Amigas o enemigas
Amigas o enemigas
El 1 de abril de 2018 es una fecha escrita a fuego en la intrahistoria familiar de la Casa Real. El suceso fue bautizado como el rifirrafe entre la reina Letizia y doña Sofía. Con luz y taquígrafos, la prensa acreditada para cubrir la tradicional misa de Pascua en la catedral de Palma y los asistentes a este acontecimiento religioso fueron testigos en primera línea del desencuentro manifiesto entre ellas, cuando la mujer de Felipe VI se interpuso entre su suegra y sus hijas para que no se hicieran una foto que, supuestamente, la emérita quería para su álbum personal.
Han pasado ya cinco años de aquella tensa situación entre las dos reinas que dio la vuelta al mundo. Coincidiendo con el aniversario del famosos rifirrafe, hemos pedido a cinco expertos en información relacionada con Casa Real española ( Pilar Urbano, Mabel Galaz, Carmen Enríquez, Rosa Villacastín y Jame Peñafiel), y a la experta en protocolo Diana Rubio que nos cuenten cómo lo vivieron ellos, lo que supuso para la Casa Real y cómo es la relación de las reinas hoy.
«Desde el punto de vista protocolario era una situación que nadie esperaba. Según me consta por mis fuentes, el jefe de Protocolo de la Casa Real no estaba presente. Fue algo inaudito que incluso a día de hoy seguimos analizando. Todo viene por un gesto que tiene la princesa de Asturias con su abuela cuando le echa el brazo por encima. Ahí saltaron las alarmas. Al parecer la reina Letizia no deseaba una foto con la familia allí, la quería en otro sitio. Fue tal la controversia que llegó hasta el New York Times», recuerda Diana Rubio, experta en Protocolo y directora de IMEP.
En cuanto al diagnóstico de la situación, no deja lugar para las medias tintas: «El choque entre reinas fue muy curioso por la cordialidad que habían demostrado con anterioridad. A nivel protocolario, hay que tener mucho cuidado y más cuando sabes que todo el mundo te está mirando».
La periodista Mabel Galaz, autora del libro Letizia Real (La Esfera de los Libros), que conoció a la entonces periodista Letizia Ortiz cuando trabajaba en CNN, manifiesta que «se evidenció, de cara al exterior, lo que algunos sabíamos y otros sospechábamos que sucedía de puertas adentro en Palacio. Ya no solo eran las posibles diferencias entre las reinas Letizia y Sofía, sino la decisión de Letizia de controlar todo lo referente a la imagen de sus hijas».
Respecto al posicionamiento de la opinión pública mantiene que «todo el mundo vio en esas imágenes a una abuela a la que no le dejaban hacerse unas fotos con sus nietas. La reina Sofía en esos momentos y en la actualidad tiene unas cuotas de popularidad muy elevadas. Desde Botsuana, cuando se hizo público lo que todos sabíamos, que el rey Juan Carlos tenía una vida paralela, la gente se posicionó con ella. En este caso no se la vio como reina, sino como una abuela a la que no se le dejaba hacer unas fotos con sus nietas».
«Sé y así lo dijeron públicamente algunas amigas de Letizia que ella estaba muy disgustada por la imagen que había proyectado. Claramente, las dos han aprendido de esta situación. Ha sido el mayor resbalón que Letizia ha tenido desde que está en la Familia Real. Es sorprendente porque ella es una mujer, ya desde antes, a la que le gusta controlarlo todo, que sabe, porque además es compañera de profesión, lo importante que es un gesto. Fue más impulsiva de lo que suele ser, porque ella se controla mucho. Le pasó más factura a Letizia, pero ambas aprendieron: la reina Sofía tiene que atender las decisiones que la reina tome sobre sus hijas y Letizia sabe que no puede hacer en público un gesto como ese», concluye.
Carmen Enríquez trata de llegar a la génesis de la situación con una valoración muy plausible: «Por un lado estaban las normas que tiene la reina Letizia con sus hijas: en un acto oficial no debía buscar hacerse fotos con la otra parte de la familia, que era la reina Sofía. Por otro, el interés de la abuela por hacerse unas fotos con sus nietas. Aun así insistió un poco de más sabiendo que a su nuera eso no le agradaba. Que tuvieran una discusión pública dio una imagen muy negativa de la familia. Alguien tendría que haber cedido»
«Fue un momento puntual del que no podemos inferir que la relación entre ambas reinas fuera mala. Creo que hay una relación estupenda entre madre e hijo y que entre doña Letizia y doña Sofía hay el choque entre dos visiones diferentes de la monarquía. Doña Sofía nació princesa griega, después fue princesa y reina en España, ha crecido con todo lo que conlleva ser parte de una familia real. La reina Letizia es una buena periodista que tuvo que pasar su periodo de aprendizaje y puede que en algún momento haya habido divergencias de criterio. Ni la sangre llegó al río ni la cosa parece haber empeorado», manifiesta la periodista y escritora.
