Hubo un tiempo en que Astrid de Luxemburgo, hermana del Gran Duque Enrique y cuñada de la gran Duquesa María Teresa, era la princesa que marcaba estilo en Europa y la casadera con más pretendientes. Era inteligente y guapa, con ojos azules y pelo rubio, con un aire parecido al de Diana de Gales. De hecho entre los posibles aspirantes estuvo el príncipe Carlos de Inglaterra, siempre a la búsqueda de novia en aquella época de finales de los setenta, pero la apuesta de aquellos que veían la unión como un certero éxito no llegó a más, porque, aunque pertenecía a una de las familias reales más ricas de Europa, Astrid era católica. Los rumores se habían disparado tras apuntarse a la Bell School of Languages de Cambridge, pero quedaron en nada. La prensa siguió examinando sus estilismos, como el vestido verde de raso, con amplias mangas de volantes que lució en su puesta de largo.
María Astrid Carlota Leopoldina Guillermina Ingeborg Antonia Elisabeth Anna Alberta de Luxemburgo nació en el castillo de Betzdorf el 17 de febrero de 1954. Era la hija mayor del Gran Duque heredero Juan de Luxemburgo y de la princesa Josefina Carlota de Bélgica. Sus padrinos de bautismo, que se celebró quince días después de nacer, fueron el rey Leopoldo III de Bélgica, su abuelo materno, y la gran Duquesa Carlota de Luxemburgo, su abuela paterna. Ella y su hermano Enrique hicieron la comunión juntos. Sin embargo, a pesar de ser la primogénita, Astrid no heredó el trono.
En Luxemburgo rigió la Ley Sálica, que impedía a las mujeres ocupar el trono, hasta 2011, cuando el gran Duque Enrique, su hermano, que se llevaba algo más de un año con ella –nació el 16 de abril de 1955– la revocó, estando ya en el trono. Astrid llegó tarde a la renovación de las casas reales europeas en las que hoy son herederas en casi todas ellas jóvenes formadas que se han educado en igualdad, desde la princesa Isabel de Bélgica a la princesa Leonor de España –aunque en España sigue rigiendo la Ley Sálica–, pasando por Victoria de Suecia.
Amante de la música y la danza, de carácter muy discreto, se formó primero en palacio y luego entre Luxemburgo y Francia. Más tarde se convirtió en enfermera, tras formarse en la clínica del sagrado Corazón de Luxemburgo. Se consideraba entonces una profesión apropiada para una princesa real, y presidió la Cruz Roja de Luxemburgo desde 1970. Ella asistió, de todos modos a la Universidad de París para estudiar historia y sociología. A pesar de su papel segundón, su matrimonio fue digno de una princesa heredera. Se casó el 6 de febrero de 1982, en la catedral de Notre Dame de Luxemburgo, con su primo segundo el archiduque Carlos Cristián de Austria, hijo del archiduque Carlos Luis de Austria y de la princesa Yolanda de Ligne, y se convirtió en Alteza Imperial.
Sus títulos son los de la casa imperial de Austria: es también archiduquesa de Austria y princesa real de Hungría, Croacia y Bohemia, junto a los títulos que tiene por nacimiento como princesa de Luxemburgo, de Nassau y de Borbón-Parma. Cuando se anunció su compromiso matrimonial, Astrid confesó que conocía al novio «de toda la vida». Su unión parecía escrita. Pasaron un tiempo en Nueva York, donde el archiduque se formó en administración bancaria, y luego fijaron su hogar en Suiza. Junto a su esposo ha tenido cinco hijos –los archiduques Maria Cristina, Manuel, Cristobal, Alejandro y Gabriela. La vida de Astrid es muy tranquila, lejos de los actos oficiales. Asiste a reuniones familiares y bodas de la realeza europea.