Tatiana Santo Domingo, la nuera rica y hippy de la princesa Carolina que ha llevado la bohemia a Mónaco

Quizá la mejor descripción de cómo es la vida de Tatiana Santo Domingo, la esposa de Andrea Casiraghi , y madre de sus tres hijos, Alexandre Andrea (Sacha), de ocho años, India Julia, de seis, y Maximilian Rainier, de tres, es analizar sus apariciones en la prensa internacional: pocas y discretas, como las de Marie Chevallier y Carlota Casiraghi , y un punto por debajo del glamour de su «competidora» oficial, la mujer de Pierre Casiraghi, Beatrice Borromeo y de su amiga y cuñada Carlota Casiraghi, la mujer que lo tiene todo .

La última de estas apariciones, junto a la familia real monegasca fue en la gala de la Cruz Roja, que el año pasado no se pudo celebrar. Con un largo vestido floreado en tonos rosas, de Giambatista Vallii, fiel a su estilo, Tatiana contrastó con sus dos cuñadas, Carlota de Mónaco, vestida con un mini diseño metalizado de Chanel, y Beatrice Borromeo, que eligió un estilo corola, de Dior.

Tatiana no parece aportar al Principado el mismo esplendor que Beatrice. Amable y cariñosa con su familia política, presente en todos los actos necesarios, nunca ha tenido intención, sin embargo, de convertirse en el centro de atención. Tatiana se ha situado voluntariamente en un segundo plano. Y, por extraño que parezca, parece que Andrea Casiraghi ha decidido lo mismo.

Si nos remontamos en el tiempo, comprobamos que Tatiana apenas ha aparecido en los titulares salvo con motivo de sus bodas –civil y religiosa– con Andrea Casiraghi, en 2013 y del nacimiento de sus hijos. Entre medias, bodas de alguna de sus amigas de la jet set y algún desfile de Alta Costura. Una tranquila vida familiar, entre Londres, donde vive con su marido y sus hijos, París, Suiza, Montecarlo o Nueva York y la dedicación a su marca de moda «Muzungu Sisters» son los dos polos entre los que transcurre su existencia. Sosegada y equilibrada huye, ante todo, de la notoriedad. Y la prensa parece haberse acostumbrado a ello.

Sin embargo, esta joven tímida y discreta pertenece a una de las familias más ricas del mundo. Quizá sea esa la razón de su huidiza manera de tratar a la prensa, que los verdaderos millonarios buscan vivir su vida bajo el radar. En Colombia, país en el que nació, es símbolo de poder y riqueza, aunque Tatiana no visita con frecuencia el país, ni siquiera habla con fluidez el castellano. Su abuelo, el financiero nacido en Barranquilla Julio Mario Santo Domingo, ocupó durante años, hasta antes de morir, los puestos más destacados en las listas de la revista Forbes, aunque vivió también gran parte de su vida en Nueva York.

Allí nació Tatiana. Sus padres fueron Julio Mario Santo Domingo junior, hijo de Julio Mario Santo Domingo, y de la modelo brasileña Vera Rechulski. Julio Mario junior hizo fortuna por su cuenta en el negocio de los fondos de inversión y ocupó puestos en las juntas directivas de varias empresas del grupo Santo Domingo, aunque nunca vivió en Colombia. Falleció de un cáncer en 2009, a los 52 años.

Tatiana se instaló a los dos años con su madre en Ginebra, donde creció junto a la realeza y los herederos de las grandes fortunas. Asistió al Institut Le Rosey, considerado uno de los más prestigiosos del mundo, y terminó el bachillerato en París. Más tarde se graduó en la American University de Londres y obtuvo un máster en la New School for Liberal Arts de Nueva York. De Colombia apenas conoce Cartagena y las Islas del Rosario, donde pasó algunas vacaciones con Carolina de Monaco.

Tatiana se casó con Andrea Casiraghi cuando tenía 28 años y tras un noviazgo de siete, uno de los más largos de su círculo. Se conocieron en 2004, cuando ambos asistían a la American University de París. Parece que fue Carlota quien los presentó. Eran íntimas amigas desde que coincidieron en el Lycée Fontainebleau de la capital francesa.

Tatiana llamó la atención, desde el principio, por su estilo «hippie-chic», muy personal y colorista. La estabilidad familiar y un matrimonio con hijos han sido siempre su mayor deseo. Y lo ha conseguido junto a Andrea Casiraghi, considerado un díscolo soltero de oro, que se ha convertido en un esposo y en un padre ejemplares.

Su primogénito, Sacha, nació once meses antes de su boda y la ceremonia sirvió para legitimarlo en la línea de sucesión. La vida de Andrea y Tatiana es tranquila. Pasan los inviernos en Londres –exceptuando los viajes para su marca– y acuden en verano a la Costa Azul. Les gusta especialmente Saint-Tropez. Muchos veranos se les ha visto en el yate Pacha III de la princesa Carolina, junto a los demás miembros de la familia y sus hijos. Y Tatiana, como siempre, mira de reojo a la prensa tras su larga melena.

Pero, a pesar de su discreción, Tatiana no puede negar que pertenece a la nueva jet set internacional –o a una sección de ella, la «gyp set–, junto a Charlotte Casiraghi, Eugenia Niarchos, nieta del armador griego Stavros Niarchos y una de las herederas de la marca de cerveza Guinness, o Margherita Missoni, heredera de la dinastía de la moda. Son sus BFF –Best Friends For Ever, sus mejores amigas para siempre– .

Sin embargo, su vida dista de ser frívola. Fundó junto a su amiga la heredera chipriota Dana Alikhani, graduada en Derechos Humanos, la firma de moda sostenible Muzungu Sisters –que viene del suahili y significa «hermanas viajeras»–, que comercializa piezas artesanales de todos los rincones del mundo.

Tatiana y Dana recorren el planeta buscando prendas originales y artesanos locales que conservan técnicas ancestrales con los que colaborar. Su filosofía es el comercio justo y el respeto a la naturaleza. El resultado son diseños personalizados y respetuosos con el medio ambiente, con un estilo que se inspira en los iconos de moda de los años sesenta, como Jimmi Hendrix, Talitha Getty o Ali Macgraw. Bolsos de Delhi, chaquetas del Alto Perú, pantalones «gaucho» de La Pampa o kaftanes marroquíes: Tatiana busca siempre lo atemporal y sacar a la luz el trabajo más exquisito.

Las dos socias se pasan el día viajando en busca de descubrimientos y del trabajo de comunidades indígenas. Tatiana trabaja también con numerosas asociaciones humanitarias, como World Association of Children 's Friends, fundada por la princesa Grace de Mónaco, o la Fundación filipina Virlanie, que trabaja con los niños de la calle.