Es el cuarto hijo del rey Jorge V. Sin responsabilidades reales que pusieran a prueba su sentido del deber, el joven Jorge, guapo y apuesto, con aspecto de actor de cine, era adicto a las malas compañías, a las drogas y al sexo con mujeres y con hombres. Se rumorea que tuvo varios hijos ilegítimos. Tanto él como su esposa, la princesa Marina de Grecia y Dinamarca, se convirtieron en dos iconos de estilo, la pareja ideal de una Inglaterra que se recomponía tras la I Guerra Mundial . Pero, ¿por qué es el príncipe olvidado? Su muerte en extrañas circunstancias en un accidente aéreo no ha hecho más exacerbar el misterio.
Jorge Eduardo Aejandro Edmundo nació el 20 de diciembre de 1902 en York Cottage, en el palacio de Sandringham, en la región de Norfolk. Fue el cuarto hijo del rey Jorge V y su esposa, Maria de Teck. Su hermano Eduardo (1894), Príncipe de Gales y, más tarde, Eduardo VIII, abandonó el trono por amor a la divorciada Wallis Simpson, mientras Alberto (1895), padre de la reina Isabel, reinaría como Jorge VI y Enrique (1900) se convertiría en Duque de Gloucester. Su única hermana, la princesa Mary (1897), se convertiría en Condesa de Harewood.
Fue buen estudiante, el más brillante de los hermanos. Al igual que Eduardo y Alberto fue preparado para una carrera en la Royal Navy. Aunque detestaba la vida naval, sobre todo porque sufría de mareos agudos, permaneció en la Royal Navy hasta los 27 años. Luego trabajó en el Foreign Office (el Ministerio de Exteriores británico) y en el Ministerio del Interior. Fue el primer miembro de la Familia Real que trabajó como funcionario público en un puesto de inspector de trabajo.
Jorge se casó con una prima segunda, la princesa Marina de Grecia y Dinamarca, que descendía del emperador Alejandro de Rusia, y como él del rey Christian IX de Dinamarca. Era «criatura encantadora y elegante«, según la describía, que no se quejaba cuando conducía demasiado rápido sus deportivos. Era prima de Felipe de Edimburgo. Su matrimonio fue el último entre un hijo de un soberano británico y un miembro de una casa real extranjera. Siete semanas antes de casarse, Jorge fue nombrado Duque de Kent, conde de ST. Andrews y barón Downpatrick. La ceremonia, el 29 de noviembre de 1934, tuvo lugar frente a 2.000 invitados, en la Abadía de Westminster, y luego se celebró un servicio ortodoxo griego en el Palacio de Buckingham.
Los nuevos duques de Kent se convirtieron en una pareja muy popular entre el público británico y su casa en el número 3 de Belgrave Square, cuya decoración diseñó el propio Duque, fue el centro de la vida social anterior a la Segunda Guerra Mundial. Reunían a su alrededor a algunas de las personalidades más brillantes del momento y provocaban un interés que nunca antes había suscitado la familia real. Él era guapo, algo más alto que el resto de su familia y con una elegancia natural. Sus biógrafos lo consideran el miembro más interesante, inteligente y culto de su generación. Sentía fascinación por las artes, el teatro y la decoración de interiores, interés que compartía con su madre, la reina María. Además, tocaba bien el piano, hablaba francés e italiano, le gustaban los coches rápidos y prefería esquiar y navegar a disparar. Eso sí, era narcisista y de temperamento explosivo. Y tenía un gusto peligroso por la aventura.
A pesar de la diferencia de edad –se llevaban ocho años y medio–, Jorge tenía una relación especialmente cercana con su hermano Eduardo, el elegante Príncipe de Gales. Desde finales de la década de 1920, vivieron juntos en York House, una parte del Palacio de St. James, en Londres. Compartían su interés por la ropa, por la vida social y el buen vivir, por las companías dudosas y por irritar a su padre, el austero rey Jorge V. De mediados de los años 20 a mediados de los 30, se convirtieron en árbitros de estilo y favoritos de las páginas sociales a ambos lados del Atlántico. Las chaquetas cruzadas que puso de moda Jorge pasaron a llamarse «las Kent». Pero parece que Eduardo tenía como misión controlar a su hermano pequeño, «descarriado». Puede que entonces Jorge se aficionara también a las teorías filo nazis de las que era amigo Eduardo.
