
Diez vestidos icónicos que marcaron un antes y un después en la historia de la moda
Las prendas que, por elegantes, escandalosas o por la historia que tienen detrás se han convertido en referentes históricos inolvidables.
10 Fotos
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Hay vestidos y luego hay iconos. Esas prendas que, por diversas razones han trascendido más allá del momento en el que las lucieron y que han pasado a ocupar un lugar de relevancia en los anales de la historia de la moda. Diseños memorables que no pasaron desapercibidos en una alfombra roja, en una película o en una fiesta, y que en su momento dieron tanto que hablar que hoy debería ocupar un lugar de excepción en un museo.
Aunque no están todos los que son, estos diez vestidos representan el poder que la moda tiene como mensaje a favor la mujer. Con ellos sus protagonistas fueron el centro de atención por muy diversas razones, se convirtieron en instrumentos con los que reafirmar su personalidad y hoy simbolizan la esencia de un momento que ha permanecido intacto. No hablamos solo de elegancia, una cuestión que genera muchas discusiones y pertenece a un plano más subjetivo, sino a la pura relevancia histórica que va más allá de los gustos.
La verdadera precursora (y maestra) de hacer del camp un estilo de vida no tuvo reparos en aparecer en la ceremonia de los Oscar de 2001 con este vestido que simulaba ser un cisne enrollado a su cuello, obra de Marjan Pejoski. Lo que en cualquier otra hubiese sido ridículo, la islandesa lo supo defender, después de fingir que ponía un huevo sobre la alfombra roja, eso si.
Cuando un vestido recibe un nombre propio no se puede obviar su importancia. La venganza es un plato que se sirve frío, pero la princesa Diana prefirió envolverlo en seda negra y, sin abrir la boca, gritar su mensaje al mundo tan alto y claro que no hubo lugar a dudas. Diseñado por la griega Christina Stambolian, fue elegido por Diana para asistir a una fiesta en Londres el 29 de junio de 1994, al mismo tiempo que se televisaba una entrevista con el príncipe Carlos en el que reconocía su adulterio. De aquí en adelante el ‘vestido de la venganza’ se ha convertido en una categoría estilística en sí misma.
En lo que a corrección estilística se refiere las fronteras de la cantante siempre han sido muy difusas. Con las riendas de la excentricidad en una mano y la originalidad en la otra, Gaga se presentó en los MTV Video Music Awards de 2010 con un vestido hecho de filetes de carne, diseñado por Franc Fernández. Acusada por los animalistas de despropósito, la cantante se defendió asegurando que se trataba de un alegato con la política beligerante de Estados Unidos. Tras quitárselo esa noche fue conservado por un equipo de taxidermistas y se exhibió en el Salón de la fama del rock and roll de Cleveland.
La actriz recogió su Oscar como mejor actriz protagonista por Shakespeare In Love en 1999 con un vestido de Ralph Lauren que ejemplificaba a la perfección su carácter edulcorado (tan comparado siempre con el de Grace Kelly) y el inconfundible sello americano. La prenda sigue siendo recurrente en las numerosas listas que se hacen de los vestidos más elegantes de los 92 años en que llevan celebrándose la ceremonia.
En 1994, la modelo y actriz solo era la acompañante de uno de los actores británicos más famosos, Hugh Grant. Pero todo dio un vuelco la noche en la que le acompañó al estreno de su última película, Cuatro bodas y un funeral, con un vestido de Versace con aperturas laterales sujetas con imperdibles dorados gigantes. Nadie recuerda si Grant estaba allí pero aquelló catapultó a Hurley al estrellato inmediato.
El 23 de febrero de 2000 la cantante y actriz paseó por la alfombra roja de los Grammy con un vestido de Versace de estampado tropical cuyo escote profundizaba más allá del ombligo. El impacto visual fue equiparable a un terremoto y se tradujo en un aluvión de búsquedas en Internet tal que se tuvo que crear Google Images. Hoy está considerado el vestido que marcó, como poco, la primera década de siglo XXI y, lejos de haber perdido fuerza, veinte años después, la propia protagonista de la historia fue reclamada por la creadora del vestido Donatella Versace, para volver a pasear con él, esta vez sobre la pasarela del desfile que la marca celebró en pasado septiembre de 2019 en Milán.
Aunque la novia de América había conseguido meterse en el bolsillo al público, lograr el reconocimiento de la industria le costó algo más. Cuando en 2001 por fin fue reconocida con el Oscar como mejor actriz por Erin Brockovich, su atuendo estuvo a la altura de la circunstancias. Un vestido de Valentino de tul negro con tiras blancas que encontró en el último momento en el showroom del diseñador fue el responsable.
Con ella nació el minimalismo de los 90. Una época inconfundible en la que la modelo británica hizo de ciertas prendas iconos de referencia. Este vestido lencero transparente con reflejos metalizados ha superado con creces la prueba del tiempo para mantenerse tan moderno como el primer día.
Solo el dramatismo de la película Expiación pudo estar a la altura del de este vestido verde con el que la actriz alcanzó el podio de las mujeres mejor vestidas del cine. Para conseguir el intenso tono esmeralda hizo falta mezclar hasta tres pigmentos en el proceso de teñido. Un trabajo recompensado ya que desde entonces siempre alcanza el primer puesto en las encuestas como el vestido más icónico de la historia del cine.
La noche en la que la española subió a recoger su oscar en 2009 lo hizo con un vestido que ninguna marca le había prestado sino que ella misma se había comprado. Y es que cuando años antes vió el vestido de Pierre Balmain en una tienda de ropa vintage en Los Ángeles supo que ese y solo ese, sería el que llevaría cuando el momento se presentara.