No es la primera vez que un discurso de la Reina pasa por delante de su atuendo, el argumento noticioso que suele colocarla en los titulares. En las escasas ocasiones en las que ha tenido que subirse a la tribuna para dar un discurso en lugar del Rey (por ejemplo, en la entrega de los Premios Rey Jaime I, en 2020), algunas periodistas atentas ha señalado su solvencia, rigurosidad y capacidad para comunicar su mensaje, cualidades que trascienden con mucho la pertinencia de sus milimetrados looks. Volvió a suceder durante Santander WomenNOW, el congreso de liderazgo femenino que Letizia clausuró con un discurso. Su capacidad para empatizar con los asesinatos de Olivia y Anna, las niñas de Tenerife secuestradas por su padre, y Rocío Caíz, la adolescente de 17 años asesinada por su ex novio en Sevilla, volvió a mostrar el poder de su voz cuando sintoniza.

«No creo que haya nadie esta mañana que no intente ponerse en la piel de las personas que aman a estas niñas, a estas menores asesinadas«, dijo Letizia. »Es difícil evitar la expresión de dolor y tristeza por el asesinato de menores«, añadió con contundencia, pero visiblemente afectada. Y añadió: «Es difícil condensar en pocos mensajes todo lo que aquí se ha dicho. Porque se ha hablado de feminismo, de igualdad, de la vida, de las mujeres que queremos ser, de lo que queremos que nos defina, de nuestra capacidad de adaptación, de responsabilidad, de sostenibilidad, de nuestro talento«. Son palabras que suscribiría cualquier madre pensando no ya en ella misma, sino en el mundo que va a legar a sus hijas.

Letizia lleva tiempo visibilizándose como un activo valioso para la Corona, con potencial más allá de sus labores habituales en las tareas de representación. Durante los peores meses de la pandemia de covid-19, quedó manifiesta su inteligencia a la hora de encontrar el fondo y la forma idónea para manifestar su solidaridad. Y tampoco han pasado inadvertidos sus discursos. En «Empoderamiento y discurso femenino: el caso de la Reina Letizia de España», la investigadora de la Universidad Rey Juan Carlos Palma Peña Jiménez analizó los discursos pronunciados por la Reina entre 2005 y 2018: más de los que pronunció la reina Sofía en todo su reinado. «Con una acusada personalidad, constituye una praxis sin precedentes, un cambio histórico que, al margen de otras consideraciones, contribuye al empoderamiento femenino y otorga un giro radical a una institución secularmente masculina« escribe Peña Jiménez.

«Doña Letizia pronuncia discursos perfectamente estructurados, informados y nutridos de contenido, tomando en ocasiones posición ante debates de actualidad«, escribe en su análisis esta investigadora. »La Reina ha abandonado el papel tradicional de acompañante silente del jefe del Estado, a favor de un estatus participativo, protagonista y, en ocasiones, comprometido«. Peña Jiménez confirma que asistimos a una consistente actualización del papel de las mujeres en la Corona, aunque aún sean los vestidos y tiaras los argumentos de visibilidad a nivel popular. Como señala esta investigadora, «doña Letizia altera el modelo de poder», de ahí que sea importante no complicar una tarea que puede marcar el futuro de la institución a pocos años vista.

Aunque pueda ser conveniente no resaltar más de la cuenta esta alteración de poder, no deja de resultar injusto que la inteligencia de Letizia solo pueda manifestarse a través de la pulcritud e idoneidad de su apariencia. Fijándonos solo en eso, no solo envíiamos un mensaje equivocado al respecto del potencial de las mujeres en general, sino que se socava el papel más importante que ejerce hoy: el de modelo de mujer para una futura reina, Leonor, llamada a consolidar la institución en el siglo XXI. ¿Cómo lograr que la futura reina sintonice con los ciudadanos si estos no han tenido un modelo de autoridad femenina que no se legitime por sus palabras, sino por sus vestidos? No se trata de una simple cuestión de empoderamiento personal: toda la visibilidad que Letizia pueda lograr hoy para sus discursos es semilla de un espacio ganado para su hija mañana.

Desafortunadamente, las mujeres que ocupan posiciones de poder no disfrutan de la misma credibilidad que los hombres. Virginia Woolf detectó que esta circunstancia disfruta, además, de cierta invisibilidad: la escritora la llamaba «el poder hipnótico de la dominación». Por esa razón, los Objetivos de Desarrollo Sostenible sobre los que giran ahora mismo todas las instituciones europeas establecen como objetivo número 5 de la Agenda 2030 «lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas», especialmente en lo que concierne a la educación, la atención médica y la consecución de un trabajo digno. No parece factible que para 2030 hayamos dejado de juzgar a las mujeres básicamente por su aspecto. ¿Quizá para 2050?