Valentino convierte en arte una colección de alta costura insuperable

La pulsión que mueve a la alta costura desde que fuera creada a finales del siglo XIX en París como la versión más refinada de la moda siempre ha sido, indudablemente, la de elevar a una categoría superior el proceso artesanal de convertir un tejido en algo más que una simple prenda. Algo en lo que Pierpaolo Piccioli, director creativo de Valentino, no ha dejado de trabajar desde que tomara posesión de las riendas de la legendaria casa romana en 2008.

Sus elevadas pretensiones teñidas de anhelos iconoclastas han sido sin embargo una de las apuestas más celebradas y sólidas de una industria que indaga en las formas más solventes para garantizar su supervivencia. Algo que Piccioli ha logrado apostando por hacer de la elegancia el eje de un discurso que gira en torno a la feminidad. Lo volvió a demostrar anoche durante la presentación de la colección de alta costura de otoño/invierno 2021-22, para la que eligió la ciudad de Venecia, en concreto el Gaggiandre en el Arsenale, uno de los centros de producción más grandes de la ciudad.

Llevado por la inquietud de construir una comunidad de creadores en torno a Valentino, y convencido de que la pintura es para el arte contemporáneo lo que la alta costura es para la moda, Piccioli se rodeó de un grupo de pintores de todas las edades, orígenes e inclinaciones estéticas en el taller, involucrándolos en un diálogoque se plasmó sobre la ropa.

Con toques de color y diseños ponibles, Piccioli ha logrado ese objetivo de captar la atención de una audiencia joven durante las últimas temporadas. Y esta colección de alta costura está en esa misma línea: deja que el arte y la moda se encuentren para crear looks sublimes, no tiene miedo de experimentar (veánse los sombreros flotantes o las capas con capucha), y de jugar con colores vibrantes (ahí están los amarillos, verdes y magentas brillantes). Un lienzo vivo que hilvana sabiamente la tradición con las necesidades contemporáneas.