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PEREGRINAS

Hacer el Camino con tus compañeros de trabajo: la ‘reunión’ más emocionante de Elena

Elena Castaño Gestora de proyectos 36 años

Admite que en ningún otro contexto hubieran surgido vínculos tan fuertes con sus compañeros de trabajo en tan poco tiempo. Elena Castaño, experta en herramientas digitales, nos cuenta cómo fue su experiencia de peregrinar hasta Santiago con sus compañeros de oficina

Laura Fortuño

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Cambiar las paredes de la oficina por los verdes prados de Galicia. El sonido de teclados por pisadas que van sumando kilómetros hasta Santiago. Reír con los compañeros de trabajo alejados de las salas de reuniones. “Hace dos años mi jefa Nuria tuvo la idea de que los empleados hiciéramos el Camino de Santiago y lo organizó todo, pero entonces llegó la pandemia y no pudo ser. Lo hemos hecho ahora y ha sido espectacular”, cuenta emocionada Elena Castaño. Volvió hace poco más de un mes de su peregrinaje hacia Santiago y todavía sigue en una nube. “Me hacía una ilusión tremenda y me ha gustado mucho ver a mis compañeros en un entorno totalmente diferente, me he dado cuenta de que realmente no conoces a las personas en el trabajo, es fuera donde puedes ver su verdadero yo”.

Precisamente para estrechar lazos entre los compañeros, algunas empresas organizan lo que se conoce como team buiding, unas dinámicas que plantean llevar al equipo más allá de la oficina para realizar una actividad conjunta que les permita vivir nuevas experiencias y relacionarse con sus compañeros de forma diferente. Y Elena vaya si lo hizo. Salió de su zona de confort, el contact center de una empresa de alarmas de seguridad donde trabaja con herramientas digitales, para ponerse a recorrer durante días parte del itinerario portugués del Camino de Santiago. Admite, eso sí, que no fue fácil: “Yo soy una persona muy deportista, de hecho mis amigas me llaman coleccionista de deportes porque los voy probando todos. He estado en un club de running, de boxeo, he hecho escalada, tenis, esquí, jugué a voleibol hasta la universidad… Así que pensaba que esto sería sencillo para mí, caminar y ya está… pues no, casqué la primera”, reconoce con sinceridad. 

Elena terminó todos los kilómetros de sus etapas, pero con mucho dolor: “Se me cargaban los gemelos y los cuádriceps un montón y no sabía si era la pisada o las zapatillas. Las zapatillas son súper importantes. Yo llevaba las de correr 10 años. Me dijeron que me llevara unas usadas, pero igual no tenían que estar tan usadas”, admite entre risas. Pero lejos de dramatizar, decidió tomárselo con humor: “Hicimos el Camino por equipos en diferentes días, yo hice la primera etapa y la última, que la hicimos las personas que estamos directamente a cargo de mi jefa. Al resto de equipos les mandamos un vídeo mío el primer día andando como Robocop y me dijeron que parecía un Playmobil porque no podía doblar las piernas. Venían todos muertos de miedo”. 

Pero estas dificultades no iban a impedir que Elena siguiese el ritmo de sus compañeros, porque ellos no dudaron en adaptarse al suyo: “Había una norma no escrita que era que el grupo va junto y nadie se queda atrás y también que el grupo va siempre al ritmo del último. Menos mal, porque en mi grupo, atrás nos quedamos mi jefa y yo”, reconoce.

Descubrimientos, sorpresas y amistad

26 días seguidos estuvo caminando Nuria, la jefa de Elena, porque quiso compartir la experiencia con todos sus equipos. “Gracias al Camino ahora tengo una relación maravillosa con ella, las conversaciones han sido diferentes, nos hemos abierto más, no la ves tanto como una jefa, sino que la ves como una persona más, que igual que yo tiene sus debilidades. Hicimos muy buenas migas, sobre todo porque estuvimos bastante fastidiadas las dos”, afirma Elena, quien también se alegra de que esta experiencia haya sido justo ahora: “Compartía habitación con una chica de mi equipo que empezó a trabajar conmigo en plena pandemia, así que prácticamente no nos conocíamos porque habíamos estado teletrabajando. Este viaje me ayudó a acercarme a ella, conocerla más como persona, saber quién era, qué le gustaba, en definitiva, tener conversaciones más largas”. 

