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Nacida en Libia y originaria del sur de Francia, Marie-Hélène de Taillac trabajaba en Londres para Philip Treacy, el célebre diseñador de sombreros, cuando en 1996 decidió lanzarse a su propia aventura. Desde entonces, el color ha sido el eje central de su proyecto, un universo de joyas delicadas y atemporales para las que utiliza un arcoíris de piedras preciosas y semipreciosas, talladas en forma de lágrima (la talla tradicionalmente reservada a los diamantes), con la que consigue intensificar su brillo.
De Taillac divide su tiempo entre París y Jaipur, donde t rabaja con artesanos que siguen usando los métodos de los tiempos de los maharajás. “El origen de todo está en las piedras –nos cuenta–, porque estan nacen de la naturaleza, que es mágica y te marca el camino”. De ahí surge la idea de atemporalidad que se percibe en sus luminosos diseños. En el terreno de las inspiraciones, tras la India y la Grecia y el Egipto clásicos, también hay lugar para España: “Me inspira, sobre todo, su pintura”, cuenta.
Hace poco más de dos décadas, la creadora presentó su primera colección de joyas en Francia, EE.UU. y Japón y hoy cuenta con tiendas en París, Nueva York y Tokio. Además, desde 2015, el anillo Cabochon y el collar Scarf integran las colecciones permanentes del Musée des Arts Décoratifs de París.
Aparte de diseñar dos colecciones anuales, De Taillac hace colaboraciones con otras marcas, como Baccarat, para quien ha creado una colección de joyas de cristal multicolor. Ella reconoce vivir a la caza del “tesoro perpetuo”, labor con la que “pretendo poner siempre de relieve el trabajo artesanal”. Su lema es que “hay que divertirse con lo que uno hace”. Y ella predica con el ejemplo.
Más información en www.mariehelenedetaillac.com
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