La última fiesta de cumpleaños de Diana de Gales ha sido recordada durante décadas. El 1 de julio de 1997 la princesa acudió acompañada por su hermano Earl a un evento benéfico en la Tate Gallery londinense en el que era la invitada de honor y el foco de atención. Hacía un año que se había divorciado, sus hijos estaban lejos de ella (aunque le cantaran el cumpleaños feliz por teléfono) y su mejor plan fue deslumbrar de nuevo ante los paparazzis embutida en un vestido de chantilly negro diseñado por Jacques Azagury ex proceso para ella y para ese día.
Antes de la fiesta, por supuesto y como siempre, fotos de la nube de paparazzis que la perseguía constantemente y recogida de regalos a la puerta de los royal fans, para algo Diana seguía siendo «la princesa del pueblo». Pocos podían imaginar en ese momento que la tragedia llegaría apenas dos meses más tarde.
La elección del modelo con el que Diana de Gales acudió a aquella fiesta no fue obra del azar. El vestido de encaje negro enviaba un mensaje a su exfamilia política, uno de tantos de los que la princesa intentaba enviar a través de su vestuario a su exmarido. Después del revenge dress llegó este modelo negro, ese color prohibido para la realeza a no ser que vaya a un funeral. Otra forma más de enviar a los Windsor el mensaje de «ya no soy una de vosotros».
Diana de GAles en su último cumpleaños. /
Pero los mensajes velados a Buckingham poco podían hacer por el ánimo de Diana. Acostumbrada a esconder sus emociones tras una sonrisa (ella misma confesó que tras sus felices posados en Marivent se escondía una Diana que sufría terribles ataques de bulimia) la princesa resplandeciente de las fotos tenía el corazón roto.
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La prensa la agobiaba y aislaba del mundo, pocos estaban dispuestos a soportar semejante acoso y su última pareja, el cirujano Hasnat Khan prefirió el anonimato a pasarse el resto de su vida huyendo de los paparazzis. Mientras la princesa se vestía y preguntaba a su mayordomo si a su amante le gustaría el conjunto de encaje negro y el collar de diamantes y esmeraldas, Hasnat Khan informaría a la princesa que lo suyo era imposible.
Imagen de vídeo de la noche en la que Diana de Gales murtió en un accidente de tráfico causado por la persecución de los paparazzis. /
Con ese último baile y esa última gala, Diana comenzó un viaje hacia la tragedia sin saberlo. Por no pasar un largo verano inglés sola aceptó la invitación al yate de Mohamed Al Fayed prometiendo la intimidad y seguridad que la princesa necesitaba y la compañía de su hijo Dodi. El plan maestro del magnate de que su hijo emparentara con la ex del heredero al trono y olvidara a su propia prometida le salió redondo.
El 17 de julio Diana ya estaba en el megayate del agipcio acompañada por su hijo y recibiendo las noticias del cumpleaños que Carlos le había organizado al amor de su vida Camilla Parker Bowles en la mansión que compartieron juntos. Con semejante combinación de elementos no es extraño que se precipitara, de nuevo, a un idilio que demostró no convenirle. Pero esta vez quiso protagonizarlo siendo el brazo ejecutor y enviar a su ex un bofetón desde el Mediterráneo: se asegura que las imágenes filtradas de la princesa y el heredero tumbados en el yate fueron orquestadas por la propia princesa.
De consumar su venganza mediática y avisar a los paparazzis del recorrido frenético por todo París que protagonizó la pareja apenas un mes más tarde se encargaron el equipo de publicistas del propio Dodi. Pero esta vez las imágenes le costaron la vida a la princesa y su amante.