Hillary Clinton con chaqueta de cuero / GETTY

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¿Estamos interpretando la ropa de las políticas por encima de sus posibilidades?

Hillary Clinton vistió una americana de cuero. La interpretación político-fashionista apunta a que se dispone a liderar la resistencia.

Hay un antes y un después de Michelle Obama, la mujer que quiso convertir sus elecciones indumentarias en un discurso político. Lo cierto es que no está demasiado claro si fue ella la que conscientemente alimentó la fiebre por el descifrado textual de su ropa o fuimos los medios, ávidos de lecturas secretas que ofrecer a nuestras lectoras. Aceptamos comentar únicamente el estilo y nacionalidad de las prendas elegidas por las reinas, mujeres obligatoriamente mudas, pero no nos conformamos con ese marco de sentido para una mujer como Mrs. Obama. No la quisimos como adorno consorte y ella, de alguna manera, colaboró en la rebelión.

En los últimos meses, la burbuja global de textos interpretando las elecciones de estilo de las políticas que juegan al juego de la moda no ha hecho más que crecer. ¿Qué hicieron las mujeres demócratas cuando quisieron mostrar su oposición a Trump en su primer discurso en el Congreso? Vestirse todas de blanco, el color de las sufragistas. ¿Qué hace Melania cuando quiere distanciarse del discurso agresivo del Presidente? Vestirse de ese mismo blanco. Esta semana, Hillary Clinton rompió con el uniforme del traje pantalón en el que se han puesto de acuerdo las mujeres en el poder poniéndose una americana de cuero. La interpretación político-fashionista del asunto apunta a que se dispone a liderar la resistencia o a que, sencillamente, es una hortera.

Muchas mujeres nos congratulamos cuando comenzamos a ver que la política entraba en las revistas y webs femeninas: hace tiempo que las mujeres hemos ensanchado el arco de nuestros intereses más allá de las recetas de cocina y las tendencias. Sin embargo, este nuevo espacio de diálogo de las mujeres con el poder podría terminar en un espejismo si dejamos que la moda se convierta en el único mensaje. Es divertido darle vueltas narrativas a lo que las mujeres se ponen y no se ponen, pero siempre que no acallemos lo que dicen. La moda no es el mensaje o, al menos, no es el que más nos afecta.