Hace ya 40 años que nacía para la prensa rosa la «princesa del pueblo»: Diana Spencer le daba el «sí quiero» al príncipe Carlos en una boda de película y sellaba su destino y el de su futura familia para siempre. Cuarenta años más tarde de ese acontecimiento royal de alcance planetario, nos preguntamos, ¿quién ha conservado mejor la herencia de Diana de Gales en los Windsor? Y la respuesta es clara, su hijo menor Enrique duque de Sussex. Desde que se casó con Meghan Markle y dio paso atrás como miembro senior de la familia real, Enrique de Sussex está siempre en el ojo del huracán… exactamente igual que lo estuvo su madre. Especialmente sensible, entregado a los demás y abierto a la hora de hablar de sus sentimientos (igual que la princesa Diana de Gales ), el anuncio de que va a publicar un libro de memorias ha caído como una bomba en los Windsor, la familia real que se jacta de seguir el lema «nunca expliques, nunca te quejes».
Enrique de Inglaterra tenía 32 años cuando desveló, en una entrevista con el periodista Bryony Gordon, cómo habían sido los años de sufrimiento y los problemas mentales que padeció tras la temprana muerte de su madre, la princesa Diana de Gales. Había necesitado terapia, dijo, para poder salir del túnel. El joven príncipe, que apenas tenía 12 años cuando falleció su madre, sufrió ataques de pánico y rabia y su vida se sumergió en «un caos total» durante al menos dos años. «No podía enfrentarme a ello, no sabía qué estaba mal en mí», reconoció en la emotiva entrevista.
Las afirmaciones desgarradoras se sucedían. El príncipe reveló que estuvo cerca de la crisis nerviosa total en numerosas ocasiones y bloqueó sus emociones durante años, una política del avestruz que tuvo graves consecuencias en su salud mental. Le costó dos décadas enfrentarse con sus padecimientos y ponerles solución. « Perder a mi madre con 12 años y cerrar todas mis emociones, tuvo un efecto no solo en mi vida personal, sino también en mi trabajo», confesaba.
Enrique de Sussex trabajó en su trauma antes de estar con Meghan Markle. /
En los veinte se lanzó a «vivir la vida» y se ganó apelativo de «Crazy Harry» («El loco Harry») y ocupó todas las primeras páginas de los periódicos por fumar marihuana, perder el control por el alcohol, asistir a una fiesta de disfraces vistiendo un uniforme nazi o acumular parejas rubias y con pronunciados escotes. Buscó ayuda, bajo el consejo de su hermano, y trabajó con sus demonios especialmente en los dos años previos a su compromiso con Meghan. « Ahora puedo tomarme mi trabajo en serio y manejar mi privacidad», concluía. Pero, ya entonces, confesaba que lo que le resultaba más duro era no poder hablar por él mismo y defenderse en el seno de la Familia Real.
Es difícil no ver en el príncipe a su propia madre: la pionera en hablar del fracaso de su matrimonio, sus desencuentros con los Windsor y su lucha contra la bulimia y la anorexia o la depresión posparto. Confesiones que ayudaron a crear conciencia en la gente sobre problemas de los que entonces no se hablaba. También recuerdan a ella la sensación que describe el duque de Sussex de estar atrapado en la familia real, de sentirse incomprendido y de actuar siempre con el corazón.
Su hermano Guillermo es un hombre inteligente, compasivo y sensible, cualidades que provienen de Diana, pero deja hablar a su cabeza. No puede ser de otra forma como heredero del trono. Enrique ha heredado la impulsividad de la princesa y su encanto y don de gentes para comunicarse con los demás.
Vídeo. Meghan Markle, ¿la nueva Diana de Gales?
En medio de la crisis que enfrenta a los hermanos y al príncipe con su padre, todos tratan de encontrar explicaciones, soluciones. Fue la propia princesa la que vio siempre a Enrique como más parecido a ella, mientras Guillermo lo era a Carlos, y la que trató de defenderlo para que la posición de su hermano no le hiciera sombra. El «chef» personal de la princesa, Darren McGrady reveló en una entrevista que Diana llegó a describir a su hijo menor como «un exaltado como yo».
En el asunto de su matrimonio con Meghan su reacción fue instantánea a través de la emoción: un flechazo y una huida de los que Diana llamaba «los chaquetas grises», los asesores de la Casa Real. «Ella siempre solía decir, ' Guillermo es profundo como su padre y terco y Enrique hace lo primero que se le viene a la cabeza». La tradición impone que el heredero ocupe el centro del escenario desde bien temprano y su hermano queda relegado a todos los niveles. Pasó con la princesa Margarita, hermana de la reina Isabel, y pasó con Enrique. Diana, entonces, se dedicó a él. «'Ellos cuidarán del heredero y yo cuidaré del hermano del heredero'», decía.
Le dedicó más atención y más amor, para que no se sintiera solo, por la atención especial que ya estaba recibiendo Guillermo. Era una forma de compensarle por cualquier trato injusto, como cuando la Reina Madre invitaba al té a Guillermo y no a Enrique o cuando pasaba más horas en Windsor con la reina. Para Diana era una lucha porque la familia real pensaba lo contrario. El heredero es el heredero, lo demás no importa. Hoy, tras las numerosas entrevistas que ha concedido Enrique explicando sus intimidades y las de la familia real, acusándoles de racismo y de no ayudar en cuestiones emocionales, sin duda Diana se reconocería en el «hermano del heredero» y en parte de su lucha por una realeza más abierta.