La esperada puesta de largo de Letizia en su primera cena de gala desde el inicio de la pandemia no ha defraudado. La reina ha sabido modular a la perfección la espectacularidad que las fans 'royal' anhelaban con cierta contención: aunque no ha dudado en echar mano de algunas de las piezas más espectaculares del joyero real (la tiara rusa de la reina María Cristina, el broche con la perla Peregrina II y el collar de chatones con pulsera a juego), el vestido negro de Armani resuelve en un discreto minimalismo la tentación de tirar la casa por la ventana.

Eso queda, probablemente, para el inminente viaje oficial a Suecia, donde tendrá ocasión de medir la puesta en escena de su estilo con la reina Silvia y la princesa Victoria. Sí ha vuelto a lucir una parte de su anatomía de la que se muestra particularmente orgullosa, aunque reciba críticas más o menos susurradas: sus musculados brazos. Estandarte de su constante entrenamiento, hay quien los critica por poco femeninos. Pero, ¿qué significa esto? ¿Por qué la reina o cualquier mujer no tendría que lucir orgullosa sus músculos?

Los brazos de la reina son, ahora mismo, factor de división. Mientras el mundo de la moda y las nuevas generaciones los consideran un logro de entrenamiento a imitar, desde otras instancias se leen como un rasgo indeseable en una mujer femenina. La feminidad en su expresión más clásica se relaciona con cierta debilidad y blandura, con la delicadeza y la languidez que reclama protección de su contraparte masculina. Este modelo de mujer decimonónico ha desaparecido de la sociedad del siglo XXI, pero algunos trazos persisten allí donde el peso de la tradición es mayor que el de la innovación.

De hecho, los brazos son una preocupación constante para las mujeres apasionadas por el entrenamiento que no desean romper con cierto pacto con la feminidad: cómo lograr la tonificación muscular idónea sin aumentar demasiado la masa muscular. Muchas mujeres que entrenan, avergonzadas por sus brazos potentes, deciden nos mostrarlos en público por considerarlos feos o masculinos. Temen alejarse de lo que se supone que tiene que ser una mujer.

Que la reina Letizia luzca orgullosa sus brazos, poseedores de una potencia muscular que se aprecia bastante bien en las fotografías que la captan de perfil, supone un mundo para las mujeres que entrenan y que temen parecer fuertes. Los brazos de la reina expresan a la perfección el rigor, la exigencia y la fortaleza que requiere ocupar un trono europeo, pero también cierta ruptura con un modelo de feminidad más bien pasiva y contemplativa, que nada tiene que ver ya con mujeres que trabajan, entrenan, llevan su casa y forman familias.

No se menoscaba de ninguna manera la feminidad de las mujeres potentes, musculadas y con brazos y piernas fuertes, de la misma manera que no disminuye la belleza ni la salud de aquellas que no acuden cada día al gimnasio y aceptan sin resistencias las huellas en la piel del lógico paso del tiempo. Es una locura que a las mujeres les obsesione tanto ocultar sus brazos, tanto si ya lucen la natural flacidez como si consideran que tienen demasiado músculo. Hablamos de autocuidado, pero tendríamos que desterrar este autocastigo.