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Puede que para el común de los mortales el atraco de Kim Kardashian en París fuera simplemente un daño colateral de su uso de las redes sociales. Ya lo dijo Karl Lagerfeld: “No puedes mostrar tu riqueza y luego sorprenderte de que algunas personas quieran una parte”. Sin embargo, este atraco resultó el primero de una serie de asaltos (a un miembro de la familia real saudí y a la actriz de Bollywood Mallika Sherawat), que pone en peligro la posición de la ciudad de la luz como capital del lujo mundial. París no se puede permitir convertirse en un lugar peligroso para la riqueza del mundo. Sería su fin.
Desde el incidente Kardashian en octubre, las ventas a los turistas han descendido un 20%, según datos de la consultora Global Blue, mientras que marcas cien por cien parisinas como Hermès declaran una caída de sus beneficios de un 0,9% en un momento en el que sube el consumo de lujo en todo el mundo. Para lavar su imagen y demostrar que todo vuelve a estar bajo control, el Comité Colbert, la asociación de marcas que reúne al quién es quién del lujo parisino, de Louis Vuitton al chef Alain Ducasse, ha invitado a los 100 mayores compradores de lujo del mundo a un viaje de tres días con todos los gastos pagados, que incluyó una cena de etiqueta con el ministro de Asuntos Exteriores, Marc Ayrault, además de una visita al atelier de alta costura de Dior.
El Hotel Ritz, reabierto en verano después de cuatro años de obras de renovación, ha obsequiado a los 350 compradores VIP de los tres shows de moda que tuvieron lugar esta semana con tratamientos de spa, sesiones de yoga y clases de repostería, gratis. El gobierno, además, ha invertido 43 millones de euros en cámaras de vigilancia que puedan convencer a los turistas de que comprar en París vuelve a ser seguro. Son estos turistas los que convierten la capital francesa en el mayor mercado de lujo mundial: realizan entre un 60 y un 65% de las compras anuales.