La reina Letizia cumple hoy 50 años. Y repasando todos los lugares comunes que se repiten en torno a la monarca española, casi todos referidos a su carácter (obsesiva, controladora, perfeccionista…), el más imaginativo puede ser el que la coloca como la salvadora de la monarquía.

Es un diagnóstico al que no le faltan defensores. «La plebeya que venía a cargarse la monarquía es la que la está salvando», ha opinado la periodista Pilar Eyre. Digamos que, al menos, no la ha dañado. Lo femenino no suele sumarle poder al poder: solo puede restarle. «Se va a cargar la monarquía», llegó a comentar el rey Juan Carlos, refiriéndose a Letizia.

En realidad, este análisis convertido mil veces en titular de prensa contiene una verdad inapelable. Letizia ha logrado crear contra todo pronóstico una familia afectuosa y unida que funciona como un reloj. En este sentido, si se quiere colateral, la reina sí ha contribuido al sostén de la monarquía, una empresa en la que los lazos de sangre lo son todo. Sin embargo, no es ese el sentido de quienes la señalan como una salvadora de la Corona.

La tentación de proyectar en Letizia un papel institucional mayor que el que detenta en realidad es enorme. No solo porque el empoderamiento de las mujeres forma parte de la narrativa de este tiempo, sino porque imaginar a una reina con voz y voto disminuye la disonancia cognitiva que supone contemplar a una mujer inteligente y sobradamente preparada en un rol subordinado, decorativo o menor.

Si acudimos a las observaciones de José Antonio Zarzalejos, periodista, autor de 'El rey Felipe VI, un rey en la adversidad' y fuente solvente en cuestiones relativas a la monarquía, nos encontramos con que la reina Letizia juega un papel clave en los familiar pero relativo en lo institucional.

«La Reina Letizia ha asumido un papel fundamental: que sus hijas crezcan en un ambiente familiar rodeadas de cariño, comprensión y confianza», explicó Zarzalejos a 'XL Semanal'. «¿Por qué? Porque conoce bien a la familia de Felipe VI y a la suya propia, y no quiere reproducir en sus hijas los mismos traumas que han tenido que pasar ella y su propio marido».

Quién manda en Zarzuela

Sin embargo, el papel de Letizia no va más allá. «El Rey decide en función de sus responsabilidades institucionales y como jefe de la familia. No toma decisiones de tanta gravedad ni de tanto alcance porque tenga la influencia de éste o de aquél o porque su mujer se lo sugiera», ha aclarado José Antonio Zarzalejos en el diario 'Última hora'.

«Hay que extraer del ámbito de las influencias domésticas o amicales las decisiones del Rey y situarlas siempre en el ámbito institucional. La reina Letizia puede tener su criterio, pero no tiene ninguna relevancia institucional, sólo la tiene de forma simbólica».

Esta situación institucional de la reina, una figura importante simbólica y familiar pero sin poder institucional, da la medida de la gran renuncia de Letizia al comprometerse con el entonces príncipe Felipe, algo que destacan todas sus biógrafas no oficiales. Al casarse, Letizia perdió su voz. Un mandato de silencio lógicamente duro para una periodista y aún más difícil de aceptar para una mujer del siglo XXI.

Sin duda, la voluntad de Letizia debe ser de hierro, porque solo una determinación extraordinaria explica tal metamorfosis: de una de las periodistas estrella de los informativos en televisión, a la figura sonriente y rigurosamente silenciosa que vimos durante los años que siguieron a la boda real.

Fuentes próximas a Zarzuela han hablado de aquellos primeros años de aterrizaje en la familia real como el momento de «embridarla». Se trataba de «llevar a cabo un proceso de adecuación y adaptación a la Casa», algo que se logró obligándola a permanecer en silencio, sin agenda ni equipo, durante tres años, con la única función de acompañante de su esposo, el futuro rey.

Imaginemos lo que tuvieron que ser aquellos años de disciplinamiento, siempre silenciosa y un paso por detrás de todos los demás. Imaginemos cómo se debió sentir Letizia Ortiz, el gran talento joven de Televisión Española, la periodista a la que temía Ana Blanco porque la adoraba la cámara y todos sus jefes. Una profesional ambiciosa, capaz, acostumbrada a perseguirla excelencia, culta, con criterio y un concepto elevado de sí misma, convertida en una sombra.

«La transformación no ha sido nada fácil y creo que queda mucho de periodista en ella, por ejemplo su forma de trabajar»; ha desvelado la periodista Mabel Galaz, quien ha podido seguir a Letizia durante casi dos décadas y ahora publica la biografía «Letizia real».

«Cuando llegó a Zarzuela rompió el protocolo de la reina Sofía, que era más de saludar, conocer a la gente… Más de relaciones públicas. Ella mantiene reuniones de trabajo en las que lo pregunta todo. En ese sentido es muy pesada. La profesión de periodista la ha trasladado a su trabajo como miembro de la familia real».

Letizia Ortiz y el príncipe Felipe, el día del anuncio de su compromiso (FOTO: Gtres).

«Déjame terminar», le soltó Letizia al príncipe Felipe cuando este, en la primera aparición de la pareja ante la prensa ,el día del anuncio de compromiso, quiso interrumpirla. Fue la última vez que escuchamos a la reina hablar con naturalidad. «Creo que es una gran equivocación», ha afirmado Mabel Galaz, que explica en su libro cómo Letizia «pasó a ser silenciada y controlada por la casa del rey».

«La casa real está perdiendo un gran activo al no dejarla hablar», sostiene la prestigiosa periodista Rosa María Calaf. «Ya no vale mostrar las opiniones con gestos», subraya Galaz. «Estalla la guerra de Rusia y Ucrania y Letizia se pone una camisa confeccionada por mujeres ucranianas. No. Podría decir algo. Pero es que el rey también lo haría muy bien. Da mucha rabia cuando conoces a esas personas y ves que no les están dejando mostrar lo que son. Porque son mejores que lo que vemos».