La familia materna de don Juan Carlos, desconocida para la mayoría de los españoles, está marcada por los dos matrimonios que contrajo su abuelo y cabeza de la familia de los Borbón-Dos Sicilias y Orléans , el Infante Don Carlos Tancredo. La reina María Cristina de Habsburgo, madre de Alfonso XIII, le concedió el título de Infante de España y la dignidad de Alteza Real, una vez que renunció a sus derechos sobre la corona española, como príncipe de las Dos-Sicilias, para que pudiera casarse con la Infanta María de las Mercedes de Borbón y Habsburgo-Lorena, hermana mayor del Rey Alfonso XIII. En el momento de la boda del Infante Don Carlos Tancredo con María de las Mercedes, el 14 de febrero de 1901, ésta era Princesa de Asturias y hubiera heredado el trono de España, si Alfonso XIII no hubiera tenido descendencia.
Pero Carlos Tancredo enviudó muy pronto de esta primera esposa y volvió a casarse con la Princesa Luisa de Orleans. De este segundo matrimonio nace María de las Mercedes, la madre del rey Juan Carlos. En total, Carlos Tancredo fue padre de siete hijos de ambos matrimonios. Sus trayectorias vitales fueron desiguales y hoy forman ramas independientes dentro de la familia Borbón.
Pero entre tanto relato familiar, hay uno en particular que resulta fascinante, el de la Infanta Isabel Alfonsa de Borbón-Dos Sicilias, hija del primer matrimonio de Carlos Tancredo y, por tanto, hermanastra de María de las Mercedes, madre del rey.
María de las Mercedes y Carlos Tancredo tuvieron tres hijos. Primero nació Alfonso, el 30 de noviembre de 1901; dos años después, llegó un nuevo varón, el 6 de marzo de 1903, Fernando, aunque desgraciadamente murió a los dos años, en 1905, durante unas vacaciones de la Familia Real en San Sebastián. Nunca se han sabido las causas, solo que sufrió convulsiones antes de fallecer. Pero esta muerte no era la primera que sufría la familia en poco tiempo. Un año antes, en 1904, había fallecido la propia esposa de Carlos Tancredo, la Infanta María de las Mercedes, al dar a luz a su única hija, Isabel Alfonsa, a la que empezaron a llamar cariñosamente «Bela» en familia. Su nacimiento estuvo envuelto en sobresaltos, no solo por el fallecimiento de su madre en el parto, sino porque a ella misma la dieron por muerta. Se salvó, según cuentan las crónicas, porque el rey Alfonso XIII se acercó a la cuna, poco después del nacimiento, le puso los dedos en la boca y exclamó: «¡Pero si está viva!«
Carlos Tancredo obtuvo el beneplácito real para contraer un segundo matrimonio con la Princesa Luisa de Orleans y Orleans, hija del Conde de París y de la infanta Isabel de Orleans, la abuela materna del rey Juan Carlos. De este segundo matrimonio nacería Mercedes de Orleans y Borbón, también Infanta española y madre del Rey Don Juan Carlos. La familia se instaló primero en el Palacio de Villamejor, en el paseo de la Castellana de Madrid, y alternaban los veranos entre estancias en San Sebastián, Madrid y Chipiona, en Cádiz, y visitaban de forma muy frecuente Villamanrique de la Condesa, en la provincia de Sevilla, donde se levanta un palacio construido por Luis Felipe Alberto de Orleans, conde de París, a finales del siglo XIX. La familia se decidió a vivir en Sevilla después de la Guerra Civil, al regresar a España procedentes de Suiza.
La infancia de la infanta Isabel Alfonsa estuvo llena de afecto. Tanto su tío Alfonso XIII como su abuela, la reina María Cristina de Habsburgo, la adoraban y estaban constantemente pendientes de ella. Estudió en el colegio de las irlandesas, en Castilleja de la Cuesta, Sevilla.
Fue la primera de sus hermanos en casarse y abandonar el hogar familiar. Lo hizo en 1929 tras dar el «sí, quiero» al Conde Jan Kanty Zamoyski, hijo del conde Andrej Przemyslav Zamoyski y su esposa, la princesa María Carolina de las Dos Sicilias, de manera que él era primo segundo de ella. Se habían conocido en un viaje a Cannes con motivo de una reunión familiar. La suya fue la última boda real celebrada en España antes de la proclamación de la Segunda República y se convirtió en un gran acontecimiento social. La ceremonia se celebró en la Capilla del Palacio Real, aunque tuvo que ser austera, porque acababa de fallecer la Reina María Cristina. Sin embargo, reunió, por última vez, antes del exilio real, a buena parte de la realeza europea.
