Si hay una serie que las adeptas de la moda y el lujo vemos una y otra vez sin parar, esa es Sexo en Nueva York. No importa la edad: todas las generaciones de editoras de moda lo hacemos. Lo que nos fascina de ella, además de la trama, son los looks de lujo de todos los personajes, que derrochan estilo en cada escena gracias al trabajo de Patricia Field, directora de vestuario de la serie.
En concreto, los looks que más fascinan los luce Carrie Bradshaw. La protagonista de la serie dejó, a su paso por ella, una serie de accesorios y estilismos de culto que, casi 30 años después de que se estrenara el primer capítulo de la serie, seguimos venerando y emulando. Hacemos un repaso de las lecciones de lujo que nos dio el personaje a lo largo de las temporadas.
«¡No es un bolso, es un Baguette!», exclamaba Carrie Bradshaw, indignada con el atracador que le quitó el codiciado accesorio, a punta de pistola, en el primer episodio en el que aparece. El Baguette de Fendi nació en 1997, pero no fue hasta la tercera temporada de Sexo en Nueva York (2000), cuando apareció en pantalla. El diseño de Silvia Venturini Fendi alcanzó entonces el olimpo de la moda, para no bajar jamás. El más famoso, sin duda, morado y con lentejuelas. Pero todos son merecedores de culto.
Carrie Bradshaw en 'And Just Like That'.
Antes incluso de que Carrie Bradshaw encumbrara el Baguette de Fendi y lo convirtiera en icono, hizo lo propio con el Saddle de Dior. El modelo, que la firma reeditó hace varias temporadas, apareció por primera vez en las primeras temporadas una versión denim por la que hoy suspiraría cualquier prescriptora de estilo.
Además de este, llevó otros icónicos con estampados de rosas de lo más originales, que hoy serían dignos de exposición en museos o parte de los archivos históricos de la casa. En las nuevas temporadas de And Just Like That, la secuela de Sexo en Nueva York, la protagonista continúa dando lecciones de estilo como el primer día.
Una de estas lecciones nos la da en el segundo capítulo de la segunda temporada de la mencionada secuela. Tras ser invitadas a la Met Gala, Carrie y sus amigas apuestan por deslumbrar con los mejores diseños de autor. Sin embargo, la elección de Carrie –una diseñadora emergente– no sale como esperaba y su vestido no está listo a tiempo para asistir al evento.
En medio de la desesperación por lo imposible de encontrar en su armario un atuendo digno de Met Gala a media hora del evento, Carrie recuerda que tiene, en lo más alto del maletero de su armario, la solución: el espectacular vestido de novia de Vivienne Westwood con el que se preparó para su primera boda con Mr. Big. Esa que nunca llegó a celebrarse porque él no apareció.
Además de mucho estilo –Carrie lo combina con la misma pluma que añadió a su tocado de novia, además de una capa a juego en el verde esmeralda más bonito que hemos visto nunca, esta vez sí, firmada por la diseñadora emergente – la del personaje en esta escena también es una lección de sostenibilidad y superación personal. La escena es tan emotiva que, para las personas que conocen la historia, es difícil contener las lágrimas.
Ni un Vivienne Westwood vintage, ni un Baguette de Fendi, ni ningún Saddle de Dior… el verdadero fetiche de Carrie Bradshaw son los zapatos. En concreto, los tacones altísimos de Manolo Blahnik que, literalmente, colecciona desde el primer capítulo de la serie. Los tiene en todas las versiones y colores que podamos imaginar.
Sin embargo, si hay un modelo que ella y nadie más ha convertido en icónico es el Hangisi, todo un fenómeno desde que se dejara un par en azul Klein olvidado en el vestidor que nunca llegó a estrenar con Mr. Big. Después, lo utilizó en la boda en la que sí se casaron, combinado con un traje de chaqueta y falda sin diseñador. La escena marcó un antes y un después para Manolo Blahnik y miles de novias imitan el gesto, a su manera, en su día especial.