La reina Letizia ha vivido en 2023 uno de sus años más esplendorosos, con triunfo internacional gracias a su elegancia y el favor popular, gracias a su reencontrada naturalidad. / getty images

Reconciliación y poderío

Por que 2023 ha cambiado completamente la idea que teníamos de Letizia: arrasa la reina poderosa, tierna y cercana

Letizia ha cerrado 2023 con el perfil público más presente de todo su reinado. La reina ha sumado a su reconocido poderío de estilo una renovada viralidad, que tiene mucho que ver con su pasado como periodista. Y con sus hijas.

En una jugada maestra de las relaciones públicas, la última imagen de la familia real de 2023 no será el famoso saludo entre la infanta Elena y el rey Juan Carlos ni el tradicional mensaje navideño del rey Felipe. Si nada ocurre en el último minuto, la guinda de la viralidad 'royal' de este año volverá a ponerla la reina Letizia, con su simpático vídeo de promoción de su colaboración con Gomaespuma: su vuelta a la televisión. Punto, set y partido.

Gusta y nos gusta esta Letizia más periodista que reina, pero sin quitarse del todo la corona. Acierta al ser generosa con la sonrisa, hasta cuando no apetece o procede. Por eso triunfó al acudir alegremente al 60 cumpleaños de la infanta Elena del brazo del rey Felipe y decepcionó su semblante serio, acaso justificado, en la jura de la Constitución de Leonor. La expresividad funciona, pero siempre sin gravedad.

La reina Letizia junto a la infanta Sofía ya en el Palacio Real, después de la jura de la Constitución de Leonor en las Cortes. / D.R.

A lo largo de 2023, levantamos acta de numerosos ejemplos en los que una Letizia definitivamente empoderada, sabedora de su popularidad y liberada totalmente de los miedos de antaño se dejaba ver con absoluta naturalidad. Y arrastrando con ella al rey Felipe, como cuando escenificaron de nuevo aquella foto de hace 20 años en los Premios Príncipe de Asturias en la que se estrechaban la mano, fingiendo no conocerse. O cuando ambos intentaron tocar el cajón (la reina no lo consiguió por la estrechez de su vestido) en su visita a Cádiz.

Letizia se ha hecho BeReal con deportistas (con dos equipos de waterpolo femenino, sin ir más lejos), ha grabado saludos para TikTok (con una estudiante que acudió a un acto de la Fundación Princesa de Girona) y se ha hecho selfies hasta con Belén Esteban. No faltaron sus visitas a Biocultura o la Feria del Libro de Madrid, ambas de incógnito pero virales. Como su aparición en un centro de El Corte Inglés, para que su amiga Sonsoles Ónega le firmara un ejemplar de su novela Premio Planeta. Lo que nadie vio venir fue su paseo triunfal en el Mundial de Fútbol Femenino de Australia y Nueva Zelanda. Allí marcó, con traje rojo y a lo loco, un golazo.

La reina Letizia en el estadio Accord de Sídney, donde se celebró al final del Mundial de Fútbol Femenino de Australia y Nueva Zelanda. / GETTY IMAGES

Vestida con el color nacional y acompañada por una forofa infanta Sofía, Letizia se dejó abrazar, besar y hasta agitar durante la celebración de la victoria de la selección nacional de fútbol femenino, campeonas del mundo. En el césped del estadio Accord hubo cero protocolo y, por una de esas carambolas del destino, la presencia de la monarca sirvió para subrayar todo lo reprobable que allí sucedió. Quien pensara en quitarle hierro como otra exageración femenina, no pudo hacerlo debido a que la reina estaba allí también.

Junto a la reina, la infanta Sofía se despedía silenciosamente de España en aquella final, pues solo nueve días después, el 29 de agosto, partía rumbo a Gales para estudiar Bachillerato en el ya conocido UWC Atlantic College. La despedida que nos enseñaron fue cien veces mejor que la de Leonor: en la puerta de casa, con las maletas asomando y su perro, Jan, sin querer dejarla. Todos en jersey y vaqueros, como una familia más. Cada salida de la familia real en plan dominguero rompió Internet: para ver 'Barbie' en un cine de Palma o a ver la pasión viviente de Chinchón en Semana Santa.

La despedida de la infanta Sofía de sus padres y de su perro, jan, antes de volar hacia Gales, donde estudia el Bachillerato Internacional. / d.r.

