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Paradores

Un fin de semana de cuento alojándote en un palacio para príncipes

Durante el reinado de Carlos III se construyó la Casa de los Infantes para sus hijos. En la actualidad, este edificio cargado de historia alberga un Parador donde puedes disfrutar de una estancia de ensueño.

Alicia Rivera

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Cuando las obligaciones del día a día empiezan a hacer mella en nuestro estado de ánimo, pocas cosas nos recargan tanto como una escapada. Y no hablamos de pegarnos una paliza para hacer turismo en una ciudad abarrotada, sino de refugiarnos en un lugar idílico donde poder desconectar de verdad y alejarnos del mundanal ruido. 

En este sentido, el entorno rural siempre cumple con el propósito de brindarnos paz gracias al noble arte del ‘slow life’. Si estás buscando tu próximo destino para relajarte y rendir culto al autocuidado, el descanso y la buena comida, hemos encontrado el lugar perfecto: la Granja de San Ildefonso, en la provincia de Segovia, a menos de una hora de Madrid.

El refugio de un rey

Afirmar que La Granja de San Ildefonso es un oasis de paz no es una afirmación a la ligera, sino que está avalada por el criterio de la realeza. En concreto, el rey Felipe V, primer rey de la casa de Borbón, convirtió esta pequeña localidad en su lugar predilecto de asueto para tomarse un respiro de sus obligaciones como monarca.

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Este dato no hace sino ensalzar la atmósfera de un lugar que parece sacado de un cuento, pues su privilegiada naturaleza envuelve majestuosos edificios. Por un lado, el Palacio Real y, por otro, el Parador de La Granja. Este último está conformado por dos edificios: la que en su día fue la Casa de los Infantes, donde disfrutar de un alojamiento digno de príncipes, y el antiguo Cuartel de la Guardia de Corps, que acoge un moderno Centro de Congresos y Convenciones dentro del propio Parador.

Felipe de Anjou y su mujer, Isabel de Farnesio, utilizaban el Palacio Real como refugio para sus vacaciones. Mientras que la historia de la Casa de los Infantes comenzó más adelante, durante el reinado de Carlos III, cuando se construyó para el servicio de los infantes Gabriel de Borbón y Antonio Pascual de Borbón, hijos de Carlos III y María Amalia de Sajonia. 

Tiempo después, pasó a ser la residencia privada de los infantes, de ahí su nombre. De hecho, por sus puertas cruzó el compositor y violonchelista Luigi Boccherini para impartir clases a los infantes. Así, lo que en la actualidad es el Parador de La Granja rezuma una historia de realeza que queda patente en la majestuosidad de sus instalaciones, donde pasado y futuro se dan la mano.

Un enclave para sentirte como en un cuento

Accediendo al interior del edificio nos recibe una espectacular lámpara de cristal de araña de más de dos metros, custodiada por esculturas. Sobre el restaurante, una galería de arcos con paredes de ladrillo y una claraboya dejan que el cielo azulado del día o las estrellas de la noche bañen la estancia de una atmósfera de ensueño. 

Mención especial merecen la biblioteca, sus tres patios con fuentes y esculturas y la piscina climatizada. Tal es la atmósfera de quietud del lugar, que varios escritores de renombre acuden al Parador de forma recurrente a escribir sus novelas, tal y como nos desvela Alberto Zerbini, director del Parador. 

Respecto a las habitaciones, en ellas se ha prestado atención a cada detalle para que te sientas como en casa o, más bien, como en un palacio. Estancias elegantes y sofisticadas dotadas de todas las comodidades para un sueño reparador y una estancia inolvidable.  

Visita obligada: el spa del Parador

Para vivir el Parador en todo su esplendor, su spa es visita obligada. Un circuito completo en el que destensar el cuerpo y revitalizar la mente. La experiencia comienza con una infusión en uno de sus patios, para dar paso después al circuito hidrotermal de aguas y la sauna. 

Su catálogo cuenta con una amplia oferta de masajes y tratamientos faciales y corporales, ideales para relajarse en solitario, en pareja, con amigas o familia. 

En definitiva, una oportunidad perfecta para dejar atrás las preocupaciones y el estrés, dedicándose a uno mismo una sesión de merecidos mimos. Esto bien lo sabe el exfutbolista y exentrenador del Real Madrid Zinedine Zidane, quien ha pasado por el spa del Parador y ha experimentado en primera persona la sensación de que el tiempo parezca detenerse entre los muros de ladrillo y piedra para que la única prioridad sea relajarse.  

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Una cocina donde tradición y vanguardia se entrelazan

La vivencia no estará completa sin sentarnos a la mesa en el Parador, donde Diego Huete ejerce como el máximo responsable de deleitar nuestros paladares. El jefe de cocina sirve un menú de cocina castellano-leonesa donde el producto es el gran protagonista. Su seña de identidad es renovar la comida tradicional segoviana y lo consigue con creces.

Muestra de ello son los judiones, un plato propio de la cocina familiar, pero que él traslada a la cocina sofisticada. Comúnmente concebido como un plato más pesado, Diego se sirve de “técnicas de la gastronomía moderna” para refinarlo. Lo hace concentrando de forma natural y colando el caldo, además de medir con precisión la cantidad de morcilla y chorizo, dando como resultado un plato más refinado. 

“Quiero que en la carta de este Parador también estén muy presentes las verduras, pues tenemos la fortuna de contar con verduras de gran calidad”, explica el chef. Y destacan sus “puerros asados con lomo de orza y salsa de verduras tiznadas”, ensalzados por salsa romescu. 

Completan la carta manjares como lomo de ciervo, sopa de ajo clásica o solomillo de ternera. Por su parte, el menú tradicional segoviano consta de aperitivo de croqueta cremosa, judiones del Real Sitio y cochinillo segoviano. La nota dulce viene de la mano de un ponche segoviano, suave y delicado.

Y en cuanto a la bebida, la reconocida sumiller Helena Puentes es la encargada de seleccionar las mejores referencias en una bodega que atesora más de 700 vinos con los que maridar cada exquisito bocado y brindar por la ocasión.

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La guinda final a un fin de semana para recordar

Más allá de las puertas del Parador, el Real Sitio de San Ildefonso también tiene mucho que ofrecer al visitante. Conquistan especialmente los jardines del Palacio Real que, si bien muchos creen que se inspiran en los jardines de Versalles, en realidad son un fiel reflejo de los jardines de Marly, al norte de Versalles e igualmente bucólicos. 

Durante el mes de agosto, los jardines abren los sábados por la noche para ofrecer el espectáculo de las fuentes iluminadas, ofreciendo un espectáculo digno de película. 

También merece una visita la Real Fábrica de Cristales de La Granja, donde descubrir el oficio artesano del soplado del vidrio, observar los trabajos en los hornos, admirar las colecciones de piezas que son auténticas obras de arte e incluso llevarnos una de ellas a casa tras el paso por su tienda como recuerdo de un fin de semana único. 

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Este contenido ha sido desarrollado por Content Factory, la unidad de contenidos de marca de Vocento, con Paradores. En su elaboración no ha intervenido la redacción de este medio.