Le ruego que no se ande por las ramas. ¿Se trata de nuevo de mi hijo? Ha de saber que en París siempre abundan los rumores, las habladurías. Y, con sus apellidos, el infante está especialmente expuesto.
- Me ha pedido que sea directo, alteza. En la prefectura central empiezan a acumularse atestados en los que aparece su nombre.
La conversación en la residencia parisina de la infanta Eulalia -hija de la reina Isabel II y tía de Alfonso XIII- con el entonces embajador español en la capital francesa da buena cuenta de que a la altura de 1910 Luis Fernando de Orleans y Borbón ya acumulaba los escándalos a sus espaldas y empezaba a ser un problema para la imagen de la monarquía.
Este diálogo forma parte de El hijo de Eulalia (editorial La Esfera de los Libros), novela histórica de reciente publicación en la que se narra la apasionante vida, plagada de toda clase de excesos, del mencionado don Luis, a quien su primo el rey terminaría despojándole del título de infante y expulsándole de la familia real, harto de los escándalos que no dejaba de protagonizar y que comprometían a la misma Corona.
Fue Luis Fernando de Orleans un heterodoxo, un príncipe que prefirió labrarse su propio destino, un actor frustrado, un personaje fascinante y desenfrenado que se convirtió en uno de los protagonistas más singulares de la Belle Époque y de los locos años 20 en París. Tan presente en las fastuosas fiestas de la aristocracia y en los refinados salones literarios como en los más divertidos cabarés del momento y en los burdeles de baja estofa.
Los primeros escándalos del infante en la capital francesa se debieron precisamente a su asistencia frecuente a locales para noctámbulos a los que acudían hombres en busca de muchachitos y falsos marineros competían por ofrecer su carne fresca. Más de una vez fue detenido el español en redadas de la policía, aunque tan pronto como en comisaría descubrían su identidad, le soltaban pidiéndole disculpas.
Sus excesos con el alcohol y con las drogas de moda entre la élite francesa le llevaron igualmente a figurar con demasiada frecuencia en los periódicos más amarillistas del momento, que se frotaban las manos con las andanzas de todo un miembro de la familia real borbona. Especialmente difícil les resultó a las autoridades galas silenciar los trapicheos con cocaína en los que también incurrió nuestro protagonista cuando se vio falto de dinero.
La noche del 28 de septiembre de 1924 lo cambió todo. Un episodio especialmente escabroso y con tintes rocambolescos, bien tratados en la novela, marcaría un antes y un después en la vida de don Luis. Alcohol, mucho alcohol; los efectos de la ingesta excesiva de estupefacientes; pasión carnal; un ménage à trois que empezaría muy bien y acabaría muy mal; un muerto... Nuestro infante se vio envuelto en un escándalo de dimensiones tan considerables que su primo Alfonso XIII, con quien tan bien se había llevado en la niñez y la primera juventud, colmado en su paciencia, terminó por quitarle títulos y honores.
He nacido y moriré infante de España, como tú has nacido y morirás rey de España mucho tiempo después de que tus súbditos te den la patada en el culo que te mereces.
Ésta fue la furiosa respuesta que don Luis dirigió al monarca. Y no anduvo falto de clarividencia. Tiempo tendría el ya ex infante para ver cómo se proclamaba en España la Segunda República, y toda la familia real se veía obligada a abandonar de forma precipitada Madrid para comenzar un largo exilio. Lo relata también El hijo de Eulalia, novela en la que comparten protagonismo con el príncipe caído en desgracia varios de sus familiares, entre ellos su hermano Ali, quien también sufrió la ira de Alfonso XIII por contraer matrimonio sin permiso real con la princesa Beatriz de Sajonia Coburgo -una protestante en Palacio, otro gran escándalo- y por supuesto la infanta Eulalia. La primera feminista de nuestra dinastía, mujer de armas tomar y todo un verso suelto, también se convirtió en una china en el zapato del rey por episodios tan embarazosos como su amenaza de divorciarse o la publicación de un libro que levantó ampollas en la Corte y por el que se barajó igualmente desposeerla de su dignidad de infanta de España.
De los muchos escándalos de Luis Fernando de Orleans, quizá el más hilarante fuera su boda. Homosexual indisimulado, no le faltaron sin embargo riquísimas pretendientas. Pero sólo se plantó en el altar del brazo de la acaudalada y excéntrica princesa viuda de Broglie. Cuando contrajeron matrimonio, ella tenía 73 años, le sacaba más de tres décadas al novio. Los motivos y las consecuencias de aquel enlace, junto a muchos otros detalles de la trepidante vida de uno de los miembros más desconocidos de la dinastía real española, en la novela El hijo de Eulalia.