Charo Casteres, la diseñadora de joyas personalizadas que revolucionan las emociones

La firma de joyas Charo Casteres tiene alma. Cada pieza es un pequeño tesoro de artesanía y el resultado de una carrera de fondo que empezó en otra disciplina relacionada con el arte, la arquitectura, hace más de 30 años. Su última colección se llama como la ciudad que le vio nacer, San Sebastián, a la que ha regresado después de formarse por todo el mundo y desde la que trabaja en lo que ella llama joyería artística.

Se trata de una colección que, al igual que todas las anteriores, está inspirada en la arquietectura, pero también en la naturaleza o el arte, en general en todos aquellos estímulos capaces de transmitir una emoción. Por eso son joyas con alma, con ese algo epecial que es capaz de despertar un sentimiento no solo en la persona que la lleva, también en la que la contempla.

¿Por qué San Sebastián? En palabras de la propia diseñadora «Después de vivir fuera de la ciudad durante 20 años regreso a ella y la percibo con unos matices que me aportan inspiración e ilusión por ponerlos en valor», explica. Por eso surge esta colección, con un carácter simbólico, para conectar las piezas de diferentes puntos emblemáticos de la ciudad.

Y una de los símbolos más especiales y característicos es la barandilla de la playa de La Concha que, según Charo, «nos habla del paso del tiempo, de la corrosión, del salitre, del óxido, del mar... de todo lo que supone la vida en la ciudad a través de un incono». Todos estos conceptos dan lugar a un objeto único que representa fielmente San Sebastián, pero va más allá: es una forma de compartir con los demás esa experiencia vivida allí y, a la vez, de sugerir al que la lleva que el simple hecho de lucir una joya también puede convertirse en una vivencia. «Para nosotros una joya es una historia que llevas contigo, con un significado profundo y un contenido que te hace sentirte diferente», explica.

La pieza, en colaboración con Pablo Álvarez, se realiza en diferentes materiales, tamaños y acabados: en resina de nylon de diferentes colores, en latón, plata y oro. Y los precios van (siempre depende de los materiales y los tamaños que se elijan) desde 45 euros hasta los 410.