Se dice que Eduardo tuvo que desenganchar a Jorge de la morfina y la cocaína a finales de los años 20, después de que el príncipe cayera bajo el influjo de Kiki Preston, una «socialité» estadounidense conocida como 'la chica de la jeringa plateada'. Se dice también que Jorge participó presuntamente en un «ménage-à-trois» con ella y con Jorge Ferrara, el hijo bisexual del embajador argentino en Londres. Algunas revistas sugirieron que Jorge y Preston tuvieron un hijo, Michael Temple Canfield, que luego fue adoptado por el editor estadounidense Cass Canfield, y fue el primer esposo de Lee Radziwill, hermana de Jackie Kennedy. Preston saltó desde la ventana de un hotel de Nueva York en 1946.
Antes y después de su matrimonio con la princesa Marina, era ampliamente conocido que George había tenido decenas de aventuras con ambos sexos, y que se sentía particularmente fascinado por una estrella de cabaret afroamericana, Florence Mills. Entre sus amantes más conocidos figuraban, supuestamente, la estrella musical inglesa Jessie Matthews, la heredera Poppy Baring, la «socialité» Ethel Margaret Whigham (que se convertiría en la duquesa de Argyll) y la novelista romántica Barbara Cartland, que decía que él era el padre de su hija, Raine McCorquodale, quien, más tarde, se convirtió en la madrastra de la princesa Diana.
Pero, sin duda, uno de los rumores más persistentes, fue el de su relación de 19 años con el actor y compositor Noël Coward. El servicio secreto británico les sorprendió supuestamente caminando por las calles de Londres vestidos de «drags queens» y, en una ocasión, habían sido arrestados por la policía por presunta prostitución. Las cartas íntimas entre los dos desaparecieron de la casa del dramaturgo, que sufrió chantaje por parte de un prostituto en París. También se dijo que Jorge tuvo relaciones con su primo lejano el príncipe de Prusia Louis Ferdinand y con el historiador del arte y, más tarde, espía soviético Anthony Blunt.
Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, se reincorporó a la Armada británica con el rango de contralmirante, sirviendo brevemente en la división de inteligencia del Almirantazgo. En abril de 1940, se trasladó a la RAF donde asumió el papel de oficial de estado mayor. El 25 de agosto de 1942, cuatro meses antes de su 40 cumpleaños, el duque de Kent murió cuando el hidroavión en el que se encontraba se estrelló contra una ladera cerca de Dunbeath, Caithness, en el extremo norte de Escocia. Parece que se dirigía a Islandia para apoyar a los aviadores de la RAF. Solo hubo un superviviente. Desde entonces, a los rumores sobre sus aventuras se unieron las teorías de la conspiración, que no han dejado de crecer. Sostienen quienes las avalan que es sospechoso que el plan de vuelo desapareciera, así como la documentación sobre la investigación. Hay quien ha sugerido que era el Duque el que pilotaba el avión y que se trataba de una misión secreta con rumbo a Suecia para negociar de forma fraudulenta con los nazis. La sugerencia más extravagante, sin embargo, fue que la inteligencia británica, por orden de Winston Churchill, causó el accidente, ya que el primer ministro creía que George era un simpatizante alemán.
El duque de Kent fue enterrado en el Royal Burial Ground en Frogmore Estate, directamente detrás del mausoleo de la reina Victoria. Dejó a su viuda Marina con tres hijos pequeños: Eduardo, que es el actual duque de Kent, y ha heredado el aspecto de su padre; El príncipe Miguel de Kent, que heredó su sentido del estilo; y la princesa Alexandra, que se casó con el empresario Angus Ogilvy. Curiosamente, los documentos oficiales relacionados con Jorge, duque de Kent, todavía están embargados.
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