No solo las marcas monitorean su popularidad y mutan para lograr más presencia e influencia. La realeza también se desayuna con encuestas que desvelan hasta qué punto sus discursos y apariciones cuentan con el favor (o el disgusto) de la ciudadanía. Muchas son un encargo de distintos medios de comunicación, con lo que la sospecha del sesgo suele planear en los comentarios. Las más interesantes son encargadas puntualmente por las distintas casas reales y sus cifras suelen mantenerse en secreto. Sin embargo, en estos días se ha filtrado el resultado del último sondeo encargado por Zarzuela para tomarle la temperatura a la popularidad de la Familia Real. Y un dato ha llamado la atención: la popularidad de la reina Letizia sube. Por fin.
De confirmarse esta filtración, algo difícil porque Zarzuela no suele hacer pública estas prospecciones, se rompería al fin la narrativa que insiste en la reina que no acaba de encontrar su sitio. Desde que abriera su agenda oficial en 2007 hemos leído todo tipo de críticas, desde el relato de pequeños fallos de etiqueta diplomática a análisis de funciones injustos, cuando se observó que Letizia optaba por no acompañar al Rey en determinadas apariciones (por ejemplo, en las juras de cargos políticos o ciertos viajes del Rey) o al trascender que la Reina deseaba cumplir un horario que le permitiera conciliar con su papel de madre.
La tragedia de la Covid-19 también puede haber marcado un antes y un después en la percepción del papel de Letizia, por su infatigable búsqueda de la perfección tanto en su imagen como en la ejecución de sus funciones. Su aparición como voluntaria para la Cruz Roja o su emoción en los homenajes a las víctimas agrietan esa supuesta frialdad que también vimos romperse en su discurso en el congreso Santander WomenNOW, en el que recordó a víctimas menores de edad de la violencia de género. Sea como fuere, los datos de Zarzuela confirman que Letizia se ha convertido en un importante activo de la Corona, hasta el punto de superar a la reina Sofía. Es la primera vez que ocurre desde que la asturiana se convirtió en Princesa de Asturias.
Ahora mismo, el ranking de popularidad para la Familia Real española quedaría así: el primer lugar el rey Felipe II; en segundo puesto la infanta Leonor y, en tercer lugar y por primera vez por delante de la reina Sofía, la reina Letizia. Tanto ha sorprendido esta trayectoria ascendente, que hay quien vislumbra un renovado protagonismo de la Reina en la agenda de otoño, cuando va a tener que compensar la ausencia de su hija mayor.
Sería un vuelco en la política de Casa Real al respecto de la agenda oficial de Letizia, habitualmente reducida a apariciones que tienen que ver con lo benéfico o el acompañamiento al Rey en actos oficiales. Esta misma semana, Felipe II asistirá a cinco actos, incluida una audiencia a José Manuel Pérez Tornero, presidente de RTVE, donde Letizia trabajó antes de la boda real. La Reina, sin embargo, tiene dos: una reunión de trabajo sobre el impacto de la salud mental durante la pandemia y otra con la Asociación Española contra el Cáncer.
¿Por qué no se le saca más partido a la figura de la Reina, más allá de su colaboración con determinadas causas benéficas? ¿Quién decide el papel que le corresponde a Letizia en sus funciones de representación de la Corona? La historiadora Guiomar Acevedo López recuerda que su función no está regulada en ninguna norma legal. «Nada regula su nombramiento, pero lo verdaderamente significativo es que constitucionalmente no tiene funciones ni como princesa ni como reina, a menos de que en algún momento tuviese que asumir la Regencia. En ese caso se tendría que aprobar una ley orgánica para tal fin», aclara esta historiadora.
A efectos legales, la Reina no tiene más función que la de acompañar al Rey, con lo que todo lo que logra hacer independientemente ya es, por así decirlo, una concesión. ¿De quién? ¿Quién decide, entonces, qué papel debe cumplir la reina? «Eso no se decide», explica Yolanda Gómez, catedrática de Derecho constitucional de la UNED. «Es una programación de agenda que se planifica en el ámbito privado de la Casa Real».
Como sucede con el resto de tronos europeos modernos, la monarquía que Felipe y Letizia representan y han de legar a su hija funciona cada vez más como una marca corporativa y cada vez menos como la institución que inauguró nuestra democracia. Recordemos: en el argot de los Windsor, la institución monárquica británica se conoce como 'the Firm' ('la firma'). Y dicha marca no tira únicamente de la reputación del Rey, sino que incluye a Letizia y a sus dos hijas, una complejidad que la lógica puramente institucional no alcanza a desarrollar completamente, a todos los niveles que la monarquía considerada como marca posee. Si tenemos una Reina de la que se destaca su profesionalidad y su concienzudo trabajo, ¿por qué no la vemos y la escuchamos más en esta clave? ¿Por qué lo que hace y dice la Reina no tiene el brillo que consigue con sus looks?
20 de enero-18 de febrero
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