La boda entre el príncipe Alberto de Mónaco y la ex nadadora olímpica Charlène Wittstock no solo supuso el principio de una historia de amor digna de un culebrón turco, sino la irrupción por la puerta pequeña de los humildes Wittstock en el rico principado europeo. Con cero pedigrí royal corriendo por su venas ( Charlène es hija de un jubilado de Xerox y una profesora de natación), pero con muchas ganas de apoyar a la novata Charlène en sus nuevas funciones como princesa, uno a uno los Wittstock (especialmente sus hermanos Sean y Gareth)han ido ocupando un lugar en el entramado social y laboral de La Roca, una posición que se tambalea si la frágil Charlène no regresa a sus funciones principescas, esas que ha dejado relegadas al olvido desde hace ya más de un año.

Sean y Chantelle Wittstock, los pilares de Chàrlene en Sudáfrica

Una cosa está clara: el universo Wittstock orbita alrededor de Charlène y su papel como princesa. De hecho, hasta que Alberto se decidió (tarde) a hablar sobre su esposa y del problema que la mantenía retenida en Sudáfrica, la cuñada de Charlène, Chantelle Wittstock (esposa de su hermano Sean) era quien se encargaba de nutrir a los medios de las novedades sobre la princesa, su labor y su estado de salud.

Tanto Chantelle como Sean Wittstock (junto con colaboraciones puntuales de su padre Michael) son los artífices de la fama de la princesa monegasca en África, un reconocimiento pequeño pero que a Charlène siempre le ha hecho ilusión porque a pesar de sus diez años en Europa se sigue sintiendo más cercana a su país de origen que al entramado fashion y palaciego de Mónaco. El matrimonio Wittstock fue el apoyo de Charlène durante sus problemas de salud africanos y no dudó en acudir en representación de Charlène a los actos de conmemoración de la fundación del principado cuando fue más que obvio que la princesa no estaba en condiciones de asistir a ellos.

También fueron los encargados de promocionar las imágenes de Charlène en Sudáfrica durante toda su estadía (incluido el cumpleaños de su hija Aiva Grace), para dar un poco de contenido a la cuenta de instagram que ya por aquel entonces estaba claramente enferma y de publicar fotos inéditas de Charlène el pasado 23 de enero con motivo de su cumpleaños.

Su esfuerzo de relaciones públicas no solo resulta considerado, también les va en el sueldo. Antes de la boda de su hermana Sean Wittstock se presentaba a sí mismo como un hombre de negocios que había pasado por varias empresas y especializado en ventas que, además, sabía volar helicópteros. Ahora tanto él como su mujer trabajan para la delegación sudafricana de la Fundación Princesa Charlene de Mónaco que intenta mejorar la vida de la gente a través del deporte pero que el año pasado tomó una deriva más medioambiental al poner en marcha la campaña de protección de los rinocerontes que tanto dieron que hablar en su momento.

Gareth Wittstock y su vida en Mónaco como un Grimaldi más

El 19 de noviembre de 2021, fiesta nacional monegasca, Sean y Gareth Wittstock se asomaban por el balcón de palacio para saludar al pueblo asistente a las celebraciones de La Roca junto a los Grimaldi al completo. En aquel momento afirmaban en la revista People que tanto Gareth como Sean como Chantelle Wittstock se reunieron con Alberto de Mónaco y entre todos decidieron ingresar a Charlène en un centro privado y secreto por su salud (una decisión con la que la princesa estuvo de acuerdo). Los Wittstock en Mónaco, por lo tanto, hace tiempo que dejaron de ser artistas invitados en la vida de palacio para formar parte de ella de facto.

Que el papel de Gareth Wittstock, el otro hermano de Charlène, ha ido creciendo con el tiempo lo saben todos en el principado: para algo le apodan «el conde». Él, junto a su mujer Roisin (a la que conoció y con la que se casó en Mónaco) y sus hijas Kaia-Rose y Bodie, se han convertido en cómplices habituales de Alberto II, y los pequeños Jacques y Gabriella a lo largo de todo el año de ausencia de Charlène y muy especialmente en Navidad, donde se les vio juntos incluso en el célebre mercadillo navideño que la familia principesca monegasca instala en el puerto del principado.

Al contrario que el resto de la familia, que prefirió África a Europa, Gareth Wittstock tuvo claro desde el primer día que su futuro estaba en Mónaco. Vive en La Turbie desde que su hermana se casara hace ya una década. Si hay un Wittstock que tiene mucho que perder si Charlène no vuelve a Mónaco ese es Gareth. Su vida en el principado se lo ha dado todo, para empezar, a su mujer Roisin, a la que conoció en una cena organizada por amigos del príncipe Alberto.

En Mónaco, y bajo el paraguas del cargo de su hermana, Gareth Wittstock se reconvirtió de informático a secretario general de la fundación de la princesa, actividad que desarrolla en una oficina a escasos metros del palacio que ha abandonado su hermana, en los Jardins d'Apolline. Según la página web de la fundación, esta ya ha prestado su apoyo a cerca de 900.000 personas en 40 países con más de 400 proyectos que lo mismo previenen los ahogamientos en la playa que defienden la biodiversidad del planeta.

Gareth Wittstock lo ha dado todo por Mónaco, se ha convertido al catolicismo, porque es la religión oficial del principado, ha repartido mascarillas en lo peor de la pandemia, porque los Grimaldi lo hacían, e incluso ha acompañado a Estefanía y Álberto de Mónaco a Dubái porque, mágicamente, además de informático y gestor de fundaciones es el presidente de la Federación Monegasca de Rugby. Los Wittstock se están esforzando mucho para que nadie olvide que Mónaco tiene una princesa, ¿pero resistirán en sus puestos hasta que Charlène esté lista para regresar? Quizá el fin del reinado secreto de los Wittstock esté cerca de finalizar.