Había una norma no escrita que era que el grupo va junto y nadie se queda atrás

Y así, paso a paso, kilómetro a kilómetro, los cochambres dejaron de ser compañeros de oficina para hacerse amigos. Fue el apodo que Nuria eligió para el equipo de Elena porque según ella no venían nada preparados: a ella se le había olvidado el jabón, a otra compañera la toalla… “Me compré unos botecitos vacíos en un supermercado de Lisboa y los iba rellenando con jabón de los hoteles”, dice Elena entre risas. 

Descubrir en profundidad a sus compañeros y a su jefa no fue la única sorpresa agradable que les aguardaba el Camino: “No lo sabíamos ninguno, pero el primer y el segundo día de cada etapa que hacíamos por equipos nos acompañó un coach. El primer día era alguien que dedicaba una hora a hablar contigo, tus ambiciones, preocupaciones, a darte luz respecto a qué buscas en la vida… fue muy enriquecedor. Y el segundo día trajeron a una persona relacionada con el mundo de la aventura, a mí me tocó caminar con Albert Bosch, que ha escalado el Everest, ha estado un mes en la Antártida él solo… me contó unas vivencias tremendas”, explica Elena. 

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indietro

“La llegada a la Catedral fue muy especial porque de regalo a mi jefa contratamos por sorpresa a unos gaiteros que estaban esperándonos a 400 metros antes de la meta y nos acompañaron ese último tramo. Ella se emocionó muchísimo y fue precioso”, rememora Elena, aunque si tiene que recordar un momento especial, lo tiene claro. “El último día yo estaba hecha polvo, nos quedaba un kilómetro de subida, íbamos todos en fila porque no cabíamos y estábamos viendo el GPS y diciendo ‘venga,  que quedan 200 metros, venga, que quedan 100’. Ahí me puse a llorar yo sola de la emoción, de lo orgullosa que me sentía de mí misma, porque a pesar de todo el dolor, lo había conseguido”.

Elena no duda que volvería a repetir la experiencia con sus compañeros, aunque esta vez se aseguraría de meter el jabón en la mochila. “Me encantaría hacer el Camino del Norte para disfrutar de esos paisajes”. Hasta entonces, le queda el recuerdo de lo vivido y unos lazos con sus compañeros que se han estrechado más de lo que nunca hubiera imaginado. Un nuevo motivo para no tenerle manía a los lunes. 

  • GUÍA PRÁCTICA PARA HACER EL CAMINO DE SANTIAGO

  • 1. Planifica tu ruta con antelación, ya seas de las que quieren dormir en albergues o lleves todo reservado es importante conocer qué camino vas a seguir, cuántas etapas y kilómetros tienes que hacer cada día y los lugares que vas a visitar.

    2. Haz la mochila a lo Marie Kondo, es decir menos es más. Descarta los “y si”. La máxima es ropa todoterreno (pantalones cortos, leggings, camisetas, chubasquero, forro polar) y, sobre todo, un calzado cómodo. En el neceser son buenas aliadas las muestras y los pequeños botes como los que utilizas cuando viajas en avión.

    3. Un botiquín de cabecera. De nuevo, contención. Recuerda que vas a pasar por muchos pueblos. Lo mejor es preparar un botiquín donde no falte lo básico: vaselina, tiritas, las pastillas que tomes regularmente (si las tomas) y un antiséptico eficaz contra bacterias, virus, hongos o esporas con el que evitar cualquier tipo de infección, como Betadine Gel, y que te va a garantizar que cualquier herida se curará más rápidamente y solo será una anécdota más.

    4. PAQ Mochila, la solución. No hace falta cargar día tras día con una pesada mochila a cuestas. Correos cuenta con el servicio PAQ Mochila para que solo nos preocupemos de nuestra ruta. Basta con dejar la mochila cada mañana, antes de las 8:00 en la recepción del alojamiento, y ellos se encargan de que te esté esperando antes de las 14:30 en tu siguiente destino. Más cómodo imposible. Este servicio está disponible en el Camino Francés desde Roncesvalles, el Portugués desde Tui, el Portugués de la Costa desde A Guarda, el Primitivo desde Oviedo, el del Norte desde Irún, el Inglés desde Ferrol, el Sanabrés desde Ourense y Camino a Finisterre y Muxía.