La tragedia que Paul Auster no pudo superar: el miedo a su único hijo y un primer matrimonio del que jamás quiso hablar

El fallecimiento del escritor Paul Auster pone punto final a la gran tragedia de la que ningún miembro de su familia quiso hablar directamente. El suicidio de su hijo Daniel, adicto, después de que éste matara accidentalmente a su hija, un bebé de diez meses.

El escritor Paul Auster a finales de los 80. / getty

Elena de los Ríos
Elena de los Ríos

Fue uno de los pocos escritores globales que accedió, por la vía de su monumental éxito literario, al estatus de 'celebrity'. De Paul Auster, fallecido a los 77 años a causa de un cáncer de pulmón, supimos más allá de 'La ciudad de cristal' (1985), el libro que le catapultó al éxito y la fortuna. No solo su veneración (intensidad Woody Allen) por Nueva York, más en concreto por el distrito de Brooklyn, escenario favorito del grueso de sus novelas y donde poseía una casa de ensueño, en el barrio de Park Slope.

También conocimos su particular vida sentimental, marcada por dos mujeres que, además de casarse con él, rivalizaron en calidad literaria y fama planetaria. Y la gran tragedia de su vida: el fallecimiento de su hijo Daniel, a los 44 años, debido a una sobredosis.

Auster sedujo a millones de lectores gracias a sus intrincadas tramas, capaces de capturar e intrigar con laberínticas conexiones y un cóctel de existencialismo, género negro, ficción y autobiografía ciertamente morboso. El escritor se gustaba y gustaba por millones: en los 80 y 90, no había casa lectora que no tuviera en su pila de libros pendientes la 'Trilogía de Nueva York' (1986), 'El palacio de la luna' (1989) o 'Leviatán'(1992).

Las mujeres en la vida de Paul Auster

Su despegue literario coincidió con su matrimonio en 1981 con la novelista Siri Hustvedt, entonces una joven prometedora de 27 años. Fueron la 'power couple' literaria por excelencia. Con ella tuvo a su única hija, Sophie Auster, discreta cantante con seis discos editados y actriz secundaria en una docena de películas.

Hustvedt y Auster no rivalizaron en lo literario: él se zambulló en la reelaboración puramente literaria de sus obsesiones existenciales, mientras que ella logró prestigio y fama con ensayos y cuentos que se valen del feminismo, el arte, la ciencia, la psicología o la neurociencia (ella sufrió su primer ataque epiléptico en la luna de miel). Si se quiere, Paul Auster se quedó con el personaje del Gran Escritor Americano, mientras que Siri Hustvedt se concentró en una literatura con grandes dosis de reflexión y divulgación. Aún así, los dos obtuvieron el Premio Princesa de Asturias de las Letras, en 2006 y 2019, respectivamente.

No sucedió de la misma manera en el primer matrimonio de Auster, una historia de amor de final amargo que le puso frente a frente con un talento literario con el que sí podía medirse y, ese era el peligro, hasta perder. Paul Auster conoció a Lydia Davis en 1965, en la Universidad de Columbia: se deslumbraron mutuamente. Se trasladaron a Francia para vivir su aventura europea, ya que ella era traductora del francés, y vivieron como bohemios: prácticamente de prestado. A su vuelta a Estados Unidos en 1974 se casaron: tenían 27 años y estaban hambrientos de escritura.

Paul Auste saludando al rey Felipe VI y a la reina Letizia en la entrega de los Premios Príncipe de Asturias 2006. / getty

Si Auster fue aupado por sus ventas millonarias, a Davis la avala la crítica: es la absoluta maestra del cuento corto contemporáneo. Su disección de las fallidas relaciones sentimentales entre hombres y mujeres es tan certera que corta, no solo la respiración. La concentración de sentido, emoción y análisis que ofrecen muchas de sus microhistorias ofrece más impacto lector que cualquier novela de largo aliento de Auster. El control que ejerce sobre lo que dice y cómo lo dice es salvaje.

El divorcio de Paul Auster

La divergencia de forma y estilo entre Davis y Auster fue total: él quería la gloria, ella renunció a vender en Amazon. Tuvieron un hijo, Daniel, que propició la tragedia pública que la pareja quiso evitar a toda costa con su divorcio, en 1978. La ruina económica explicó en gran parte la ruptura: el trabajo de Davis como traductora no alcanzó para alimentar (literalmente: en Francia pasaron hambre) el talento de dos.

