sin descanso
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Es de dominio público: Letizia se disgusta cuando su look y sus particularidades opacan el relato de las causas que apoya. La reina se ha sacado de la manga todo tipo de trucos para hackear el piloto automático de los periodistas y colocar el mensaje deseado. De entre todos, el del chaleco rojo es el más genial. Lo lució por primera vez en 2020, en Honduras, y desde entonces no queda más remedio que hablar de la agenda de la monarca. En Guatemala toca los dos asuntos que más interesan a Letizia: la salud mental y la lucha contra la violencia de género.
La visión de la reina de España descendiendo de su avión ataviada con una sencilla camisa blanca y el sempiterno chaleco de Cruz Roja es, pese a lo repetida, impactante. Y de lo más simbólica acerca de la actitud afectiva con la que la Corona española aterriza en los países iberoamericanos. Conviene subrayarlo: la imagen de humildad que traslada Letizia es desarmante. Cojeando levemente, puso pie en Guatemala con su melena al viento. Al día siguiente se dejó de contemplaciones y la ocultó en su recurrente coleta.
Como a nadie sorprende ya que la reina española prescinda de atuendos elegantes y recepciones protocolarias, la primera dama de la República, Lucrecia Peinado, recibió a su invitada calzando unas llamativas zapatillas blancas. Un detalle de empatía y simpatía por parte de la esposa del presidente Bernardo Arévalo de León, que dejó paso a unas escenas de complicidad y risas no tan frecuentes en estos encuentros internacionales. Hubo química entre Letizia y Lucrecia.
Aunque su encuentro en el Palacio Nacional de la Cultura fue de carácter privado, la reina y la primera dama posaron para la prensa en el patio, adornado para la ocasión con flores rojas y amarillas. Al salir del edificio para acceder al patio en cuestión había que descender media docena de escaleras y ahí volvimos a ver que Letizia continúa bajándolas con prevención y cierta dificultad.
Los servicios de protocolo la colocaron ciertamente lejos de Lucrecia Peinado a la hora del posado, con dos metros entre ambas francamente inexplicables. Al advertirlo, Letizia no dudó en romper la orden dada y acercarse con familiaridad a la primera dama. Esta dudó por un segundo en si hacer caso o no a la rebelde reina. Fue entonces cuando Letizia la agarró del brazo, la acercó y ambas se rieron de la situación. Mientras las cámaras de los fotógrafos rugían, siguieron charlando.
Letizia y Lucrecia parecían viejas amigas, aunque lo cierto es que se conocieron en febrero de este mismo año, cuando la pareja presidencial guatemalteca viajó a Madrid en visita oficial. Entonces compartieron almuerzo en el Palacio Real, pero bien pudo ser que ambas influyentes conectaran. El detalle de la primera dama de colocarse unas zapatillas de deporte para recibir a la monarca es significativo. Esta, sin embargo, se puso sus conocidas botas Panama Jack, mucho más adecuadas para caminar.
Tras la reunión en la que hablaron sobre temas relacionados con salud mental, educación o juventud, acompañadas por los ministros correspondientes, ambas recorrieron el monumento al Bicentenario en el Parque Centenario antes de dar por terminado su encuentro. Allí se están llevando a cabo obras de recuperación para las que España aporta fondos a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).
A mediodía, la reina se trasladó al Centro Cultural de España en Guatemala donde mantuvo otra larga reunión con los miembros de la Oficina de Cooperación Española. En realidad, el plato fuerte de la jornada era la visita a la Escuela Taller Norte, la primera de la ciudad, situada en la Zona 18. Se abrió en 1999, tras el huracán Mitch, también con los aportes de la cooperación española y en ella se han formado más de 800 alumnos.
Junto a los estudiantes, Letizia estuvo en su salsa: no paró de preguntarse, parar e interactuar con algunas alumnas y alumnos. Son personas en riesgo de exclusión y residentes en barrios con fuerte presencia de bandas criminales organizadas (las maras) que aspiran a incorporarse al mercado de trabajo y ayudar a sus familias a salir de la marginalidad. Sin duda, sus relatos debieron impactar a la reina, que escuchó muy atenta cada uno de los testimonios que le hicieron llegar.
Letizia se interesó por cómo llegaban los jóvenes estudiantes a la escuela: el reclutamiento. «¿Cómo lo implementan? ¿Existe interés?», preguntó a la directora municipal de Educación y Cultura, Aída Bocock. También quiso conocer cuántos aprendices logran un empleo al terminar el adiestramiento, una meta que alcanzan ocho de cada diez. Bocock destacó que cada vez más chicas quieren ser herreras o carpinteras. «Es algo que nos ilusiona muchísimo».