foto de uniforme
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La reina Letizia se reencontró ayer con su hija Leonor en Zaragoza. De todos los actos institucionales que se acumulan cada año en la agenda oficial de los reyes, los militares pueden ser los más tasados. Tropa y mandos se cuadran y desfilan marcialmente y, de alguna manera, se espera que los monarcas respondan con un control acorde.
En el aniversario de la jura de bandera del rey Felipe VI en la Academia General Militar de Zaragoza, un acto especialmente emocionante por la presencia al completo de la promoción con la que juró por primera vez hace 40 años, no fue el soberano el que distrajo las formas. Fue, evidentemente, la reina Letizia.
Gracias a la simpatía y la espontaneidad de la reina, el tono adusto y grave que inevitablemente tienen los actos protocolarios militares, sobre todo si se celebran en un entorno tan sobrio como el Patio de Armas de la Academia General Militar de Zaragoza, se rompió. Su look ya era una declaración de intenciones, pues eligió un traje celeste que con el sol parecía blanco y la elevaba como un punto de luz en una nube de azul marino y verde oliva. Fue, como Marisol, un rayo de sol, pero no solo por su indumentaria. Letizia entró en el recinto sonriendo.
Atrás quedaron los nervios, imposibles de disimular, cuando hace siete meses, el pasado 6 de octubre, era la propia Leonor la que juraba bandera y, por primera vez, exponía a la vista de todos su marcialidad al desfilar, el autocontrol de sus nervios y el grado de comunión con lo militar que había podido asumir.
La joven cadete pasó la prueba con nota, como pudimos colegir de los gestos de alivio que Letizia hizo al terminar su debut como recluta castrense. Por suerte, en esta ocasión la futura reina solo debía comparecer con sus compañeros de segundo curso.
No debió haber pasado demasiado tiempo desde que Leonor y Letizia compartieron techo y tiempo en Zarzuela, pero la ansiedad de la reina por contemplar a su hija no conoce límites. Sobre todo, si lleva puesto el espectacular traje de gala de los cadetes del Ejército de Tierra, con su sombrero terminado en un penacho rojo.
La satisfacción que la monarca experimenta al ver cómo su hija cumple con aplomo con su deber es distinta al controlado orgullo que muestra el rey Felipe. La monarca se muestra exultante. No puede disimular de ninguna manera su alborozo.
Al entrar en el Patio de Armas de la Academia General Militar del Ejército de Tierra, ya Letizia sonreía pensando en que iba a ver a Leonor uniformada. De hecho, al llegar a la altura de la formación de los cadetes no se privó de buscar con la mirada a su hija, acaso con alguna pista acerca de por dónde le tocaba colocarse. Bastaron unos segundos para que la localizara: el radar de una madre, en este caso de una reina madre, no falla.
Letizia acudió a la tercera jura de bandera del rey Felipe VI en calidad de reina consorte, sí, pero sobre todo en calidad de madre. No lo puede evitar: sus constantes gestos, sonrisas y miradas cómplices delatan que la progenitora pesa más que la monarca, incluso en actos tan protocolarios como este. Nada más localizar a su hija, la reina no pudo evitar dirigirse al rey y señalarle dónde estaba. La verdad: recordaba muchísimo a esas madres que señalan a sus hijas en su comunión, en su función de fin de curso o cuando salen a jugar un partido.
Camuflada entre cadetes, Leonor bastante tenía con procurar que el gorro afirmado precariamente sobre su barbilla no perdiera el obligado equilibrio. Y eso que hasta el rey Felipe, contagiado de la naturalidad de Letizia, sonrió al enterarse de que la madre ya había localizado a 'su polluela'. Algo más tarde, cuado el monarca se adelantó a su promoción para besar la bandera en primer lugar y jurar por tercera vez en su vida, la reina le recibió en el estrado con la misma sonrisa amplia que había dedicado a su hija. Imposible fingir esta alegría: ayer la familia real exudaba armonía.
Aunque nada se sabe oficialmente de la próxima agenda de la princesa Leonor, los analistas reales afirman que los monarcas no volverán a reunirse con su hija hasta julio, en los Premios Princesa de Girona y poco antes de que comience sus merecidas vacaciones de verano. Entonces termina su estancia en la Academia General Militar de Zaragoza, pues su segundo año como cadete continuará en la Academia General Militar de Marín (Pontevedra), donde se formará como futura alférez de la Armada y embarcará en el buque escuela Juan Sebastián Elcano. ¿Acaso la futura reina no continúa pasando muchos fines de semana en Zarzuela? Eso era lo que teníamos entendido sobre su agenda.
En todo caso, esta fue la tercera jura de bandera del rey Felipe, después de la que realizó a los 17 años al ingresar en la Academia General Militar de Zaragoza y de la que protagonizó en 2010, cuatro años antes de ser proclamado Rey, con motivo de las bodas de plata de su promoción. Volverá a besar la enseña nacional dentro de diez años, cuando se cumpla el medio siglo de su ingreso en la carrera militar. Entonces, la princesa Leonor estará más que licenciada, con el grado de teniente del Ejército de Tierra y del Ejército del Aire y alférez de navío de la Armada.