El 58 cumpleaños de la infanta Elena no va a ser, sin duda, como los demás. El año 2021 va estar marcado a fuego en su biografía, acompañando a 1995 (el año de su boda), 1998 y 2000 (los nacimientos de Froilán y Victoria Federica), 2007 (su cese temporal de la convivencia con Jaime de Marichalar), 2014 (la abdicación de Juan Carlos I, que vivirá unas navidades muy diferentes a las de antaño) y 2018 (el encarcelamiento de Iñaki Urdangarín). No hay que ser muy perspicaz para tomar nota de la discreción de la hermana mayor del rey Felipe VI, casi siempre salpicada de manera colateral por los avatares polémicos de otros miembros de la familia del rey.
Este año, Elena de Borbón ha vuelto a encajar un anuncio tremendamente difícil: la frustración de la vuelta a España del rey emérito Juan Carlos, un deseo de su padre que no logra hacer realidad. Si la infanta Elena celebra su cumpleaños en familia va a tener bajas significativas a la hora de soplar la tarta: a la de su hermana Cristina, afincada en Suiza, se suma por segunda vez la de su padre. Son las dos personas más importantes para ella, además de sus hijos.
Jamás sabremos cómo habría sido la trayectoria pública de la infanta Elena de no haber sucedido el escándalo financiero y sentimental que protagoniza el rey emérito Juan Carlos. Sí sabemos que Elena, ojito derecho de su padre, se encuentra con él cada vez que tiene la oportunidad. Sabemos, además, que toda la familia del rey han tomado nota del aumento de vigilancia que ha desatado la partida del emérito, porque se han extremado las medidas de discreción. En el terreno del mutismo el papel de la infanta Elena ha sido ejemplar, pues su silencio solo se ha roto este mismo mes, en la concesión del premio Menina de Honor por parte de la peña taurina Las Meninas de España.
Cuentan que, durante la entrega, desveló que hablaba con su padre cada día y trasmitió recuerdos de su parte para todos. Puede que estemos ante la persona que más está haciendo y puede hacer por traer a Juan Carlos I a España, pues mantiene el contacto con su hermano el rey. De hecho, este año volvió a representar a la Corona en un acto oficial, algo que no ocurría desde 2019.
Desde 2014, cuando Felipe VI accedió al trono con Letizia como reina consorte, la familia real quedó reducida a seis personas: los reyes, los reyes eméritos y las dos hijas de los monarcas, la princesa Leonor (que ha vuelto a casa por Navidad) y la infanta Sofía. Las hermanas del rey, las infantas Elena y Cristina, quedaron al margen de los papeles de representación, dejaron de cobrar del presupuesto público y abandonaron la agenda oficial discretamente. Fue en junio de este año cuando Elena, de manera puntual, acudió a la entrega de premios de la trigésima edición del Concurso de Pintura Infantil y Juvenil para centros escolares, convocados por Patrimonio Nacional.
Lo cierto es que sus apariciones permiten momentos incómodos, pues cuando no hay una noticia sobre las investigaciones del rey emérito, se publica un libro que destapa nuevos escándalos (como la biografía de su amiga entrañable Laurence Debray, que destapaba la mala relación de Juan Carlos I con su padre). Además, la fiscalía suiza ha estado investigando el presunto uso de la Infanta Elena de una sociedad offshore radicada en Panamá para recibir dinero de la presunta fortuna oculta de su padre. Si las pesquisas se archivan definitivamente, podríamos comenzar a ver con más frecuencia a la infanta Elena que, de hecho, ha recibido este mes un premio a su labor de divulgación de la hípica en la Madrid Horse Week. Su reaparición en un evento royal de gran gala, la boda del príncipe Felipe de Grecia con Nina Flohr, fue estelar: hacía mucho tiempo que no la veíamos tan espectacular.
Todo el hermetismo y la discreción que han caracterizado la vida de la infanta Elena estos últimos meses se ha roto por el lugar más insospechado: su hija Victoria Federica. Paradójicamente, el momento de máxima discreción de Elena ha coincidido con la máxima visibilidad de la nieta del rey emérito, algo que no parece haber disgustado en absoluto a la familia del rey. La incomodidad por las preguntas de los periodistas sobre el rey emérito no hace mella en Victoria Federica, que hace poco estrenó posado con su amor, Jorge Bárcenas, protegida por el calor diplomático de la alfombra roja de la moda de increpaciones y cuestiones peliagudas.
La nieta de Juan Carlos I habría encontrado una manera alternativa de recibir el cariño popular que no encuentra destino tras la desaparición de la familia del rey de la agenda oficial. Destinada a la influencia, no se ha resignado al destino discreto que seguramente le recomendaban y ha buscado otro tipo de soberanía. Ya la llaman la reina de Instagram. A su madre, seguro, le encanta.