También suma a su figura, y mucho, la reconciliación: parece que la familia real en pleno acudió a la comida de Navidad en Zarzuela con la reina emérita Sofía, sus cuñadas y sobrinos. Este ha sido un año de tender puentes que empezó, en el funeral de Constantino de Grecia en enero, con su famoso paseíllo del brazo de Marie-Chantal Miller, su ex archienemiga. Allí, en Atenas, tiró un beso a sus sobrinos Marichalar y Urdangarin y presenció el primer contacto público entre el rey emérito Juan Carlos y el rey Felipe. Evidentemente, la reina ya domina el arte de las apariencias que es el secreto de la diplomacia.

La reina Letizia ya domina el arte de la diplomacia

La impasibilidad de la esfinge es hoy la mejor arma de la reina Letizia frente a los terremotos familiares, una virtud que ha exprimido sobradamente en 2023, con excelentes resultados. Ni los viajes del rey emérito a Sanxenxo, Londres o París ni las polémicas de sus sobrinos Marichalar la rozaron. Casi lo logra la extraña visita de Iñaki Urdangarin y Ainhoa Armentia a Baqueira, con visita sin permiso al chalet real. Fue Felipe VI quien neutralizó este ataque, acudiendo él mismo a Baqueira.

Recordemos el autocontrol de Letizia cuando el embajador de Irán no quiso estrecharle la mano en la recepción anual al cuerpo diplomático en el Palacio Real, a finales de enero. Solo delató su enfado una ceja: la enarcó casi hasta el cielo. Además, la reina supo parapetarse tras imponentes joyas y vestidos más o enormes en su visita oficial Dinamarca, parcialmente opacada por las fotos de su anfitrión, el futuro rey Federico, con Genoveva Casanova. Un papelón.

Letizia deslumbró con su primera aparición en Londres, en el cóctel previo a la coronación de Carlos III. / GETTY IMAGES

Sea como fuere, el refrendo internacional de la reina Letizia fue en 2023 inapelable. Llevó la marca España y la imagen de la Corona a la máxima valoración en prensa internacional gracias a la elegancia que desplegó en la Coronación de Carlos III, con dos looks de Carolina Herrera y Victoria Beckham para recordar. Pero, además, no faltó la reina que, vestida con el chaleco rojo de Cruz Roja y botas, apoyó la necesitada causa de la solidaridad global con un exitoso viaje a Colombia.

Esta Letizia natural pero autocontrolada, espontánea pero diplomática, reconciliada pero autónoma, se venía apuntando ya durante toda la década, probablemente su década prodigiosa, volcada aún en sus hijas pero ya con mucho tiempo para pensar en un posible legado. Ahí sí observamos un input nuevo, una marca personal que la reina sí ha sumado este año y que tiene que ver con su vocación: el periodismo. Ese plus que apareció en forma de memoria nostálgica en abril pero se ha mantenido como constante presente en una monarca que, por fin, habla.

La reina Letizia puso en juego todas sus armas de estilo en la cena de gala de su visita de Estado a Dinamarca. / GETTY IMAGES

Aunque observarla continúa siendo interesante, en 2023 hemos tenido que poner más empeño en escucharla, precisamente porque lo que dice importa cada vez más. Letizia ha logrado romper en ocasiones contadas, pero preciosas, la obligación de previsibilidad que suelen tener sus discursos, casi siempre construidos alrededor de lugares comunes. Y lo ha hecho echando mano de sus recursos como periodista, vivísimos cuando sugirió a sus colegas titular «La reina rapea por la salud mental», para llamar la atención sobre una causa que le importa especialmente. O cuando asaeteó a preguntas sobre decrecimiento a los expertos reunidos por la Fundesco, para hablar sobre el lenguaje de la crisis climática.

El periodismo ha estado especialmente presente en la agenda oficial de Letizia durante todo 2023, tanto que no puede ser casualidad que la monarca decida terminar el año acompañando a Gomaespuma, dos reputados colegas. La reina busca activamente vínculos con su antigua profesión: grabó un vídeo de felicitación a sus ex compañeros de 'Informe Semanal', el programa que celebró su 50 aniversario el pasado abril. Diez días después, una vecina de Córdoba le soltó el mantra que debe haber repetido para sus adentros cada vez que se le han rebelado sus enemigos: «La quiero mucho, a su marido y a sus hijas. El resto, ¡a tomar por culo!».