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Hijab y pasarela eran dos palabras en apariencia contradictorias hasta que Halima Aden desfiló en la Semana de la Moda de Nueva York en febrero del año pasado y deslumbró con sus largas zancadas, su elegancia… y su pañuelo. Halima desfilaba para Yeezy, la marca de Kanye West, el marido de Kim Kardashian: diseños deportivos con tops ajustados y mallas. Sin embargo, además de la cabeza cubierta, Halima también escondía sus piernas y sus brazos. Fue el gran impacto de los desfiles.
Pero para Halima su hijab es algo más que eso. Es su seña de identidad, explica, y nunca renunciará a ella. En un mundo que busca la ruptura constante para estimular, año tras año, el apetito del cliente, el sentido del pudor de Halima es la mayor de las transgresiones. Su belleza de facciones perfectas, lejos de quedar ensombrecida, resplandece bajo tules, sedas y flores.
Es de origen somalí, aunque nació en Kakuma, un campo de refugiados de Naciones Unidas en Kenia. Tiene 20 años.
Llegó a Estados Unidos con seis años y, a pesar, del rechazo inicial de sus compañeros, fue una estudiante de matrícula.
Tras presentarse al concurso de Miss Minnesota, en 2016, empezó a trabajar con la agencia de modelos IMG.
Debutó en la Fashion Week de Milán en 2016, y ha desfilado también en la de Nueva York.
Acaba de empezar a estudiar en la Universidad.
Halima está acostumbrada a ser “la primera”: la primera musulmana con hijab elegida reina del baile de su instituto; la primera en jugar en los equipos escolares de fútbol y natación cubierta de pies a la cabeza; la primera en presentarse a un concurso de belleza y desfilar con burkini; la primera en posar para las mejores revistas de moda del mundo con la cabeza envuelta en chales y pañuelos; la primera en protagonizar una campaña de Nike, que diseñó un hijab de competición, transpirable y elástico... Y todo lo ha hecho sin renunciar al velo.
Donde otros ven represión, ella quiere expresar belleza y libertad. Frente a la permanente mirada de sospecha que atenaza a los musulmanes, ella alza los valores de patriotismo y diversidad. “Este país nació de la mezcla”, dice, refiriéndose a Estados Unidos. Su Instagram está lleno de fotos familiares, imágenes de sus desfiles y posados, y símbolos del espíritu americano, como refrescos de cola y hamburguesas.
Halima puede llegar a lo más alto, sin renunciar a sí misma. Trabaja para la misma agencia de modelos que las tops Lily Aldridge, Gisèle Bundchen o Kaia Gerber. Es muy bella y se mueve ante la cámara con una elegancia que solo poseen las más grandes. Pero, las pasarelas y las portadas son cambiantes. ¿Es Halima un nuevo camino o una novedad pasajera que quedará engullida por otras? ¿Seguirán siendo las modelos negras el complemento de una producción llena de chicas blancas y rubias? Halima dice que cruzará las puertas que se le abran, aunque no estén en la moda. De momento, ha dado un nuevo giro a un antiguo debate en Occidente: ¿es el hijab una imposición o una elección?