El futuro de la alta costura según Fendi y Zuhair Murad pasa por una vuelta a la elegancia clásica

Álvaro Fernández-Espina Actualizado · 6 de julio de 2021, 12:57 h

París ha dado el pistoletazo de salida a la semana de la alta costura con un calendario en el que los desfiles presenciales vuelven a ser la tónica general. Mientras la industria va recuperando de nuevo el ritmo tras el parón obligado de la pandemia (o la salida del refugio virtual al que se vieron obligados) entre los que se encuentran Marc Jacobs y su celebrado regreso , la temporada otoño/invierno 2021-22 despliega todo su potencial esta vez en el formato más exquisito y cuidado de la industria, la alta costura.

Si el debut en la alta costura de Kim Jones para Fendi el pasado enero marcó su paso de Inglaterra a Roma, su segunda colección de otoño/invierno 2021 supone su establecimiento en la Ciudad Eterna, donde la poética del director cinematográfico romano Pier Paolo Pasolini nos facilita una lente a través de la cual explorar la capital. « Roma es una ciudad fascinante porque tiene muchísimos pasados. Y Pasolini me atrajo porque siempre me ha inspirado su visión del mundo», explicaba Jones.

Una teoría que se traduce en prendas que reviven la indumentaria antigua, con pieles y jacquards de seda, bordados y abalorios de cristal, inspiradas en las estatuas romanas que rodean el Palazzo Fendi y los arcos que habitan adaptados a los tacones de los zapatos. La fuerza de sus siluetas se traduce en delicados minivestidos de encaje, donde se evoca a las clásicas volutas con intricados bordados.

En la misma onda se posicionó el diseñador libanes Zuhair Murad, cuya colección era un canto a la fastuosidad de la moda y a ese espíritu libreador y hedonista. «Quería hacer una celebración de renovación y esperanza», afirmó «Mis clientas casi lo exigían. Quieren disfrutar de la vida, salir de nuevo, comprar nuevas piezas y verse hermosas, recuperando una sensación de lujo fastuoso«. Murad se deleitó con un glamour atrevido volvió a visitar lo mejor de sí mismo con deleite. Los vestidos de noche estaban cubiertos de intrincados bordados y brillaban con flecos de cristal en plata y oro, creando un atractivo contraste entre formas voluminosas y siluetas delgadas. La paleta de negro profundo se compensó con tonos esmeralda, rubí y zafiro.

Tras anunciar en 2020 su retirada de las pasarelas, Jean Paul Gaultier había asegurado la continuidad de su legado estético pasando el testigo de su taller a una de las diseñadoras emergentes más potentes del panorama actual: Chitose Abe, la japonesa detrás de la firma Sacai. Esta temporada ha sido su puesta de largo frente a la pasarela de la alta costura en la que ha presentado un ejercicio de mezcla en el que algunas de las piezas históricas de la casa se han reinterpretado para la contemporaneidad. Definido como «un puzle de volumen inesperado», los 31 looks que lo componían estaban construidos a base de siluetas vanguardistas, desde el corsé de Madonna con rayas de tenis a bombers, malla de nylon color caqui con forro en tono mandarina y a una gabardina muy francesa.

Con el imaginario de la realeza clásica europea en mente (y tras haber hecho una maratón de The Crown), Viktor & Rolf plantearon con su colección una nueva conversación estética en la que la que los códigos de la monarquía cobraban todo el protagonismo. «El mundo está obsesionado con la realeza, quizás incluso más que con la moda. Ambos requieren montar un espectáculo, y este espectáculo siempre debe continuar, pase lo que pase», aseguraba el dúo neerlandés. La colección y la presentación rinden homenaje al instinto de supervivencia de una institución que estos artistas de la moda han amado y servido durante casi 33 años: la moda. Al mismo tiempo, esta temporada aborda la ambigüedad de 'mantener las apariencias', independientemente de lo que suceda detrás de escena.

