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En 2002, David Delfín logró posicionarse en el mundo de la moda y en los telediarios de la mejor manera posible: como un " enfant terrible". Por fin un creador se atrevía a pisar terreno movedizo, a arriesgar y a perder el favor de la mayoría: aquella primera colección, inspirada en "Los amantes" de René Magritte, fue recibida con más pitos que aplausos debido a que las modelos iban encapuchadas y con una soga al cuello.
Cegadas y tambaleantes, las chicas perdían la orientación y otras casi tropezaban en un incómodo espectáculo jamás visto en Cibeles. Cuca Solana, por entonces directora, trató de parar el desfile mientras el director de Ifema se levantaba y se marchaba indignado. Todo terminó con abucheos y con gritos de boicot al modisto, impulsado hacia la estratosfera del dominio público por la polémica.
Lo cierto es que la decisión de presentar de tal guisa a las mujeres no podía ser del todo inocente en un momento en que los noticiarios reportaban los últimos desastres de la guerra de Afganistán. La conexión con el universo talibán era inevitable. La polémica fue enorme: jamás había sucedido algo tan grave en Ifema. Solana fue taxativa: "El diseñador se ha cargado una colección con posibilidades por su manera de presentarla, sin respeto alguno por las modelos".
Aún así, el atrevimiento rescató a la por entonces Pasarela Cibeles de un tono ciertamente monótono y mostró a los diseñadores que pudieran venir después que se podían transgredir, subvertir y sorprender incluso en un lugar en el que cierto sentido previsible y controlado de la elegancia amenazaba con coartar la creatividad.
Nuestra pasarela nacional no se resintió un ápice del terremoto Delfín, más bien al contrario: la expectación, el deseo de asistir a un nuevo shock visual, la posibilidad de una experiencia inesperada, le devolvió un poco de vida al gran encuentro de la moda española. De hecho, al año siguiente el jurado premió por unanimidad su inquietante colección "In Loving Memory", que volvió a dejar boquiabierto a crítica y público. Se trataba de una reflexión catártica sobre la muerte, protagonizada por el color negro, junto a estampados con pequeñas calaveras y cortes inspirados en prendas de caza. Algunas modelos recorrieron la pasarela con una corona funeraria alrededor del cuello.
Jamás tuvo miedo David Delfín, aunque un año después supimos que no se atrevió a mostrar en Cibeles un pantalón de tres perneras que incluía esta colección y que sí exhibió en "Extimidad", la exposición que protagonizó en la galería Soledad Lorenzo. Siempre tuvo un pie en el diseño y la cabeza en el arte, en su adorado surrealismo o en la obra de Joseph Beuys. Sus sueños se hicieron, sin duda, realidad, pues disfrutó de éxito comercial y obtuvo el respeto de sus colegas y de la crítica, agradecida de poder hincarle el diente a las narrativas, siempre ricas, siempre llenas de referencias relevantes, mediante las que contextualizaba sus colecciones. Cibeles, hoy en su versión 3.0 Fashion Week, le echará mucho de menos.
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