La reina Letizia, repartiendo sonrisas en uno de sus últimos encuentros con sus fans asturianas. /
En realidad, la sonrisa por defecto ha servido desde siempre como el gesto inescrutable por excelencia de royals y aristócratas, obligadas a ocultar sus emociones tras una máscara de imperturbabilidad. Lo que ahora sorprende de Kate Middleton o la reina Letizia no tiene nada que ver: en ambas ha llamado la atención una poderosa jovialidad , cierto derroche de simpatía y hasta la aparición de sinceras carcajadas.
Lejos de las beatíficas sonrisas habituales en la reina Camilla o en la reina emérita Sofía, propias de su educación aristocrática , Kate y Letizia lucen últimamente un sentido del humor efervescente. Lo vimos en la Cumbre de Granada, cuando la monarca española fingió conformarse con una copa imaginaria para corresponder al brindis con el que el rey Felipe VI dio por finalizada la cena de autoridades.
De un tiempo a esta parte, los momentos burbujeantes de Letizia en público abundan, tanto que apenas ya nadie recuerda los tenebrosos años en los que las amargas críticas de sus periodistas enemigos subrayaban su sempiterna seriedad. Entonces, se interpretaba como soberbia, aunque bien pudiera haber sido, sencillamente, tensión en la familia real . Esa tensión que ha ido relajándose de 2014 para acá, hasta desaparecer.
En Langreo, Pamplona o Petrer, las abuelas, señoras y fans juveniles cogen la mano de Letizia, la achuchan, le piden besos, fotos y casi bendiciones. La monarca no solo se deja, sino que sonríe, ríe, se carcajea y responde con simpatías o ironías, según el caso. Cada vez que pisa la calle y se acerca a las vallas de seguridad, el entusiasmo por la reina se dispara.
Algo muy similar sucede con Kate Middleton, hasta el punto de que la prensa británica se pregunta de qué se ríe tanto la futura reina. «Las risas se han convertido en una temática fija en sus apariciones» públicas, señala The Daily Mail. De hecho, el diario ha rastreado felices fotografías de Kate carcajeándose en distintos eventos públicos desde 2016: la risa forma ya parte de su marca personal.
¿Por qué las dos royals más influyentes coinciden en esta jovialidad que parece de serie en Kate y recientemente redescubierta en Letizia? Si bien es cierto que todas las monarcas se muestran serenamente sonrientes en público, la princesa de Gales y la soberana española destacan por su naturalidad. ¿Tiene algo que ver que ambas sean plebeyas ?
Más allá de las viejas reglas de lo aristocrático que prescriben autocontrol, los psicólogos y expertos en marca personal señalan el sentido del humor como síntoma de madurez, seguridad en uno mismo y resiliencia. Forma parte sustancial de un nuevo tipo de branding emocional que permiten a Letizia y Kate diferenciarse en el 'mercado de las reinas', llegar mejor a su público y crear comunidad. En otras palabras: ser más populares.
Estamos, además, ante dos royals que ya no tienen la imperiosa necesidad de que las tomen en serio como profesionales. Y ante dos profesionales que saben cómo suspender sus circunstancias puntuales para conducirse mediante el buen humor. No solo porque les hace bien a ellas mismas, sino porque saben que esa actitud jovial es contagiosa. Todo son beneficios .
«Tomarse las cosas con sentido del humor no solo ayuda a nuestra propia salud mental (y a la de la gente que nos rodea); contribuye sobremanera a mejorar los resultados que obtenemos. Reírse es salud y también productividad», explica Ana Romero, CEO de Grupo Power, en su newsletter de LinkedIn. Cuando las royals se ríen con sus fans no solo hacen mejor su trabajo: ayudan a crear una corriente continua de bienestar que mejora el estado de ánimo general.
El cambio de paradigma es evidente: pasamos de admirar a monarcas inalcanzables, tan aspiracionales como cualquier bolso de Hermès, a conectar con royals conscientes de su capacidad para mejorar, aunque sea por unos breves minutos, el estado de ánimo de sus fans. Un nuevo poder terapéutico que ya practica con total naturalidad el príncipe Guillermo, cada vez más risueño. A Felipe VI aún es frecuente encontrarle con el ceño fruncido. Eso tiene que cambiar.