La excusa oficial era celebrar, una vez más, el Jubileo de Oro de la reina Margarita de Dinamarca con una cena muy especial en el Ayuntamiento de Copenhague. Pero el gancho de la cita era el morbo de reunir en un mismo espacio tiempo a todos los implicados en el drama familiar que está viviendo la casa real danesa: los príncipes herederos, Federico y Mary Donaldson, y los «desheredados», Joaquín y Marie.
A finales de septiembre la reina decidió, de forma inesperada para los afectados, retirar el título de príncipes a sus nietos. Una noticia sorprendente para los implicados porque venía con un agravio comparativo, porque no todos los nietos dejaban de ser príncipes, solo los hijos del príncipe Joaquín, que reside en Francia (de momento), sufrirían esa decisión.
Tras el shock de la noticia llegaron las reacciones de unos y otros y los desencuentros públicos. La reina acabó reconociendo que no había tenido en cuenta cómo iba a afectar a su familia la decisión y que su hijo se había enterado de ello por la vía de los hechos.
El heredero al trono, el príncipe Federico, y su esposa, la archiconocida Mary Donaldson, intentaron salir del paso como pudieron, pero no quedaron indemnes habida cuenta de que se lleva décadas alimentando la leyenda de que los hermanos royal daneses no se pueden ni ver (por culpa de la mala relación de sus mujeres).
Y en medio de este panorama la reina ha decidido seguir festejando sus 50 años en el trono reuniendo a sus dos hijos con sus parejas en la misma cena. El morbo, desde luego, estaba servido, y la prensa danesa se ha hecho eco de todo lo sucedido. ¿Qué opinan ellos de esta puesta en escena royal?
La revista BT y sus especialistas en la casa real danesa lo tienen claro: el personal de palacio ha tenido que hacer muchas horas extras al teléfono para conseguir que los príncipes Joaquín y Marie de Dinamarca hayan abandonado Francia para asistir a esa cena.
Es ingenuo pensar que apenas un mes después del anuncio que degradaba a sus hijos y les dejaba sin apellidos ni tratamiento de altezas reales a la pareja caída en desgracia les apeteciera ni remotamente tomar canapés en Copenhague.
Pero la reina Margarita es una monarca resolutiva y quiere dar por zanjada esta cuestión, especialmente en los medios de cotilleos, por eso ha impuesto una vez más su voluntad y herederos y desheredados han tenido que acudir a su llamado.
Pero el plan no ha salido completamente como esperaba porque si lo que buscaba era ofrecer la imagen de la reconciliación con toda la familia unida, esa foto no se ha producido. Y aunque se hubiera producido, nadie la hubiera creído.
Los medios daneses tienen memoria y recuerdan bien otra célebre ocasión en la que la monarca se apresuró en organizar un acto de unidad ante la prensa y el pueblo con la familia al completo. En aquel momento fue su propio marido, Enrique de Laborde de Monpezat, el agraviado.
El esposo de la reina no estuvo nunca conforme con su papel en la Casa Real e incluso llegó a huir del país para mostrar su desacuerdo. La reina fue la encargada de hacerle regresar y la que impulsó la foto en el palacio de Cayx donde padres e hijos posaban juntos como si nada hubiera pasado. Pero sí pasaba. «Esa imagen no cambió nada, el príncipe Enrique seguía molesto», asegura el especialista en la familia real danesa Jacob Heinel Jensen.
Para los medios daneses apresurarse por conseguir una imagen de unidad no cambia las cosas, es ingenuo pensar que lo que se rompió hace apenas un mes ya está resuelto. Pero aún así hacen una lectura positiva de este encuentro, por lo menos sus príncipes parecen capaces de hablarse, aunque sea en privado y sin presencia de las cámaras.