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Lo sabíamos antes del minuto cero de la inauguración de la Presidencia Trump, cuando Melania Trump apareció con su abriguito azul empolvado y sus guantes. Melania ya había advertido de que su modelo de conducta y de elegancia sería Jackie Kennedy, una primera dama callada más que discreta, muy centrada en su papel de madre y experta en limitar sus manifestaciones públicas al lenguaje de la moda. La estrategia de Jackie O fue todo un éxito: su estilo, reconocible inmediatamente y replicado en todo el planeta, se convirtió en su particular mensaje.
Pensábamos que Melania Trump iba a utilizar sus 'looks' a la manera Kennedy y a convertirlos en proclamas de su propia elegancia. Quizá no de manera tan clara como lo hizo Michelle Obama, pero sí a su manera. Por lo que parece, nos equivocábamos. Las manifestaciones en las que la Primera Dama se confesaba fan de Jackie Kennedy eran mucho más literales de lo que nos podríamos imaginar: su intención de asemejarse a su modelo de estilo no es tanto filosófica como clónica. En otras palabras: va a copiarle el armario. A clonarlo.
Tras la inspiradísima cita azul, donde pudimos admirar cierta intención de actualización que trataba de traer la vieja pieza sesentera al siglo XXI, hoy nos encontramos con una clonación exacta, sin matices. En 1973, Jackie Kennedy viajó a Palm Beach vestida con gafas de sol, pantalones pata de elefante blancos y camisa negra. Este fin de semana, Melania Trump se desplazó a la residencia vacacional de Mar-a-Lago, donde la pareja presidencial iba a pasar el fin de semana festejando al primer ministro japonés y su esposa, vestida exactamente igual. E-xac-ta-men-te. ¿Acierto o pobreza sartorial?
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