En el salón donde Cristóbal Balenciaga presentó su última colección de alta costura en 1968, con todo igual que lo dejaron. Ese fue el escenario donde Demna Gvasalia ha escenificado el regreso de la firma a la alta costura. En un alarde de técnica, el diseñador georgiano ha fusionado el espíritu clásico de los vestidos y el patronaje de los años 50 con su querencia por la modernidad urbana en la que el tejido vaquero y el chándal pueden ser compañeros bien avenidos.

Fiel a la filosofía estética con la que lleva sorprendiéndonos desde hace más de quince años en la categoría estrella de la moda con mayúsculas, Giorgio Armani desplegó todas sus dotes maestras para convertir la embajada italiana en París en un faro de la nueva elegancia. Y no lo decimos arbitrariamente. Bajo el certero título de Brillo, el italiano conjuró algunos de los ingredientes que convierten sus prendas en absoluta magia. Desde el brillo de los tejidos que parecen casi líquidos, el satén y las sedas entrecruzadas con hilo metálico ultrafino, que crean una sensación de alegre levedad hasta los vestidos largos de noche que parecen flotar y las delicadas blusas con volantes de crinolina. El estilo masculino de Armani de la raya diplomática cuenta con una sorprendente y extremadamente femenina transformación. Los bordados deslumbran, y los vestidos son como enormes flores con una estructura fija que es ligera al mismo tiempo, como en un jardín encantado. Además también se pudo ver una selección de algunas piezas de su última colección de Alta Costura, presentada a puerta cerrada en Milán el pasado enero. Algo con lo que el diseñador quería acercar al público sus prendas, creando un sutil hilo conductor que enfatiza el profundo sentimiento de autenticidad que trasciende temporadas.

Con un cambio de localización por primera vez en mucho tiempo, Chanel ha elegido para escenificar su colección de alta costura para el próximo invierno el Museo Galliera (y no en el Grand Palais como era habitual, ya que el edificio se encuentra cerrado por obras de remodelación). Una opción nada aleatoria ya que desde octubre del año pasado acoge la exposición Gabrielle Chanel. Manifiesto de moda, que recorre el inmenso legado de la fundadora de una firma que hoy puede aspirar a la eternidad. Precisamente partiendo de ese vocabulario estético que nunca pasa de moda, la heredera al frente de los talleres de Cambon, 31, Virginie Viard, ha presentado una colección de alta costura para el otoño/invierno 2021-22 inspirada en el impresionismo francés y los colores pastel de los lienzos de Monet. Con una precisión asombrosa, Viard ha enunciado los códigos de la feminidad contemporánea relajando los patrones y combinando tejidos como el tweed y las gasas.

Uno de los primeros nombres en cubrir el expediente fue Christian Dior quien, fiel a su cita como uno de los referentes ineludibles en la categoría estrella, no decepcionó. Lo hizo frente a un público que volvió a reunirse en torno a la pasarela que la firma francesa instaló en su localización habitual, una carpa en el Museo Rodin de París. En su interior, la artista Éva Jospin fue la responsable de la instalación a gran escala 'Chambre de Soie', un magnífico bordado que servía como decorado del espectáculo, y que daba la pista que seguirían los diseños de Chiuri, tras la estela de la artesanía.

Simbolizando un mundo en cambio, las creaciones que pudieron verse estaban imbuidas de una nueva energía poética, en la intersección del arte, el estilo, el movimiento y la actitud. « Recuperar los valores de la alta costura tras este período de restricciones en el que las colecciones se presentaban principalmente a través del cine. La materialidad de la tela se convierte en forma, mientras que el lenguaje subversivo del bordado se expresa en un proyecto que se convierte en performance», explicaba la nota de prensa. Recordando la Salle aux Broderies en el Palacio Colonna de Roma, la obra Chambre de Soie, creada por Jospin, servía de impresionante telón de fondo para la presentación de los vestidos con sus magníficos pliegues, colas y cadenas tejidas a mano que componen patrones sobre el cuerpo. La alta costura despierta deseos insospechados y revela la existencia de lo que no conocíamos. Como la vanguardia, hace visible lo que no se ve. A través de una mezcla de arte y saber hacer extraordinario, define los anhelos de un mundo en medio de una profunda transformación.