Lydia Davis jamás ha dicho una palabra sobre su ex, ni como pareja ni como escritor. Tampoco él volvió a mencionarla jamás por su nombre: apenas un «mi anterior esposa» en alguna entrevista antigua. De esta manera, su divorcio y lo que pudo quedar tras él, sino una conexión amorosa sin duda una ligazón literaria de iguales que se reconocen, pudo ser rastreado por sus fans durante años, en los relatos de uno y otro. Si Davis ha narrado su amor con Auster, podrían rastrearse sus trazas en 'El final de la historia' (1994), su primera novela, donde una ama de casa cierra capítulo de un intenso romance con un hombre más joven, valiéndose de los retales de su memoria.

A veces, las referencias a episodios de su vida en común son literales: ambos escribieron sobre un pastel de cebolla, lo único que les quedaba para comer en un momento especialmente complicado de su estancia en Francia, y que finalmente quemaron en el horno. Otras, basta con leer los diarios y cuentos completos de Davis para adivinar (¿imaginar?) a quién se refiere en sus microhistorias, a veces comentarios brevísimos, acerca del amor y las relaciones. Lo cierto es que las referencias biográficas más polémicas en la obra de Auster, Davis y Hustvedt tienen que ver con Daniel, el único hijo de Paul y Lydia. Tenía un año cuando sus padres se divorciaron.

La muerte de su hijo Daniel Auster

El nombre de Daniel Auster apareció en los periódicos de todo el mundo a raíz de su fallecimiento, en abril de 2022, debido a una sobredosis. Nadie sabía que el hijo de Paul Auster había sido condenado por la muerte accidental de su hija Ruby, un bebé de diez meses que había fallecido dos semanas antes por intoxicación de fentanilo y heroína. Parece que Daniel se quedó dormido tras consumir y su hija alcanzó el mortal alijo. El juez le concedió la libertad bajo fianza de 100.000 dólares y la obligación de realizar un tratamiento psiquiátrico.

Con anterioridad a su suicidio y el homicidio involuntario de su hija, Daniel Auster había sido detenido por robo y posesión de drogas, además de haber sido relacionado con el asesinato del traficante Andrew Melendez, en 1996. El caso fue famoso: el finalmente culpable de esta muerte fue Michael Alig, famoso promotor de clubs cuya historia se ha llevado dos veces al cine, en 'Cuernos de espuma' (1997) y 'Party Monster' (2003). Auster se declaró culpable de haber robado a Melendez 3.000 dólares, pero no fue encarcelado.

Paul Auster menciona con cierta frecuencia a Daniel en sus libros, casi siempre de niño. Ya adulto apareció en la película 'Smoke' (1995), con guión de su padre, donde interpreta a un ladrón de libros. En la novela 'La noche del oráculo' (2003), el narrador es un escritor que tiene un hijo drogadicto y resentido, Jacob, que inquieta a la nueva pareja de su padre. Allí se lee:

«Se habían llevado el marco, pero solo alguien con un antiguo y profundo rencor hacia la persona retratada se habría tomado la molestia de romper la foto en pedazos. Un ladrón profesional la habría dejado intacta. Pero Jacob no era un profesional; era un chico desquiciado, ofuscado por la droga, que se había tomado muchas molestias para perjudicarnos: para hacer daño a su padre atacando a dos de sus más íntimos amigos».

Siri Hustvedt y Paul Auster con su hija en común, Sophie Auster. / getty

Siri Hustvedt podría haber dejado por escrito su complicada relación con Daniel, aunque siempre se ha negado a hacer aclaraciones al respecto. En la novela 'Todo cuanto amé' (2003) retrata a uno de los personajes como un joven que roba dinero, consume drogas, miente sin parar y es detenido por su conexión con el homicidio de un traficante. Dice de Mark, trasunto de Daniel:

«Mark sabía que me había robado dinero, y sabía también que hacerlo estaba mal, pero estoy igualmente convencido de que no experimentaba el menor sentimiento de culpa o de vergüenza. […] Mark no tenía nada más que decir al respecto, pero en ningún momento dejó de mirarme. Mantenía los ojos fijos en los míos, y yo me esforzaba por escrutar en su interior. El límpido azul de sus iris y sus pupilas negras y relucientes, me hicieron pensar súbitamente en el vidrio, como si Mark estuviera ciego y detrás de aquellos ojos no hubiera nada. Por segunda vez aquella tarde mi ira se tornó en aprensión. ¿Qué es esta persona?, me pregunté: no 'quién', sino 'qué'».

Lydia Davis no se ha referido de manera directa a su hijo en ninguno de sus relatos y, de hecho, criticó al escritor noruego Karl Ove Knausgård por haber ofendido a varios familiares con cargo a su literatura. Sin embargo, en 2000 escribió un relato corto, 'Egoísta', que puede leerse como una reflexión biográfica que tiene que ver con la maternidad. Como casi todas sus líneas, un bocado amargo de esa realidad de la que casi nadie habla.