Los mejores looks que nos ha dejado el esperado regreso de la semana de la moda de Nueva York

Las expectativas estaban muy altas. Y no era para menos ya que, a causa de la pandemia, el circuito de desfiles tal y como lo conocíamos se había ido al traste. Aunque tras un obligado parón y la búsqueda de nuevos formatos con los que mantener el interés y la atención las firmas ya han vuelto progresivamente a presentar su colecciones recurriendo a los clásicos desfiles. Lo hemos visto con las espectaculares puestas en escena que han hecho firmas como Dolce & Gabbanao Valentino, que eligieron la ciudad de Venecia para derrochar su saber hacer como enseñas de la alta costura.

Pero no solo de alta costura viven las pasarelas. Si algo simboliza septiembre en las agendas de cualquier experto en moda es el inicio de las semanas de la moda de pret-a-porter. Y como de costumbre es Nueva York la ciudad encargada de liderar este recorrido con el que comenzar a atisbar qué llevar el próximo verano. Entre nuestros favoritos, Carolina Herrera, que liderada por Wes Gordon, celebraba su 40 aniversario, una oportunidad perfecta para dejar volar la imaginación con vestidos de gala y una riqueza cromática cargada de optimismo y feminidad. Tras unos años presentado colecciones en París, Joseph Altuzarra, uno de los jóvenes talentos más prometedores del panorama norteamericano, decidió volver a la ciudad donde inició su carrera. Y lo hizo apostando por un giro en clave bohemia. Un pragmatismo urbano al que también se sumaron Proenza Schouler y Michael Kors, quien sabe perfectamente cómo elevar el chic neoyorquino a una categoría sartorial imprescindible. En el lado opuesto de esta estética se ha situado Tom Ford, el titán de la moda estadounidense rindió homenaje a los años 2000, una época en la que forjó su estilo como adalid del sexy irreverente de alto voltaje, salpicando sus diseños de colores saturados, tejidos brillantes y muchas lentejuelas. Quien también quiso ahondar en las raíces estéticas más clásicas de la elegancia femenina fue Jeremy Scott, quien orquestó para Moschino un despliegue cargado de humor e ironía, con un marcado sabor retro.