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Siempre dispuesto al juego de interpretación que plantea la ironía, Karl Lagerfeld admitió la rutinaria intrascendencia de una simple bolsa de tela solo porque planteaba una pregunta: "¿Qué Karl?". "¿Qué Karl?", se preguntaba Karl. Podemos leer esta foto tomada en 2013 como una humorística muestra de falsa modestia o, más en la línea del 'karlismo', podemos tomarnos la pregunta como la pista de una conclusión inevitable: hace tiempo que en la moda y fuera de la moda solo hay un Karl que ya no necesita apellido. Por no necesitar, ya ni se utiliza el epíteto de "el Kaiser", feliz hallazgo que le conectaba con la fiabilidad alemana y que ha quedado para la arqueología retórica del siglo XX. Decir Karl es decir Karl Lagerfeld y decir Karl Lagerfeld es decir Chanel.
El diseñador junto a su inseparable gata, Choupette. /
Por sus manos ha pasado medio siglo de moda, probablemente el período más convulso que la indumentaria ha sufrido desde le desuso de polisones y corsés. Karl Otto Lagerfeldt (Hamburgo, 1933-París, 2019) comenzó a trabajar en el taller de Pierre Balmain en 1955 y los años 60, con la irrupción revolucionaria del pret a porter, le pilló en el de Jean Patou, donde diseñó las colecciones de alta costura con críticas no demasiado positivas. Sus minifaldas, cortísimas, fueron contemplados por la alta moda como una contaminación de la calle, afrenta que replicó diseñando unos pequeños sombreros circulares de satén que caían sobre la mejilla que tituló “bofetada en la cara”. La corrección política jamás fue su fuerte.
Un desfile de Chanel en los 90, con Linda Evangelista. /
Tras seis años en Tiziani, donde se ganó el favor de la alta sociedad y medio Hollywood, Lagerfeld fue contratado por Chloé para diseñar en calidad de 'freelance' algunas piezas de cada temporada. Muy pronto sus creaciones fueron tan abundantes en número y calidad, que terminó convirtiéndose en autor de todas las colecciones. La de 1973 recibió aplausos gracias a algunas piezas especialmente originales, como una falda larga y plisada que era, en realidad, un pantalón. Ya en esta década su creatividad era lo bastante desbordante como para permitirle colaborar con Fendi, para la que diseñaba tanto ropa como accesorios desde 1965, o con grandes producciones de teatro, ópera (“Las troyanas” en la Scala de Milán) y acontecimientos de la alta cultura (el festival de Salzburgo).
La colección que lanzó con H&M en 2004 se vendió en cuestión de horas. /
Cuando Chanel llamó a su puerta, Lagerfeld estaba inmerso en el barullo creativo que ha estamos en el centro de su vida hasta su final: diseñaba las colecciones de hombre y mujer para la firma japonesa Isetan, zapatos para Charles Jourdan, jerséis para Ballantyne y tenía su propia línea de lencería, además de ejercer de consultor de moda para firmas como Trevira. Esta capacidad multitarea se ha mantenido durante prácticamente toda su etapa en Chanel: ha producido colecciones para firmas masivas como Diesel, H&M o Woldford, además de mantener sus colaboraciones con Fendi o impulsar su propia marca, K Karl Lagerfeld. Además, ha diseñado vestuario para películas (“Callas Forever”) o divas del pop ( Madonna, Kylie Minogue), además de extender sus tentáculos hacia la decoración, la fotografía de moda o la ilustración. Su genio fue tal, que hasta convirtió en 'influencer' y musa a su preciosa gata, Choupette.
La impresionante playa que "fabricó" en el Gran Palais de París, en octubre de 2018. /
Sin embargo, Karl Lagerfeld pasará a la historia de la moda como el hombre que rescató a la legendaria firma Chanel del peligro de caer en la irrelevancia creativa y la desaparición o, pero aún, terminar convertida en otra marca-zombie propiedad de cualquiera de los conglomerados del lujo, especialistas en abrevar en lo que queda del aura de las marcas de moda históricas. El diseñador solía contar esta anécdota, consciente de lo excepcionalmente duradera que era su unión con la firma: “Cuando llegué a Chanel, le dije a Mr. Wertheimer [propietario de la firma]: 'Hagamos un pacto, como Fausto y el Diablo. Lo que aún no sabemos es quién es el Diablo y quién es Fausto". Desde aquellos años 80 en los que tomó las riendas de la “maison” hasta hoy, la premisa clave del trabajo de Lagerfeld ha sido la misma: mantener a toda costa ciertas señas de identidad (el tweed, el traje de chaqueta, el pantalón de pinzas y el jersey, las perlas, el lazo, las baiarinas...), pero revolucionar todo lo demás para conectar el espíritu de la marca al espíritu de los tiempos: si Coco Chanel fue una revolucionaria, su marca no podía dejar de reflejar la conversación generacional.
"Supongo que a otra gente no le pasa lo mismo, pero yo no pierdo un minuto en rememorar el pasado", confesó Lagerfeld en una entrevista que publicó hace algunos años Mujer Hoy. Obsesionado con no perder el veloz tren que lleva al futuro inmediato que persigue la moda, lo mismo citaba "Star Wars" y la robotización, que planteaba la multicolor seducción del consumo en un supermercado pop lleno de bolsos irresistibles. Colección tras colección, Lagerfeld supo integrar su particular visión del cambio social con un sentido del espectáculo cada vez más fastuoso. Consciente de la creciente importancia comercial y simbólica de la viralidad de las imágenes de moda, supo crear los más irresistibles escenarios para 'selfies' de Instagram que hemos visto. La recreación de una playa dentro de Grand Palais de París es una locura que, probablemente, jamás volveremos a contemplar.
La polémica manifestación feminista de Chanel en 2014. /
El simple ejercicio de revisar tres o cuatro colecciones de las últimas décadas permite ver el genio de este hombre, capaz de reinterpretar infinitas veces el espíritu exquisito y, a la vez, terrenal de la legendaria Gabrielle Chanel con los materiales del presente. Su olfato para detectar la popularidad que le interesaba ocupar le llevó a trabajar con las supermodelos en los 80, con Kate Moss en los 90 y con las 'instagrammers' en la era de la red social: de hecho, se convirtió en padrino inesperado de Kendall Jenner. Con el tiempo fue afinando su olfato a la hora de asociarse con las estrellas del cine: pasó de su tímida y conservadora apuesta por Keira Knightley a asociarse con la más interesante complejidad de Kristen Steward. El truco máximo de Lagerfeld no fue tanto conectar Chanel con su realidad, sino chanelizar el mundo. La ironía máxima de aquella manifestación feminista de modelos exquisitamente vestidas de tweed multicolor es buena prueba de su resistencia numantina a dejarse contagiar por la calle. "Si no sueñas despierto la vida es una pesadilla", confesaba en la entrevista que publicó Mujer Hoy. "Me convertí en un icono, lo cual no hizo más que alejarme de la realidad. Desde entonces, no he vuelto a pasear por la calle”.
Instagram llora la muerte de Karl Lagerfeld
Muere Karl Lagerfeld a los 85 años
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