«Cuando lo vi no daba crédito», nos comenta Rosa Villacastín. «Letizia es tan perfeccionista que me pregunté cómo podía estar metiendo la pata así. Tampoco sabíamos hasta dónde estaba de harta, nunca lo vamos a saber. Ella, que conoce el mundo de la comunicación, debió ser más cuidadosa en las formas, pero no la he vuelto a ver meter la pata. Todo el mundo se puso del lado de la reina Sofía, que siempre ha tenido un comportamiento tan correcto y tan perfecto de cara a la galería. Nadie se puso del lado de Letizia y eso le va a perseguir siempre. Los gestos posteriores, lo del coche, etc, fueron casi peores que lo de Palma, se vieron ficticios y falsos».
Villacastín hace alusión a una situación personal e institucional de la reina Letizia que podía estar condicionada por los acontecimientos que iban a salir a la luz en los siguientes meses. Situarían a la monarquía en circunstancias muy delicadas, con el consiguiente nerviosismo aparejado, por las actividades del rey emérito, involucrado en escándalos de tipo financiero y complejos asuntos personales. Básicamente, todo lo que propició su salida de España hacia Abu Dabi y un cordón sanitario alrededor de su hijo Felipe VI, con quien solo se le ha vuelto a ver en los últimos tiempos en las exequias de Isabel II y fugazmente en el funeral de Constantino de Grecia.
La periodista y comentarista televisiva estima que ahora «se llevan bien, creo que la reina Sofía tiene menos protagonismo y para ella su hijo es todo, tiene ese sentido de Estado, de 'El Rey es el Rey'. Creo que no tienen una relación de intimidad, pero no están mal. Cuando los Reyes tienen que ir a comer van con el padre o la madre de Letizia. Eso pasa en todas las familias porque al final la familia de las mujeres es la que marca el ritmo de las parejas».
Recapitulemos… La reina Letizia, impecable con una blusa de lunares de CH Carolina Herrera, unos pantalones navy de Hugo Boss y un bolso rosa chicle de Uterqüe, se convertía en carne de memes y la opinión pública se polarizaba respeto a quién era la responsable de esta situación, aunque hubo un testimonio particularmente significativo, el de Marie-Chantal Miller, mujer de Pablo de Grecia, quien en Twitter se posicionaba públicamente a favor de la tía de su marido.
Esta insólita situación generó la leyenda urbana de que doña Letizia y la hija del magnate de los duty-free Robert Warren Miller estaban jugando al gato y al ratón y se evitaban en todos los actos del Gotha en los que podrían coincidir. Hasta que se encontraron en las exequias del depuesto rey Constantino de Grecia el pasado enero en Atenas y enterraron un hacha de guerra que estaba más en el imaginario colectivo que entre dos mujeres acostumbradas a hacer frente a las críticas y a las discrepancias.
No hubo que esperar demasiado para que la maquinaria de Zarzuela se pusiera en marcha para amortiguar los efectos de lo que la prensa bautizó como 'rifirrafe'. El 7 de abril la reina Letizia esperaba en el Hospital Universitario de La Moraleja, donde el rey Juan Carlos I fue intervenido de una rodilla, para abrir la puerta del vehículo en el que llegaba su suegra. Un gesto que se interpretó como una petición de perdón, que algunos cronistas reales, los más detractores de la mujer de Felipe VI, calificaron de impostado.
Este es el caso de Jaime Peñafiel, el más severo de los cronistas reales con los que hemos contado para elaborar este reportaje: «Ha sido el escándalo más mediático que ha habido en la historia de la monarquía. Nunca se ha vivido una cosa tan desagradable. Don Felipe demostró ser una buena persona, pero no sabía cómo mediar. Esto lo que significaba es que la relación entre suegra y nuera es la que se sospechaba, nunca ha sido buena», concluye el periodista.
Hablamos de una situación, por cierto, que ya había vaticinado Pilar Urbano, biógrafa de la reina Sofía, como nos recuerda vía telefónica, en un descanso de su intensa gira promocional de su nuevo libro, El alzamiento' (Planeta): «Lo de Palma duró ocho segundos, pero el propio jefe de Prensa dijo que los había visto España entera y que había que arreglarlo».
Durante las tradicionales vacaciones de Marivent, ese mismo agosto, suegra y nuera, que es lo que después de todo son, como recalca Carmen Enríquez, incluso se fueron a comprar pescado juntas al mercado del Olivar de Palma con la princesa Leonor y la infanta Sofía. Momento que la prensa pudo aprovechar para dejar testimonio gráfico del afecto entre la abuela y las nietas, que era algo que también se estaba poniendo en cuestión.
«Las actuaciones que vimos después desde la operación del rey Juan Carlos hasta los nuevos Princesa de Asturias, donde siempre acuden doña Letizia y doña Sofía, nos dejaron en algunas ocasiones abrazos forzados entre la abuela y las nietas, pero con el tiempo que ha pasado, lo que ocurrió en Palma se ha quedado en una anécdota», determina Diana Rubio.
Una anécdota de la que se ha hablado mucho en estos años, porque en ocasiones perduran más en la memoria los pequeños fogonazos de la vida que los grandes acontecimientos. Pero que ya se va diluyendo porque en los últimos años la figura de la reina Letizia ha crecido dentro y fuera de nuestras fronteras por su impecable gestión y su excelente labor en acontecimientos de enorme calado como la reciente cumbre de la OTAN celebrada en Madrid. .