Las tiaras también pueden llamarse diadema, que significa corona en forma de semicírculo. Hubo un tiempo en que las utilizaban también los hombres, pero hoy han quedado como exclusivo complemento femenino . Su diferencia con las coronas es que van sujetas al cabella, son flexibles y son de medio aro, mientras que la corona es un aro completamente cerrado que va sobre la cabeza.
Finamente elaboradas con espléndidas gemas, las tiaras están cargadas de historia, pero también de un fuerte simbolismo. Son esenciales en el ajuar de todas las casas reales europeas. Es difícil saber cuál es la tiara más bella y, sobre todo, la más valiosa. Parece que son las colecciones de la familia real holandesa y de la británica las de mayor valor. Según money.co.uk valen cada una en torno a los 25 millones de euros. Las más valiosas de entre las holandesas son la tiara Württemberg, que utilizó la reina Beatriz en su boda, la llamada tiara de las estrellas, que ornó la cabeza de la reina Máxima en su casamiento, y el «bandeau» de diamantes, elaborado con diamantes rosas, con el que se casó la Reina Juliana.
En la colección de la Reina Isabel II destacan las tiaras utilizadas por las últimas tres novias reales: la tiara Fringe, de la Reina María, utilizada por la Princesa Beatriz y por la propia Isabel II el día de su boda, la tiara Greville Kokoshnik de esmeraldas, utilizada por la Princesa Eugenia, y la tiara Bandeau de la Reina María, que llevó la Duquesa de Sussex, Meghan Markle. Muchas de las tiaras de la reina fueron herencia de su abuela, la reina María de Teck, que tenía una fabulosa colección de joyas, una de las más importantes de Europa. La joya más cara del joyero de Isabel II es la tiara Oriental Circlet, que tiene un valor de 10 millones de euros. Fue un diseño del príncipe Alberto para su esposa, la reina Victoria, y la reina Isabel la ha lucido en pocas ocasiones.
En el pasado, las familias aristocráticas demostraban su importancia exhibiendo tiaras con incrustaciones de las mejores piedras. En la actualidad se han convertido en reliquias que se heredan de generación en generación. Pero sigue existiendo toda una etiqueta alrededor de las tiaras. Solo las mujeres casadas pueden usarlas, a menos que hayan nacido princesas. Tradicionalmente, son un elemento ligado al matrimonio. La tiara tiene sus raíces en la antigüedad clásica y era percibida como un emblema de la pérdida de la inocencia por la coronación del amor y el enlace matrimonial. Los antiguos romanos usaban también tocados de oro para señalar su posición social. Una moda que revivió Napoleón Bonaparte en su afán por lograr un carácter imperial a fines del siglo XVIII. Fue entonces cuando las tiaras femeninas vivieron una época de resurgimiento.
Algunos de los diseños más antiguos de los «trousseau» reales» se remontan a la época de Napoleón. La esposa de Napoleón, Josefina, le encargó una tiara a Chaumet, la casa parisina que se convirtió en referente de este tipo de joyería. En esta época, las tiaras eran rígidas, voluminosas y pesadas. La casa real sueca posee una de las que pertenecieron a la emperatriz Josefina, la tiara de los camafeos. La tiara de Braganza, igualmente en manos de los Bernadotte, también exhibe este estilo grandioso, aunque es posterior. Es una enorme tiara floral de estilo neoclásico, realizada en Francia con diamantes brasileños engarzados en oro y plata, por encargo del Emperador Pedro I de Brasil, para regalarla a su segunda esposa, Amelia de Leuchtemberg, con motivo de su boda en 1829. Debe su nombre a que el Emperador también fue Duque de Braganza. La tiara se hizo con los mejores diamantes brasileños en varios tamaños y tan puros que parece hecha de agua.
El estilo de mediados del siglo XIX es más ligero y romántico, casi siempre confeccionado en platino y, a menudo de inspiración floral o con perlas. Un ejemplo es la llamada tiara Orange Nassau, que pertenece a la casa Real de Dinamarca. Fue elaborada en oro, perlas y diamantes en Berlín, hacía 1825, para la Princesa Luisa de Prusia, esposa del Príncipe Federico de los Países Bajos. El príncipe regalaría la tiara a su hija la Princesa Luisa de los Países Bajos como regalo de su boda con el Rey Carlos XV de Suecia en 1850. La princesa Mary no la ha lucido todavía.
Luego llegó el estilo decó, geométrico más austero, como la tiara Art Decó de zafiros de la casa de Liechenstein, realizada en diamantes y zafiros azules, articulada y desmontable. En la parte central luce un gran zafiro con forma de cabujón. Las tres piezas de la tiara pueden ser separadas y lucirse de forma independiente como broche, collar y colgante.
Pero antes, a finales del siglo XIX, se pusieron de moda las tiaras de estilo «kokoshnik», de inspiración rusa, como la que posee la reina Isabel II, realizada en 1888 por el prestigioso joyero Garrard. Está formada por setenta barras de platino con 488 diamantes incrustados. Fue encargada por Lady Salisbury y sufragada por los 365 pares del reino, para ser regalada, por sus bodas de plata, a los Príncipes de Gales, los futuros Reyes Eduardo VII y Alejandra. Fue la que Isabel lució en su boda.
20 de enero-18 de febrero
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