El nuevo matrimonio viajó de luna de miel por España. Tras el enlace, la pareja se mudó al país de origen del novio: Checoslovaquia. En concreto a la localidad de Stara-Lubovna, en la actual Eslovaquia, cerca de la frontera con Polonia. Acondicionaron un palacete y allí nacieron sus cuatro hijos: Carlos Alfonso, María Cristina, José Miguel y María Teresa. En aquella gran casa, jugaban en la cochera, correteaban por el jardín y disfrutaban de la naturaleza con su institutriz y sus «nannies» autríacas, Dora y Hedwig.
Además, la infanta Isabel Alfonsa invirtió parte de la dote que había recibido en la reconstrucción de la zona termal de Vysnè Ruzbachy, una de las más lujosas de la época, que congregaba a lo más selecto de la aristocracia en la temporada de baños. El matrimonio invirtió su capital en remozar el balneario y participó en la restauración del lujoso Hotel Strand. Convirtieron aquel pequeño pueblo, a 380 kilómetros de Bratislava, enclavado en los Cárpatos, en un centro turístico de lujo para aristócratas.
Aquello les supuso un descalabro económico. Pero los problemas financieros pasarían a un segundo plano con el estallido de la Segunda Guerra Mundial y la detención del Conde Zamoyski por parte de la Gestapo en 1944. Se le acusaba de tener relación con la Resistencia. La residencia familiar fue ocupada por oficiales de la Wehrmacht. Fue Isabel Alfonsa la que se puso en contacto con la familia real española para que intercediera. Pero luego llegaron los Soviéticos y arrasaron con todas sus propiedades. Así que decidieron atravesar una Europa destruida y regresar a España, en 1945. Antes pasaron una temporada en Suiza, con la reina Victoria Eugenia.
En España, se establecieron en una finca a las afueras de Sevilla, en Valencina de la Concepción, donde el matrimonio se dedicó a la explotación agrícola. Allí encontraron la tranquilidad. Pero no duró mucho. Al poco tiempo de estar allí, el matrimonio se separó de mutuo acuerdo. El conde Zamoyski tenía un carácter difícil que se fue agriando con el tiempo y se hizo adicto a la bebida. Se pasaba el día en los bares, añorando un tiempo de grandeza que no iba a volver. Se instaló en Montecarlo y luego en París. A pesar de las dificultades, la Infanta le ayudó económicamente, aunque él encontró, más tarde, apoyo en el príncipe Rainiero, que le nombró secretario de Asuntos Económicos del Principado de Mónaco. Falleció en 1964.
Isabel Alfonsa era conocida en Sevilla por su austeridad. Trabajaba ella misma una huerta situada en la carretera de Carmona y llevaba al mercado sus productos y los cántaros de leche en un jeep, vestida «como una mujer del pueblo», según describían los habitantes del lugar. Se hizo conocida por dar generosas limosnas y ayudar a todo el que lo necesitaba. Destacaba también por su profunda devoción. Parece que el rezo fue una de sus actividades más constantes.
Pero la vida de Isabel Alfonsa fue desgraciada y no solo por su separación. Presenció la muerte de dos de sus hijos. Primero Cristina, su segunda hija, que falleció a los 26 años, en Madrid, de un tumor cerebral. Unos años después, falleció a los 49 años en Sevilla su primogénito Carlos Alfonso, dejando tres hijos pequeños. Y, a pesar de su profunda religiosidad, no recibió bien la noticia de que su hija María Teresa había decidido ingresar en el convento de las Carmelitas Descalzas, en Aldehuela (Getafe), con el nombre de Sor Rocío de Jesús. Tenía solo 25 años. Es la prima monja del rey emérito de España y la única superviviente de los hermanos. A su ordenación, en noviembre de 1963 asistieron los entonces príncipes Juan Carlos y Sofía. José falleció en El Rocío, a los 75 años, en 2010. Tenía un único hijo, José Miguel.
La Infanta Isabel Alfonsa decidió, en los últimos años de su vida, trasladarse a Madrid para estar más cerca de su familia. La edad y los malos recuerdos la llevaron a retirarse a una residencia religiosa enclavada en la localidad madrileña de Pozuelo de Alarcón y allí murió en 1985 a los 81 años. Está enterrada en el Panteón de Infantes del Monasterio del Escorial. Sus nietos, primos segundos del rey Felipe VI, llevan unas vidas muy discretas totalmente alejadas de los medios de comunicación. Este año pasado, sin embargo, José Miguel Zamoisky, hijo de José Zamoyski, no tuvo reparo en aparecer públicamente en una campaña de la Cruz Roja para la cual el rey Felipe VI hizo un llamamiento. Pidió que la nobleza comprara miles de litros de leche y de aceite de oliva para contrarrestar la crisis provocada por el Covid-19 y entregárselos a familias necesitadas. Junto a él, como coordinador, estaba también otro primo del rey Felipe, Pedro de Borbón-Dos Sicilias, duque de Calabria.
20 de enero-18 de febrero
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