Imagen de la reina Paola de Bélgica, cuando su belleza competía con la de la princesa de Mónaco Grace Kelly /
Paola Ruffo di Calabria , hija de un duque y una condesa italianos, lo tenía todo para protagonizar un cuento de hadas: belleza indiscutible y una boda real con un joven príncipe europeo que acabaría convertido en rey, Alberto II de Bélgica . Poco podía suponer en aquella boda de 1959 celebrada tras un noviazgo de apenas unos meses que acabaría convirtiéndose en una de esas reinas europeas que viven durante décadas el papel de esposa sufriente por culpa de un marido infiel, un trauma para el que no estaba preparada.
La buena noticia es que Paola de Bélgica, la veinteañera que buscaba un compañero para toda la vida y se consoló del mazazo de haber escogido mal yéndose de fiesta, consiguió finalmente en la vejez lo que siempre deseó. La mala, al menos para el hijo de Leopoldo III de Bélgica y la princesa Astrid, es que con 84 años ha decidido hablar de toda aquella época de locura matrimonial.
Antes de convertirse en reyes por sorpresa tras la muerte de Balduino en 1993 y el adiós al trono de Fabiola , en los planes de Paola y Alberto no estaba el respeto de la monarquía como institución, sino más bien vivir la vida como los privilegiados que eran. Si la joven Paola se había hecho ilusiones sobre el matrimonio poco le duraron. En poco más de tres años tuvo tres hijos y descubrió la presión que suponía ser una princesa. Al ver el tipo de vida que le gustaba a su esposo, de fiesta en fiesta y de amante en amante, la princesa que rivalizaba en belleza con Grace Kelly decidió no quedarse atrás. Se decía que pasaba más tiempo en los clubs franceses que en la corte belga.
Mientras al príncipe Alberto le surgían asociaciones con distintas divas del mundo del espectáculo la lista de amantes de Paola no se quedaba atrás. De su idilio con un conde que trabajaba para Paris Match quedó documento gráfico en forma de fotografías abrazados en Cerdeña. De su idilio con el cantante Adamo quedó como testimonio una canción titulada Dolce Paola y una imagen del cantante dándole una rosa roja a la princesa en pleno concierto en 1965.
Ni siquiera el nacimiento de sus tres hijos consiguió cambiar la situación, muy al contrario, fueron las principales víctimas de un matrimonio que no funcionaba con dos padres inmaduros que no supieron ni quererse como pareja ni criar a sus propios hijos que quedaron a cargo de Fabiola. Que la pareja viviera en alas opuestas del palacio y Alberto tuviera a su hija ilegítima en 1968 con su amante de aquel momento, una baronesa, no ayudó a mejorar las cosas. « No fui feliz durante diez años. Definitivamente no estaba bien. No sabía a dónde ir. Y existía el peligro del divorcio, pero en aquellos días la gente no se divorciaba», confiesa la ex reina consorte en la televisión belga.
Durante un momento pareció que ese divorcio iba a llegar, los papeles fueron preparados por los abogados, pero la pareja se echó atrás al ver que Paola tendría que renunciar a sus hijos para siempre si firmaban la separación en esos términos. La relación quedó en tablas hasta 1984, momento en el que Paola organizó una fiesta en honor Fabiola y Balduino y, mágicamente, se produjo un reencuentro de la pareja.
La muerte inesperada de Balduino y el nombramiento inesperado de Alberto como rey (todos pensaban que Balduino lo había repudiado) hizo que la pareja se convirtiera en equipo. Para entonces Alberto ya no estaba con su baronesa (la relación duró 18 años) y parece ser que la pareja real consiguió encontrar un camino para volver a entenderse. Tanto es así que cuando en el reportaje le preguntan a la reina emérita si volvería a casarse con él, afirma que por supuesto que sí. Eso sí, de la hija secreta de Alberto II no dice ni una palabra, no todo ha sido perdonado.