¿Pueden dimitir las princesas ? La respuesta es sí, aunque probablemente ninguna llegue a saber jamás lo que significa la total normalidad: las 'royal' pueden deshacerse de un título y un trono, pero no del apellido y de todas las prebendas que conlleva. Aún así, algunas princesas renuncian al privilegio real con la esperanza de llevar una vida 'normal' y trabajar , prueba de que no es oro todo lo que reluce en el palacio de la familia real de turno.
Es cierto: cada familia real es un mundo. Sabemos que no es lo mismo ser princesa en Japón, donde la institución imperial mantiene costumbres medievales, que en España, Bélgica o Noruega. Aún así, la princesa llamada a heredar cetro y trono en este país nórdico sorprendió al mundo cuando, en 2002, renunció al título de alteza real para casarse con un escritor del montón. Marta Luisa, primogénita del rey Harald y la reina Sonia, dejó aparcado el título de princesa tras su divorcio, al convertirse en vidente y abrir un centro de terapias alternativas en el que, entre otras cosas, se enseñaba cómo comunicarse con los ángeles. Ahora sale con un chamán, Durek Verrett, y escribe cuentos infantiles.
La sobrina del actual emperador, Naruhito, renunció a su título de princesa para casarse con un plebeyo, el abogado Kei Komuro, en una ceremonia civil celebrada este otoño que significa su salida de la casa real japonesa. Mako, quien cumplió 30 años el fin de semana, anunció su compromiso con Komuro hace cuatro años. Pero su unión ha estado plagada de años de controversia, desaprobación pública y escándalo en la prensa por un caso de corrupción en el que estaría involucrada la madre de Komuro. En un esfuerzo por apaciguar a un público que lo desaprobaba, Mako rechazó un pago único de un millón de dólares del gobierno, al que tenía derecho como miembro de la realeza saliente. Además, los años de especulaciones y difamaciones le han pasado factura: fuentes oficiales confirmaron que sufre de un trastorno de estrés postraumático.
Su matrimonio con el príncipe Alwaleed bin Talal en 2008 la convirtió en miembro de la casa real saudí. Tenia solo 18 años y su marido, 46. Cambió su humilde vivienda por un palacio en Riad de 140 habitaciones y, de paso, se graduó con matrícula de honor en Administración de Empresas y se convirtió en activista a favor de los derechos de la mujer. No llevaba velo, conducía… Se podía permitir todo lo que otras saudíes no podían soñar. Y, sin embargo, en 2013 decidió divorciarse, renunciar a su título y casarse con el megamillonario emiratí Khalifa bin Butti Al Muhairi. Se apagó su proyección internacional como la Rania de Arabia Saudí, pero sigue siendo vicepresidenta de la Fundación Alwaleed Philantrhopies y forma parte del consejo de administración para la fundación Silatech, dedicada a mejorar la situación laboral de los más jóvenes en su país de origen.
En 1972, la princesa Ubolratana de Tailandia renunció a su estatus de alteza real para casarse con un científico americano, Peter Ladd Jensen. Le conoció en el Massachusetts Institute of Technology, donde ella estudió bioquímica y un master en salud pública. El divorcio llegó en 1998 y comenzó la sorprendente trayectoria profesional de la princesa. Tras volver a Tailandia en 2001, se convirtió en una actriz bastante popular e incluso hizo sus pinitos como cantante pop. Además, su activismo medioambiental y contra las drogas la convenció para iniciar una carrera política que anunció en 2019. La princesa Ubolratana quiso presentarse a las elecciones presidenciales, pero su hermano el rey de Tailandia anuló su candidatura por inapropiada.
Los durísimos requerimientos en la familia imperial japonesa la convierten en la casa real más proclive a los problemas de salud mental y las dimisiones. De hecho, la princesa Mako no es la primera que abandona la casa real nipona. La princesa Nori, hija menor del emperador emérito Akihito y la emperatriz emérita Michiko, decidió dejar su título de princesa y adoptar un nombre plebeyo en 2005, cuando decidió casarse con un plebeyo, el urbanista Yoshiki Kuroda. Ahora se llama, sencillamente, Sayako Kuroda y ha olvidado su profesión de ornitóloga para ejercer como sacerdotisa suprema del Ise Grand Shrine, el santuario Shinto más importante de Japón.