Cómo ya se anunció en noviembre y se confirmó en marzo de este año con la visita de la princesa Charlène a una clínica suiza para hacerse una revisión, la mujer de Alberto II de Mónaco sigue inmersa en un proceso de recuperación de su salud física y mental. Una larga enfermedad que le impide recuperar su agenda oficial y que la ha alejado de los focos, pero también del cuidado de sus hijos, los mellizos de siete años Jacques y Gabriella .
Además de tener que lidiar con los rumores de divorcio constantes y los complots palaciegos (los últimos afectan a los hombres de confianza del príncipe Alberto y al confesor de Charlène ) la princesa debe hacer frente a su propia pena: la de haber tenido que tomarse un tiempo para sí misma en detrimento de su papel como madre de los mellizos. Ella, que siempre fue la principal cuidadora y protectora de los mellizos, se vio obligada en 2021 por culpa de la enfermedad a permanecer lejos de ellos. ¿Cómo ha podido afectar esta inusual situación a los príncipes Jacques y Gabriella? La psicóloga Vanesa Fernández, psicóloga, doctora en Psicología y profesora en la Universidad Complutense de Madrid nos resuelve algunas dudas al respecto.
Por ponernos en antecedentes recordemos que el año pasado la princesa Charlène viajó hasta Sudáfrica, pero desafortunadamente allí enfermó y eso evitó su retorno a Mónaco durante un periodo de casi siete meses. ¿Fueron suficientes las constantes videoconferencias y las dos únicas visitas que los mellizos realizaron a África para compensar la ausencia materna?
En principio la figura materna es una de las figuras más importantes durante la infancia, especialmente a edades tempranas (los mellizos sufrieron esta ausencia cuando apenas tenían seis años). Pero hay que tener en cuenta que hablamos de figura materna no únicamente de madre, una figura que le aporte al niño los cuidados antes se creían exclusivos de las madres (afecto, cuidados, protección…).
«Antiguamente se hablaba de la madre porque el padre no estaba involucrado en este tipo de tareas, pero en la actualidad esto ya no es así por lo que la ausencia de la madre no es tan drástica ni dramática como podía ser antaño», apunta la psicóloga. Pero claro para eso tiene que haber figura materna «suplente», que en el caso de los jóvenes herederos de Mónaco fueron varias. una auténtica cohorte de tías (con Estefanía y Carolina de Mónaco a la cabeza) y de primas (como Pauline Ducruet y Camille Gottlieb) que se encargaron de acompañar a los niños durante todo este tiempo en soledad.
«La figura materna es una figura muy importante para un niño y cuando esta figura desaparece de una manera brusca este puede sentir abandono, ansiedad, rabia y un malestar emocional que puede acabar manifestando a nivel conductual. Pero todo esto hay que decirlo con cuidado porque la idea de la figura materna se ha usado en muchas ocasiones para mantener a la mujer en casa. Explicándole al niño por qué la madre se tiene que ausentar y cubriendo esos cuidados por parte de otra figura de apego no tiene por qué haber ningún problema», asegura la experta.
El problema en este caso en concreto es que la ausencia de la princesa ha durado, entre unas convalecencias y otras, casi un año y eso es mucho tiempo. «Es muy probable que cuando esa madre vuelva exista mucho distanciamiento hacia ella y en su ausencia los niños hayan tenido sensaciones de soledad, de vacío, de ira y alteraciones conductuales. Obviamente esta mujer hizo un esfuerzo muy importante para conectarse con sus hijos en la distancia como podía (a través por ejemplo de videoconferencias), pero desgraciadamente eso no suple el contacto físico cercano. En niños pequeños hay que combinar esa proximidad física con una proximidad emocional haciéndoles sentir que formamos parte de su vida», advierte Vanesa Fernández.
Mientras Charlène estuvo lejos del principado el príncipe Alberto, ejerciendo de padre soltero, acudía a muchos de los actos de su ajetreada agenda acompañado por su hijos. ¿Una buena decisión? «Es una idea malísima. Si ya para un adulto exponerse públicamente supone una presión de evaluación para un niño es peor porque se le une lo ajeno que le es todo eso, las pocas ganas de mantener el protocolo y, en este caso, la ausencia de su madre», asegura la psicóloga.
Lo ideal hubiera sido que los mellizos principescos hubieran permanecido resguardados en palacio, en un clima tranquilo protegidos por sus familiares y con la menor exposición pública posible, pero eso no es lo que tuvieron. Ni eso, ni el segundo requisito importante en aquel momento: mantener una rutina estable. A los actos y viajes al extranjero con su padre se añadió la matriculación en un colegio al que, al final, los niños no acudieron: acabaron dando clase en palacio.
Los cambios en la rutina tampoco son una buena idea, menos en niños tan pequeños. «Pero también es cierto que hay que tener cierta flexibilidad, es decir, no podemos decir que esta fuera una mala decisión porque desconocemos la razones por las que el padre hizo eso. Pero si no había una razón de peso que aludiese a las necesidades afectivas de los niños obviamente no me parece adecuado, mucho menos si por el motivo que fuera los niños ya habían hecho algún vínculo social en el colegio», explica la psicóloga.
El retorno final de Charlène a palacio en noviembre fue una noticia agridulce, el mismo día que desembarcó en palacio partió a una clínica privada a recuperar su salud perdida. En ese proceso aún hoy se encuentra. ¿Cómo fue seguramente ese reencuentro con sus hijos?
«Pues si no se ha trabajado bien y los niños han sufrido esa sensación de abandono es probable que hayan reaccionado rechazando a la madre y desvinculándose de ella en un primer momento. Pero si esto se ha trabajado de manera adecuada, podemos predecir una primera fase de tránsito en la que los niños pueden vivir a la madre de forma ajena, pero si poco a poco ella va incorporándose a su vida, los niños acabarán reaccionando rápidamente al afecto materno», explica la experta.
El otro gran hándicap de la princesa en su retorno a palacio es saber cómo van a superar los mellizos la presencia de una madre que ha vuelto a su vida en plena convalecencia. Vanesa Fernández lo tiene claro, es un factor a tener en cuenta, pero sin alarmismos: «Esto es un aspecto importante y delicado. Obviamente una madre enferma no puede acompañarte en todas tus situaciones y actividades. Si la enfermedad cursa con cuadros depresivos a veces esa madre no es partícipe de tu alegría, no puedes compartir cosas con ella y puede existir un cierto hastío de la situación. Estos factores hay que tenerlos en cuenta pero sin tomarlos al pie de la letra de una manera radical: bastante tiene una persona enferma como para además pensar que está amargando la vida a sus hijos. Simplemente hay que contar con estos factores para quizá compensarlos con más acercamiento personal y cariño».
20 de enero-18 de febrero
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