La chaqueta torera de la venganza que alzó a la infanta Elena como icono: el look con el que demostró que había superado su divorcio con Jaime de Marichalar (y que ahora Victoria Federica ha copiado)

Victoria Federica de Marichalar y Borbón ya no necesita de apellidos para brillar. Solo le hace falta su presencia y un buen look. Y si es con historia y un punto patriótico, mejor que mejor. Consciente de que ya vuela sola, Victoria Federica llegaba a su última aparición pública entrando por la puerta grande. Poca broma porque la jerga taurina no es una licencia artística. Y en la familia de los borbones lo saben bien.

Presumiendo de altura y piernas infinitas con un pantalón palazzo rosa de Fernando Claro, Victoria Federica elegía un chaleco y una chaqueta torera en negro y dorado con los que capear los flashes como la influencer que es. Una pieza taurina de la firma Amazonia Sevilla que vuelve a poner de manifiesto que el reinado de Victoria en la alfombra roja se basa en tres claves: tradición, elegancia y memoria. Porque aunque esta elección pudiera parecer ligera, ni mucho menos. La hija de la infanta Elena ha querido lanzar, quizá incluso de manera subconsciente (aunque no lo creemos), un mensaje muy poderoso que solo se entiende echando la vista atrás.

Fue un mes de noviembre de 2007 cuando los duques de Lugo sorprendían al mundo (aunque no tanto a la prensa especializada) con su anuncio de « cese temporal de la convivencia». Un término con el que la infanta Elena, Jaime de Marichalar y Zarzuela intentaron maquillar la situación y ganar tiempo para enfrentarse al que dos años más tarde sería un divorcio anunciado y por todos esperado.

Se habían casado en la catedral de Sevilla el 18 de marzo de 1995. La felicidad de la hija mayor de Doña Sofía y de Don Juan Carlos I era más que visible. Se casaba con un hombre que su familia había aprobado, y de cara a los españoles formaban una pareja envidiable. Además, esta unión provocó lo que nadie esperaba: la transformación de la infanta Elena en un icono de estilo. El gusto estilístico de Jaime de Marichalar caló hondo en su esposa y pronto España tuvo a su primera royal fashionista (con permiso de la siempre impecable Doña Sofía).

Colores, estampados, pamelas… El armario de la infanta Elena dio un giro del que también se hicieron eco en el extranjero. Pero mientras que era ella la protagonista de estas crónicas fashion, el por entonces duque de Lugo era el que se llevaba el crédito dado que todos lo apuntaron como el artífice de dicho cambio. Tras firmar oficialmente el divorcio en 2009, ¿qué pasaría ahora con el estilo y la vida de la infanta Elena?

En una España en la que todavía se estaba asimilando el hecho de que un miembro royal se divorciara, al otro lado de Europa la princesa Victoria de Suecia preparaba su boda. Un enlace real al que, por supuesto, la casa real española estaba invitada. Se celebró el 19 de junio de 2010 y, sintiéndolo mucho por la princesa sueca, la infanta Elena le robó todo el protagonismo. Había pasado un año de su divorcio, y la ahora soltera y feliz infanta vio en este evento la manera de gritar al mundo «aquí estoy yo».

Con una sonrisa sincera y acompañando a los por entonces duques de Palma, la infanta Elena se adentró en la catedral de San Nicolás de Estocolmo con un espectacular look firmado por Lorenzo Caprile. Su vestido rosa intenso con una grandiosa falda en varias capas y una chaqueta torera de inspiración goyesca cuajada de pedrería y detalles de borla hicieron que el mundo se olvidara de su divorcio y de Jaime de Marichalar.

«Realmente el traje fue un bombazo tanto a nivel nacional como internacional. Dio mucho que hablar. En mi opinión, ella estaba regia en aquella boda. Que yo sepa no se la ha puesto en ninguna otra ocasión», recuerda el diseñador en una entrevista a Vanity Fair.

Ni falta que le hizo dado que aquella boda, y aquel look, fue todo lo que la infanta Elena necesitó para reivindicarse como la verdadera artífice de su estilo y, sobre todo, de su vida. De hecho, aquel enlace fue la presentación en sociedad royal de la por entonces princesa de Asturias y aunque deslumbró, la infanta Elena le hizo sombra. Como también se la hizo, sorprendentemente, a una soberbia Rosario Nadal.

Como la infanta Elena, Victoria Federica ya vuela sola, pero sin olvidar de dónde viene.