Su matrimonio, en plena década de los cincuenta, fue uno de los acontecimientos sociales del momento, el primer gran evento de la realeza europea, tras la segunda Guerra Mundial. La novia era sobrina del empresario Gianni Agnelli y descendía de una familia de la vieja nobleza austro-húngara, emigrada a Italia, mientras que el novio era heredero de la aristocracia alemana y española (¿quiénes son los Hohenlohe? ¿De dónde vienen? Te hemos hecho un resumen aquí).
Tras pronunciar sus votos, la joven se convirtió en Su Alteza Serenísima la princesa Ira von Fürstenberg. Era menor y su marido le doblaba la edad, pero aquello no era un problema entonces. Él era un codiciado soltero de oro y ella una de las grandes bellezas de la época. El matrimonio no duró mucho, pero ambos vivieron por igual entre los mundos de la aristocracia, de la jet set y del espectáculo.
La princesa Virginia Carolina Theresa Pancrazia Galinda von und zu Fürstenberg nació de la unión del ex príncipe austrohúngaro Tassilo, que había perdido su fortuna, y Clara Agnelli, hermana de Gianni, en 1940, en Roma, y se crio en Villa Fürstenberg, en Venecia, antes de ser enviada a un internado en Londres para escapar del escándalo que había provocado su propia madre al huir con un conde italiano.
En Londres, le enseñaron a hacer reverencias y a salir con gracia de los automóviles. Pero, a los trece años, ya se había convertido en una de la primeras modelos de baño de Emilio Pucci, aunque todavía no había hecho su debut oficial en sociedad. Tras dejar la institución, emergio como un cisne. Cecil Beaton la fotografió en su decimoquinto cumpleaños, poco antes de la boda, el 17 de septiembre.
Tanto su padre como su madre querían casarla cuanto antes, porque les parecía que estaba un poco desequilibrada. Ira solo tenía una personalidad fuerte, pero aceptó el matrimonio, que era para lo que se educaba a las niñas. Alfonso de Hohenlohe era un hombre muy galante, le hacía la corte desde los 14 años, y ella se enamoró. «Me pareció adecuada la vida de madre y esposa», confeso en una entrevista.
Para la ceremonia, Ira lució un vestido de encaje del discípulo de Madeleine Vionnet Pierre Griffe. La boda fue portada de la revista Life y Paris Match realizó una sesión de fotos prenupcial. Los recién casados viajaron a Nueva York, Acapulco y Marbella. Ira se convirtió en madre a los 16 años. El príncipe Christoph nació en 1956 y el príncipe Hubertus, en 1958. Pero Ira no era feliz, le parecía que su esposo pasaba más tiempo al teléfono que con ella y los niños, y siempre rodeado de gente. «Toda la energía que mi primer marido puso en ir en encontrar inversores en Europa, la puse yo en todas las fiestas del mundo», dice en una de sus biografías.
Ira decidió huir y, sin pensárselo dos veces, dejó a los dos niños, que todavía no tenían cinco años, y se instaló en Nueva York. Fue entonces cuando conoció al empresario y «playboy» brasileño Francisco «Baby» Pignatari. Fue «Baby» quien insistió en que se casaran y ella accedió y se divorció con apenas 20 años. Fueron a Las Vegas. Ira, estaba descubriendo la vida. El escándalo fue mayúsculo.
El matrimonio fue anulado en 1969. Alfonso rompió el acuerdo de custodia que habían firmado al separarse y se llevó a los pequeños a Marbella, donde él trabajaba en la gestión del Marbella Club y otros negocios, aunque tampoco se ocupaba mucho más de ellos. La lucha por la custodia duró años amargos, en los que Alfonso le prohibió a Ira visitar a los niños. Ira sufrió lo indecible, aunque sus años junto a ellos no fueron precisamente los de una madre dedicada. Los pequeños crecieron en internados en Austria. El mayor, Christoph falleció hace unos años en Tailandia en extrañas circunstancias.
El matrimonio con Pignatari, que no podía tener hijos, duró solo tres años. Ira decidió no casarse de nuevo, aunque vivió romances con algunos de los hombres más conocidos de la jet, como el Aga Khan, Gunter Sachs o Rainiero de Mónaco. Probó suerte en la actuación, con Franco Zefirelli, aunque actuó en muchas películas de dudosa calidad.
Su estilo de vida la llevó a posar para Vogue entre desde 1967 y toda la década de 1970, ante el objetivo de Henry Clarke, Elisabetta Catalano, Irving Penn y Helmut Newton. Entabló una estrecha amistad con Karl Lagerfeld. Ha sido también diseñadora de joyas, relaciones públicas de Valentino y artista. Hoy, con más de ochenta años, sigue con la misma vitalidad. Vive entre el Cortijo de 'Las Monjas', en Ronda, cerca de su hijo Hubertus, y Roma, y se dedica a la escultura.