La prensa neoyorquina ha dictado sentencia: «La verdadera belleza empieza a los 40: las mujeres mayores dominan la Semana de la Moda de Nueva York», proclamaba hace un par de días el Wall Street Journal; el New York Times titulaba: «Se buscan modelos mayores de 40 años». Por primera vez, las mujeres de la generación silver han sido las estrellas indiscutibles de una de las pasarelas más importantes del mundo.
Detrás de los titulares, la diseñadora norteamericana Batsheva Hay, cuyo desfile durante la pasada NYFW revolucionaba la pasarela neoyorquina por contar, exclusivamente, con modelos de entre 40 y 70 años. Hay las buscó por todas partes: en redes sociales y por las calles (y el metro) de Nueva York; algunas eran modelos profesionales; otras, como la actriz Molly Ringwald, jamás habían protagonizado un desfile.
«Cada vez que paraba a una mujer para preguntarle si quería participar en el desfile, me decía: « ¿Quién yo?» Compartían esa sensación de invisibilidad. De pronto, les sorprendía ser vistas», explicaba Hay al New York Times sobre cómo reclutó a las modelos para presentar su colección. En realidad, la idea surgió de su propia preocupación por la edad.
« En el mundo de la moda, envejecer es como morir: dejas de formar parte de la vida estética», explicaba la diseñadora al diario sobre la «incomodidad» que empezó a experimentar cuando cumplió 40 años. Pero esa epifanía llegó acompañada de otra: las mujeres de la generación silver, como ella y sus amigas del Upper East Side, también eran consumidoras con mucho dinero y más tiempo libre para gastarlo. Solo había que encontrar la manera más efectiva de dirigirse a ellas.
Hay, y por extensión la Semana de la Moda de Nueva York, han demostrado que la inclusividad en las pasarelas está trascendiendo, poco a poco, a aspectos como la diversidad corporal y racial y empieza, aunque de manera tímida, a combatir el edadismo. Además, ya no aspira únicamente a cubrir el cupo e incluir a una o dos modelos silver en un desfile plagado de veinteañeras, como durante años ha ocurrido con las modelos plus-size.
El desfile de Batsheva no es anecdótico sino más bien sintomático de una industria que, por fin, parece haberse dado cuenta de su error al ignorar al segmento más pudiente de su clientela: según la revista Forbes, el poder adquisitivo de las mujeres mayores de 50 años supera los 15 billones de dólares.
Sobre todo, después de que un comentadísimo estudio de la International Longevity Center Global Alliance vaticinara en 2020 que la marginalización de las consumidoras silver podría costarle 1.300 millones de dólares al sector en las dos próximas décadas. Poco a poco, la industria de la moda, que tradicionalmente apenas había invertido en campañas de marketing pensadas para atraer a ese tipo de clientas, ha reaccionado.
Ahí están ejemplos como el de Charlotte Rampling, imagen de Massimo Dutti a sus 77 años, la maravillosa campaña de Maggie Smith (88) con Loewe, el contrato millonario de Maye Musk (75) con Covergirl…
Todo para sacarle la mayor rentabilidad posible a dos de las características que definen la relación de las mujeres de la generación silver con la moda: según una encuesta sobre los hábitos de consumo de las mujeres que rondan la cincuentena realizada por el blog de moda británico Is This Mutton? la gran mayoría dellas confiesa preocuparse más por su estilo que cuando tenían 20 años. Y lo que es más importante para las marcas: el 68% de ellas afirma ir de shopping al menos una vez a la semana. En Nueva York, donde el estilo, el dinero y el lujo silencioso abundan como en ningún otro sitio, probablemente más.