De la épica griega de Dior a la geometría escultural de Louis Vuitton, lo mejor de los desfiles crucero 2022

Con un pie en el pasado y otro en el futuro pero con un punto de vista iconoclasta personal e intransferible, las dos marcas francesas hacen sus apuestas estéticas para la próxima temporada.

No nos cansamos de ver las nuevas propuestas que las firmas internacionales han elaborado para que luzcamos la próxima temporada. Y aunque el verano no ha hecho más que empezar y las colecciones de otoño/invierno 2021 están a la vuelta de la esquina, los diseñadores ya nos hacen soñar con la primavera de 2022. Un viaje en el que Chanel nos adentró hasta el corazón de la provenza francesa, inspirada por la precisión y la simplicidad de las películas de Cocteau, en la que Virginie Viard actualizó el legado de Gabrielle declinado en el inconfundible blanco y negro marca de la casa.

Pero eso solo fue el principio de un periplo en el que las colecciones crucero, una de las grandes bazas con las que juegan comercialmente hoy las marcas de lujo, nos hacen abrir boca a mediados de noviembre, fecha en la que normalmente suelen ponerse a la venta estas colecciones. Durante los últimos días hemos podido asistir (aunque virtualmente a través de las pantallas de nuestros ordenadores) a los desfiles de dos de las firmas francesas más deseadas e icónicas del panorama: Louis Vuitton y Dior.

Con el majestuoso espacio Axe Majeur como escenario natural de fondo, obra del artista Dani Karavan, y fusión de proyecto arquitectónico, paisajístico y escultórico, Louis Vuitton desplegó su savoir faire para convertirlo en la pasarela que su línea crucero 2022 necesitaba. «Una colección de looks orgullosos y positivos que avanzan de frente, serenamente. Son la imagen de la armonía en un entorno tan cercano y tan lejano, sin fronteras y abierto a la aventura. No se necesita nada más que el más hermoso de los pasaportes: la creación. Como siempre, es ilimitado y gratuito», afirmaba el comunicado que acompañaba a la presentación de la casa parisina.

«Te sientes como si estuvieras fuera del tiempo. Podrías estar en un futuro indeterminado o en una utopía pasada del futuro», afirmaba Nicolas Ghesquière, director creativo de la firma. Una descripción que entronca con el intereses que ha demostrado toda su carrera en la ciencia ficción y el espacio, y especialmente con la moda que colapsa en el tiempo que ha hecho de su oficio en Vuitton.

Esto se reflejó en looks donde la sastrería estaba repleta de detalles heráldicos, un top y una falda repletas de plumas y un vestido de cóctel que brillaba como una bola de discoteca, un trofeo que rozaba la alta costura. Un grupo de blusas de seda con espaldas en forma de capa que agregaban suavidad a la estructura de las faldas lápiz que las acompañaban y pantalones de cintura alta lograron un despegue chic más cotidiano.

Por su parte, Dior trasladó a su troupe, encabezada por Maria Grazia Chiuri, hasta Atenas. Concretamente hasta el Estadio Panathinaikó de la capital griega. Un monumental edificio consagrado a la diosa Atenea que fue estadio de atletismo durante los primeros juegos olímpicos de la era moderna.

Una serie de imágenes de la colección de alta costura de Monsieur Dior de 1951, tomadas cerca de los monumentos ubicados en el Partenón, fue la chispa que prendió la inspiración de Chiuri para construir la colección crucero 2022 basándose en la complejidad de los recuerdos que movilizan estos lugares. En la ciudad dedicada a una diosa, Atenea, Maria Grazia Chiuri realinea su muy personal genealogía y fuerza los códigos: «el arte no está en el artefacto, sino en su capacidad generadora. Como en esa prenda absoluta y dúctil que es el peplum, el vestido de la diosa. Declinado en ese blanco que evoca el mármol y las estatuas antiguas, pero aireado en las telas y en el plisado hecho a mano, una especie de surco de claroscuro», declaraba la diseñadora.

A partir del blanco como la nota cromática dominante del arranque del desfile, las prendas articulan una especie nuevo código de indumentaria del Dior contemporáneo. El clasicismo y la libertad generan acciones iconoclsstas: la pata de gallo XL se vuelve griega, la estrella se convierte en el estampado recurrente, el cannage encuentra nuevas abstracciones. Oro en conversación con blanco: es una capucha insertada en las diferentes prendas, dialoga en los estampados, es un grabado escrito en el que el azul, color de identidad de Grecia, también tiene su momento de gloria.

Consciente de que cada colección es un cuestionamiento continuo de los paradigmas y los métodos de diseño a los que la moda y la Maison Dior en concreto se enfrentan, Chiuri encuentra en esto una oportunidad para ampliar la red de una forma colectiva de trabajar. Deja claro que las variaciones de lo femenino que atraviesan su obra resurgen de un pasado que afirma una belleza multifacética, definida por la cultura de la participación.