La triste historia de Rosemary Kennedy, la hermana oculta y abandonada de JFK a la que su padre ordenó lobotomizar

La primera hija del clan Kennedy no tuvo la vida de glamour y exposición a los medios que llevaba el resto de su familia, la familia real no oficial de Estados Unidos, pero su trágica existencia sí encaja con la maldición de los Kennedy. Esta es su historia, que incluye encierro, olvido y una lobotomía autorizada por su propio padre.

Antes de la lobotomía que odenó su padre para controlarla, Rosemary Kennedy era una chica infantil, pero que gozaba de autonomía. / instagram

Silvia Vivas
Silvia Vivas

John Fitzgerald Kennedy no solo fue el presidente asesinado de Estados Unidos y el marido de Jackie Onassis , también fue el producto del esfuerzo del padre de la saga familiar por convertir a los suyos en la familia más poderosa de Estados Unidos. Como si de un capítulo de Juego de tronos se tratara, el patriarca de los Kennedy, Joseph, era capaz de hacer lo que hiciera falta para conseguir su objetivo, desde buscarle esposa a su presidenciable hijo a lobotomizar a los 23 años a su hija y después esconder el resultado de la operación. Esta es la triste historia de la Kennedy olvidada por todos, Rosemary.

Cómo acabó una joven de 23 años encerrada en una institución de por vida

Todo comenzó con un mal parto: cuando la madre de Rosemary, Rose, iba a tener a su primera hija, la enfermera la obligó a esperar durante dos horas con las piernas cerradas para que diera tiempo al médico a llegar. El nacimiento del tercer hijo de los Kennedy se convertía así en un trauma, algo que marcaría para siempre el resto de su vida.

De los nueve hijos que tuvo Rose Kennedy, Rosemary demostró siempre que era «especial»: un bebé que apenas lloraba, que aprendió a andar tarde, que de mayor escribía y leía con dificultades… los médicos identificaron el problema de Rosemary como un daño provocado por la falta de oxígeno durante el parto, pero la familia lo ocultó al mundo: no querían cargar con el estigma de que alguien pensara que era un problema genético.

A la ocultación de sus dificultades de aprendizaje ayudaba que en la época nadie esperaba demasiado de las jovencitas de buena familia casaderas y que Rosemary era toda una belleza. Cuando su padre Joseph Kennedy fue nombrado embajador de Estados Unidos en Londres comenzó su momento de gloria: el éxito social de la joven fue tal que incluso llegó a ser presentada en Buckingham ante el rey Jorge VI y protagonizar alguna que otra portada de revista o salir en el Vogue de la época.

Durante su estancia en Reino Unido, Rose Marie Kennedy llegó a conocer a la reina Isabel y a su padre, el rey Jorge VI. Los emdios la bautizaron como la «hija de la sonrisa perfecta». / instagram

En Reino Unido Rosemary fue feliz, a pesar de su carácter infantil consiguió adaptarse a un internado que seguía las directrices de la escuela Montessori y se mostraba capaz de asistir a los eventos públicos bajo la supervisión paterna y no meter demasiado la pata. Pero todo se torció cuando la familia volvió a Estados Unidos.

En aquel momento Rosemary ya no era una jovencita de 19 años y estaba dispuesta a imponer su voluntad, incluso, con violencia. La familia asistió sorprendida a sus rabietas y llegó incluso a pegar a su abuelo en una ocasión. La respuesta paterna fue encerrar a la joven en un convento. No sirvió de mucho: Rosemary se escapaba cada noche y según algunos de los biógrafos de la familia Kennedy su objetivo al alejarse los muros del convento era intimar con hombres en cualquier pub cercano. Un auténtico escándalo.

Joseph Kennedy no estaba dispuesto a que un embarazo a destiempo (con el consiguiente escándalo) arruinase sus planes políticos que ya se habían visto mermados por sus comentarios filonazis durante la guerra. Sin consultar a nadie, ni su esposa ni a su hija, decidió que a Rosemary se le practicase una lobotomía para curarle la «ninfomanía». Atada a una camilla, despierta y aterrorizada Rosemary fue operada en contra de su voluntad. Tenía 23 años.

Tras la operación la joven perdió la capacidad de caminar o hablar. Para ocultar a la prensa y sus rivales políticos la existencia de una Kennedy que podría ser juzgada como «loca», su padre ordenó su internamiento en varios centros distintos hasta que finalmente se instaló en un centro religioso llamado St. Coletta en el que permanecería hasta su muerte a los 86 años de edad. La máxima de todos los médicos que la trataron era la misma, que nunca recibiera visitas. Durante 20 años, así fue. Su padre mintió a la familia y nadie supo lo que había sucedido hasta que el patriarca murió en 1960.

20 de enero-18 de febrero

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