No fue ni la primera ni la última, pero sí la que encarnó el ideal de baronesa que siempre tuvo en mente Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza . No era para menos: Fiona Campbell-Walter (Takapuna, Nueva Zelanda, 1932) nació en una familia elitista, trabajó para las mejores firmas de moda del mundo y encarnó la belleza aristocrática con suma perfección y gran estilo . En otras palabras: sumó la educación exquisita de su primera mujer, la royal austríaca Teresa zur Lippe, y la desenvoltura moderna de su segunda esposa, la salvaje y guapísima modelo británica Nina Dyer. El matrimonio Thyssen-Campbell-Walter tendría que haber sido el definitivo, pero algo tenía (o no tenía) el barón para no lograr retener a su lado a las fascinantes mujeres que con tan buen ojo localizaba en la alta sociedad de la época o alrededores. A Fiona la avistó en Saint Moritz: era la vecina del chalet de al lado. Ella tenía 24 años y él, 35.
En los años 50, Fiona Campbell-Walter pasaba por ser la modelo más hermosa de Vogue. Hija de un vicealmirante de la Royal Navy y nieta de un diputado conservador, a los ojos del barón reunía el atractivo y el refinamiento que requería la posición de baronesa Thyssen, título que adqurió en 1956, tras su boda en Castagnola (Lugano). Inmediatamente, Fiona dejó su profesión y se instaló en Villa Favorita. Sintomáticamente, sus hijos en común nacieron el mismo año de su boda (en 1958 nació Francesca) y en el último año de su matrimonio (1963, cuando vino al mundo Lorne).
En este momento, el matrimonio ya hacía agua debido a la desconfianza que se había instalado en Heini Thyssen. No entendió que Fiona era demasiado joven, inteligente y apasionada como para retirarse del mundanal ruido en una mansión suiza, por muy llena de obras de arte que estuviera. Aún no había cumplido 30 y, lógicamente, estaba más interesada en volar que en criar.
En sus reveladoras memorias tituladas Yo, el barón Thyssen, Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza, conocido familiarmente como Heini, desveló la razón del enfriamiento del tercer matrimonio del aristócrata. Según nuestro protagonista, Fiona Campbell-Walter «se tomaba demasiado en serio» su recién recibido título de baronesa, ordenando a todo el mundo o, como suele decirse, haciendo y deshaciendo a su antojo.
Además, Fiona adoraba salir en la prensa rosa. Estas razones son, sin embargo, pecata minuta al lado de las acusaciones de infidelidad que siempre sostuvo el barón Thyssen. La deslealtad de Fiona Campbell-Walter tenía nombre y apellidos: los del director de cine Sheldon Reynolds que, además, según el barón era el verdadero padre de su hijo Lorne. De hecho, el barón alemán estaba convencido de que su mujer había cometido otras muchas tropelías adúlteras.
En 1965, Fiona Campbell-Walter y el barón Thyssen firmaron un divorcio de mutuo acuerdo, en el que ella conservaba el apellido Thyssen-Bornemisza y el título de baronesa y la nacionalidad suiza. Inmediatamente se mudó con sus hijos a Londres y, además, se reintegró en la jet set internacional con base en St. Moritz, junto a los Niarchos y los Agnelli (se hizo muy amiga de Marella, la esposa del jefe de todo en Fiat). En 1969 volvió a los titulares por su romance con Alexander Onassis, hijo único del legendario armador griego Aristóteles Onassis.
Este se oponía a este affaire porque ella era 16 años mayor que su hijo y trató de disuadirle de todas las formas posibles para que la dejara, pero fue imposible. Desafortunadamente, fue una tragedia inesperada la que separó a los enamorados: Alexander murió a los 24 años, tras sufrir un accidente de avioneta. Fiona llevó el duelo con discreción y, aunque volvió a la moda de la mano de Diana Vreeland, poco a poco se fue refugiando en su familia. Hoy la vemos, regia, en múltiples eventos con su hija Francesca y sus nietas.
20 de enero-18 de febrero
Con el Aire como elemento, los Acuario son independientes, graciosos, muy sociables e imaginativos, Ocultan un punto de excentricidad que no se ve a simple vista y, si te despistas, te verás inmerso en alguno des sus desafíos mentales. Pero su rebeldía y su impaciencia juega muchas veces en su contra. Ver más
¿Qué me deparan los astros?