Mary de Dinamarca cumple 50 años más cerca del trono que nunca: cómo ha pasado de plebeya a reina y por qué su reputación mejora por momentos

El coronavirus ha provocado la suspensión de la celebración oficial de los 50 años de la Princesa Mary de Dinamarca. La cena de gala prevista para el próximo 4 de febrero, víspera de su fecha de nacimiento, en el Castillo de Rosenborg, ha quedado en suspenso. La Casa Real danesa ha anunciado que la celebración se mantendrá en la intimidad, sólo con la familia. Una ocasión para que Mary brille como nunca que ha quedado pospuesta.

Coincidiendo con la inauguración de «Su Alteza Real la Princesa Heredera Mary 1972-2022», se ha dado a conocer el retrato de la princesa, obra del pintor español Jesús Herrera, un cuadro con motivo de su 50 cumpleaños, que tendrá lugar mañana 5 de febrero. Algunas exposiciones organizadas en honor de la princesa se mantienen a pesar del coronavirus y repasan su vida, su trayectoria y su importancia para la realeza danesa, mostrando fotos, retratos y objetos personales, en el Museo Nacional de Historia del Castillo de Frederiksborg, el más grande de Escandinavia.

Esta historia visual cuenta la evolución de una joven profesional de Australia hasta convertirse en la Princesa Real (y que será reina pese a quien le pese) que es hoy, una de las mejor valoradas de Europa. Su historia de superación hasta alcanzar la aprobación de la Reina Margarita se considera ejemplar. Sus quince años de trabajo han dado su fruto. En octubre de 2019, Margarita de Dinamarca la nombró regente. De esta forma, Mary puede ya ejercer las funciones institucionales de su suegra como jefa de Estado, lo que demuestra la confianza y el aprecio que la Reina deposita hoy en ella.

Fuentes de la Corona han comentado que la Reina ha pasado incontables horas con Mary para prepararla como consorte. La australiana se ha convertido en el símbolo de una nueva manera de entender la monarquía. El 75% de los daneses opina que será una buena reina consorte. Es el personaje de la familia real danesa mejor valorado, tras la Reina.

Pero la historia de esta relación entre madre y nuera comenzó de forma complicada. La reina Margarita tardó cuatro años en aceptar a Mary como la esposa adecuada para su hijo Federico, el heredero. El príncipe mantenía un vínculo difícil con su madre ya antes de la llegada de Mary Donaldson a su vida, pero los problemas se agudizaron cuando Margarita le prohibió casarse con ella, de buenas a primeras, y le impuso una especie de tiempo de reflexión.

El «placet» real llegó el 23 de septiembre de 2003, con el anuncio del compromiso de Federico y Mary, y la boda se celebró finalmente el 14 de mayo de 2004. Margarita de Dinamarca es una reina atípica, que compagina el trono con su actividad como artista y productora de teatro, pero con una de las mentalidades más conservadoras del Gotha. Estaba escarmentada de las múltiples novias inconvenientes de su hijo – desde Katja Storkholm, una modelo de ropa interior, a Maria Montell, una cantante pop, pasando por Bettina Oedum, una diseñadora de moda-.

Federico y Mary se habían conocido en el año 2000, durante los Juegos Olímpicos de Sydney. Coincidieron en un popular bar de copas, el Slip Inn, al que había acudido el heredero de la corona danesa con varios amigos, entre ellos el príncipe Nicolás de Grecia y el rey Felipe VI, y su hermano, el príncipe Joaquín. Parece que fue el primo de Felipe de Borbón, Bruno Gómez Acebo, quien los presentó. Federico dijo que se llamaba «Fred», y ahí empezó la conversación. Mary y Federico intercambiaron sus teléfonos. Mary no supo con quien había estado hablando hasta que uno de sus acompañantes le musitó que eran «unos príncipes».

La propia Mary lo ha contado después, en un programa de televisión: «La primera vez que hablamos, nos dimos la mano y yo no sabía que se trataba del príncipe Federico. Una hora después alguien vino y me lo dijo». La química fue instantánea. «Federico hace feliz a quien tiene cerca. Nuestra relación se hizo fuerte porque nos comunicábamos a través de las palabras en la distancia», reveló.

Su relación empezó marcada por la distancia y, sobre todo, por la necesidad de una extrema discreción. Federico viajó en secreto varias veces a Australia para ver a Mary. En los siguientes tres años, se les vio juntos en Australia y en Dinamarca. En gran parte, Mary ganó la partida por su absoluto hermetismo. Nunca dijo ni una palabra a la prensa. No se conoce ningún momento en el que Mary diera un paso en falso.

