía 96 años y se había convertido en la monarca más longeva de la historia. En sus últimos meses de vida, Isabel, cada vez más débil físicamente, se refugió en el recuerdo de su esposo.
Sin él, era una mujer sola, que parecía sostener el peso de la historia sobre sus hombros, como demostró su imagen en el funeral del príncipe, en la capilla de St George, en Windsor, de luto riguroso y aislada en la presidencia de la ceremonia. Hoy yace junto a él en la capilla del palacio, junto a su padre, el rey Jorge VI, su madre, la reina Isabel, y su hermana, la princesa Margarita. Isabel y Felipe están juntos de nuevo, como lo estuvieron durante setenta y tres años de matrimonio.
Los cambios que han llegado después van a su ritmo, pero son imparables. Carlos quiere una monarquía adaptada a los tiempos, más cercana a la gente y más austera. Ha empezado por retirar algunas viviendas concedidas por la reina Isabel a algunos de sus asistentes más íntimos, como la estilista Angela Kelly , que ya no podrá disfrutar de su apartamento en Windsor, a pesar de que la reina se lo había asignado de por vida. Carlos quiere tener cerca solo a los miembros activos de la familia real.
El príncipe Andrés ha sido otra de las víctimas de este «adelgazamiento» de la realeza británica. Ya no tiene ninguna función en la corte, porque su hermano quiere mantener lejos de la corona el escándalo de su supuesta relación con menores en las fiestas del magnate Jeffrey Epstein. Andrés, duque de York, siempre fue el hijo favorito de Isabel.
Hoy Carlos le ha retirado su tratamiento de Alteza Real y Andrés se ha visto obligado también a abandonar su residencia de Royal Lodge, en Windsor, de 30 habitaciones, donde vivió desde 2004 con su exmujer Sarah Ferguson y sus dos hijas, las princesas Eugenia y Beatriz, a cambio de un alquiler modesto. Hoy parece que Andrés residirá en Frogmore Cottage, la residencia de Windsor que la reina Isabel concedió como regalo de boda a los duques de Sussex, Harry y Meghan.
Parece que podrán disfrutar de un apartamento en Buckingham cuando visiten el Reino Unido. Pero esta es, sin duda, la peor parte de todos los cambios que han tenido lugar tras la muerte del Duque de Edimburgo. Los conflictos desde que dieran un paso atrás como miembros senior de la familia real, en enero de 2020, no han hecho más que acentuarse.
El duque de Edimburgo, un hombre de carácter fuerte, educado en las adversidades y de una lealtad sin fisuras a la Corona y a la reina Isabel II, no podía entender la actitud de su nieto, al que protegió más que a nadie tras el fallecimiento de su madre, la princesa Diana. «No es lo correcto, ni para el país, ni para ellos mismos», aseguró según un íntimo amigo, aunque entendía la frustración de Harry con la prensa.
Pero luego llegó la entrevista con Oprah Winfrey, que los duques de Sussex concedieron un mes antes de la muerte del Duque de Edimburgo, y todo fue a peor. Para el duque, a pesar de que siempre creyó que el acercamiento a los medios era bueno para la familia, fue motivo de un hondo disgusto. En su momento calificó la iniciativa de «locura», y aseguró que de ello no podía salir nada bueno, según explicó su biógrafo, Gyles Brandreth, el único periodista al que concedió una entrevista personal en su vida.
El Duque pensó lo mismo cuando Diana y Carlos se sentaron ante las cámaras. Su credo personal siempre había sido «concede las entrevistas que quieras, pero no hables de ti mismo». Felipe siempre aseguró que cortejar la popularidad era una equivocación, porque esta no duraba y uno no debía creerse el centro del mundo
El funeral de Felipe fue la ocasión para que Harry se reuniera con su hermano Guillermo y con su padre. Pero fue un intento fallido. Harry regresó a California y siguió con su vida, y con sus planes. Poco después del fallecimiento de Isabel II, llegó un documental para Netflix y la autobiografía del Duque, «Spare».
Probablemente lo que más habría indignado a Felipe de Edimburgo habría sido la queja permanente de Harry y de su esposa, pero, sobre todo, las confesiones escandalosas acerca de la familia real, una falta de pudor y de lealtad que no entendía su código ético. Su reacción, sin duda, habría sido de una profunda tristeza e indignación. Pero las habría llevado en privado, como siempre ha hecho la familia real británica, y como también lo ha hecho el rey Carlos III, fiel a la divisa de los Windsor «ni quejarse, ni dar explicaciones».
Entre todo lo sucedido, sin embargo, hay una noticia que le hubiera hecho muy feliz: la concesión del título de duque Edimburgo a su hijo menor, Eduardo de Essex. Tanto él como su esposa, Sophie, estaban deseosos de continuar la labor de Felipe a favor de la juventud, que ocupó el centro de las preocupaciones de Felipe, durante toda su vida. El príncipe ya expresó en 1999, cuando Eduardo y Sophie se casaron, que le gustaría que su hijo llevara el título a su muerte. El rey Carlos anunció su concesión coincidiendo con el cumpleaños de Eduardo, el 10 de marzo de 2023. Un regalo para él y para su padre.
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