Si Grace Kelly consiguió dejar una impronta inmortal como princesa de Mónaco el trabajo que ha desarrollado su primogénita, la princesa Carolina, no se queda atrás. De todos los activos glamourosos con los que cuenta el principado la princesa consorte de Hannover sigue siendo la que marca la diferencia. Primera dama absoluta de Mónaco, muy a pesar de la princesa Charlène, Carolina solo hay una y su sola presencia consigue que en nuestra mente pensemos que existen Grimaldis de primera división (como su propia hija Alexandra de Hannover) y Grimaldis de segunda (lo sentimos, Jazmin Grace). ¿Pero cómo ha conseguido la hermana mayor de Alberto de Mónaco sobrevivir a la presión de ser la «reina» de Mónaco?
Si en algo se podría parecer Carolina de Mónaco a nuestra cercana reina Sofía es que ambas tienen claro cuál es su papel: son unas auténticas profesionales del oficio royal. Carolina de Mónaco tuvo que aprender por las bravas que lo de ser princesa iba en serio y para siempre cuando su madre murió y a ella le tocó el difícil papel de quedarse atada a la escalinata de palacio poniendo buena cara y apagando los fuegos que prendían sus hermanos con sus múltiples amoríos.
Con la desaparición de Grace Kelly Carolina se despidió para siempre de las discotecas, las noches de juerga y los amores escandalosos, emparejó con un millonario tan guapo como ella misma y tuvo tres retoños de portada de revista. Pero la maldición Grimaldi hizo de las suyas y la dejó viuda antes de tiempo y sin fuerzas para ser princesa porque necesitaba ser persona (y sobre todo madre de tres niños huérfanos).
Fue tras la muerte de Stefano Casiraghi cuando Carolina de Mónaco decidió el plan de resistencia y ataque que la ha permitido sobrevivir a todo lo que sucede en Mónaco (que son muchas cosas, por cierto) sin pestañear. Aterrada por los titulares que destripaban su vida un día sí y otro también Carolina aprendió a cultivar la discreción como nadie e impuso un lema a su vida y sus hijas: « No escuches nada, no leas nada».
Carolina es la mejor princesa posible de Mónaco porque ha aprendido a cultivar la indiferencia y el hermetismo como nadie. Un ejemplo: desde 2009 su matrimonio con Ernesto de Hannover ha pasado a mejor vida, ¿pero acaso alguien ha sido capaz de saber cuáles han sido sus amores o amigos desde entonces? ¿De verdad pensamos que vive entregada al celibato desde entonces? La respuesta lógica cuando alguien disfruta de esa vida, ese tiempo libre y esa genética es que no, pero de sus «indiscreciones» posteriores a Hannover no existe ni una foto ni un triste rumor.
Por idéntico motivo Carolina de Mónaco permanece ajena a las redes sociales a las que considera «esa cosa violenta» y aconseja a sus hijos, incluida la joven Alexandra de Hannover, que haga lo mismo. Lo afirmó en Madame Figaro en 2019, el mejor legado que le ha dejado a sus hijos es este consejo: «No leáis nada de lo que escriben de nosotros escrito, ni siquiera los elogios, no miréis nunca nada». Quizá si Charlène de Mónaco hubiera seguido este mismo sistema, hoy Carolina de Mónaco no estaría obligada a ejercer (como siempre) de la eterna primera dama de Mónaco.