La joven australiana se instaló en Dinamarca en 2002. Empezó a trabajar en la consultora Navison. Empezó a trabajar con un asistente de estilo y siguió un curso de seis semanas de protocolo real para aprender a adaptarse a la vida palaciega. Además, estudió danés durante 18 meses hasta que alcanzó una fluidez aceptable. Mary también recibió lecciones sobre la historia y la política danesas. Pero no tenía autorización todavía para acompañar a actos oficiales a Federico. No era aún parte de la familia. Ese momento llegó con el compromiso.

Aceptó renunciar a su ciudadanía australiana, abrazar la fe de la Iglesia danesa y firmar un documento prematrimonial en el cual quedaba dicho que la custodia de sus hijos sería para el príncipe en caso de divorcio. El 14 de mayo de 2004, Mary avanzó por la nave central de la Catedral de Copenhague vestida con un diseño de seda del danés Uffe Frank. Su velo era de encaje irlandés y lo había llevado, por primera vez, en su boda la reina Ingrid, madre de Margarita, en 1905. Era ya princesa de Dinamarca.

Mary ha desarrollado una intensa actividad desde el comienzo de su nueva vida. Ha sabido plegarse a la agenda más conservadora de la Corona, pero también ha ido conformando una propia, más centrada en el medioambiente, la moda danesa sostenible, la igualdad de géneros o el apoyo contra el «bullying». Recibió un millón de coronas como regalo de boda con las que instauró su Fundación Princesa Mary, en 2007, centrada en la violencia doméstica y la exclusión social.

Al principio hubo críticas especialmente centradas en sus gastos de vestuario, pero pronto acalló los comentarios con el reciclaje constante de sus prendas. Su apoyo a la lucha contra la homofobia y a la causa LGBTI levantaron algunas quejas, porque se consideró demasiado directo, pero la realidad es que Mary está hoy mucho más segura de si misma para elegir sus causas y que ha sabido conectar con una nueva generación.

Mary también ha supuesto un importante baluarte para Federico de Dinamarca, un príncipe heredero desorientado, adicto a las relaciones efímeras, apodado el Príncipe Turbo por su afición a la velocidad y a los tatuajes, y que la recibió con lágrimas en los ojos en el altar. Al cumplir 50 años, confesó que solo una vez casado se sintió preparado para asumir su responsabilidad.

De niña, Mary quería ser veterinaria. Nació un 5 de febrero de 1972, en Hoibart, Tasmania. Es la hija menor de cuatro hermanos de un profesor de matemáticas de origen escocés, John Donaldson y de la secretaria de Universidad Henrietta Clark. Sus padres habían emigrado de Edimburgo a Australia en los primeros sesenta. Su madre falleció en 1997 de un cáncer y su padre se volvió a casar cuatro años después con Susan Elizabeth Moody.

Mary asistió al Instituto Taroona, donde destacó en hockey y natación. Más tarde se aficionó a la hípica y el baloncesto. Estudió en la Universidad de Tasmania y se graduó en 1994 en Derecho y Comercio. Estando en la Universidad escribió un ensayo sobre la violencia de género. Se trasladó a Melbourne y trabajó como becaria en la Agencia DDB Needham. Allí la promovieron rápidamente a ejecutiva de cuentas. Pasó también por Mojo Partners y Young & Rubicam, en Sidney, y luego por una pequeña agencia, Love Branding, como directora de ventas. Cuando conoció a Federico trabajaba en el sector de las propiedades de lujo.

Hoy es patrona de 25 organizaciones internacionales. «Me resulta difícil hablar de mi misma como modelo a seguir, pero al mismo tiempo soy muy consciente de mi papel y de mi responsabilidad», explicaba en 2016 en un reportaje junto con su marido en la edición de Australia de Vogue, de la que fue portada, con unas espectaculares fotos del peruano Mario Testino, realizado en el palacio de Amalienborg, su residencia oficial en Copenhague. La pareja posó también con sus cuatro hijos: Christian, Isabella, Vincent y Josephine.

El estilo elegante y refinado de Mary también ha marcado un antes y un después en la moda real. Perdió peso, aligeró su maquillaje y empezó a adoptar exclusivas marcas internacionales. Enseguida mostró su preferencia por los conjuntos monocolor, los tonos neutros y los trajes de noche sofisticados, y un cierto aire a lo Jackie Kennedy. Suele dejar los tonos fuertes, como el violeta o el granate, para la noche. Entre sus marcas favoritas están Hugo Boss, Temperley, H&M Conscious, Prada, Celine, Victoria Beckham, Dolce & Gabbana o Erdem, además de los jóvenes diseñadores daneses, como Ganni, By Malene Birger o Cecilie Bahnsen. En sus «looks off duty» no duda en utilizar vaqueros, camisetas de algodón y el pelo natural. Pero si hay algo que la distingue es la elegancia con la que luce las espectaculares joyas de la reina Margarita. Nunca quiso ser una «princesa perfecta» –«quiero ser yo misma», dijo– pero ha llegado muy cerca.